lunes, 25 de mayo de 2015

ENTREVISTA A CAROLINA SANÍN.



“Estar contenido en los demás es
como una historia
que está contenida en una historia mayor”


El desasosiego de lo extraño, de lo desconocido, de lo que no somos nosotros pero nos contiene, de cuanto acontece y está llamado a confluir, de alguna manera. ‘Los niños’ (Siruela), de Carolina Sanín (Bogotá, 1973). El lugar que deja de ser físico y se ensancha hacia lo terrorífico para replegarse después -casi sin interludio- a lo apacible. La tensión constante de que algo va a ocurrir, y ocurre, mas a ritmo pausado. ‘Los niños’, (Siruela), de Carolina Sanín, una novela que transita los límites y propone huecos.


 
¿Qué cosas nos son intermitentes en la vida?

Supongo que ese encuentro entre las personas, esa solidaridad o ilusión de solidaridad y compañía es intermitente, la percepción de que somos más que uno, de que vivimos con otras personas y en esas personas... todo eso no es una conciencia constante sino que aparece y desaparece, como ese estar en unidad con otro o sentir la separación abrupta del mundo. Creo.


La soledad sin paliativos, como la que gasta Laura Romero, ¿termina matando o sana?

Es una soledad que, en últimas, es la realidad; cada uno está solo, pero en la medida en que está solo se da cuenta de que también es los otros y de que tiene a los otros dentro de sí. Entonces la soledad real, que no es el aislamiento ni la sensación de abandono o desamor,  que es la realidad, en la medida que sea consciente es sanadora de alguna manera.


¿Cuál es la importancia de crear o transitar mundos imaginarios para sobrellevar el peso de la propia vida?

... uno no vive solamente en lo que a veces creemos que es la propia vida o realidad, visible y material, sino que siempre estamos viviendo en distintos mundos, y darse cuenta de eso, más que imaginárselo, sirve para agrandar la vida. Hay que tomar conciencia de que  la vida tiene muchos más o infinitos territorios, es más ancha y más larga porque está sucediendo en infinitos mundos, por ejemplo está sucediendo al mismo tiempo en ti y en los demás, y en los demás tu propia vida sucede de una manera distinta que en ti, es otra historia, y estar contenido en los demás es como una historia que está contenida en una historia mayor. A tu pregunta, es lo único que sirve para sobrellevar la realidad, porque te dice que la realidad no es solo aquello que parece, sino infinitas realidades, o al menos tantas como personas que te conozcan o como historias en las que existas o haya versiones de ti.


Laura tiene mucho de niña y Elvis –o Fidel-, de adulto; sin embargo, parece que nunca se llegaran a completar, como si existiera entre ambos un cristal que impidiese un contacto real...

¿Sí, verdad? Ambos están aislados y hay una imposibilidad de comunicarse, a pesar de que ambos son niños (a eso también se refiere el título). Es que ser niño implica que nadie sabe cuál es la experiencia de un niño, es algo que tenemos perdido para siempre, porque los niños no pueden decir su propia experiencia cuando son niños y, cuando hemos crecido, no sabemos qué fue lo que pasó, cómo vivimos el extrañamiento, un niño está y no está, siempre se dice en traducción, es la manera de ser niños de ambos, que implica ser desconocidos e inconocibles. Incógnitos.


Incógnitos...

Incógnitos, sí...


Laura acoge en su casa a un niño sobre el que desconoce todo. ¿En la ‘vida real’ estamos tan abiertos al presagio?

Tal vez sí sin que nos demos cuenta, son hechos más porosos y permeables de lo que nos creemos, creo que nos constantemente nos están pasando cosas de las que ni siquiera podemos dar cuenta porque no pasan en una narrativa lineal; de todo lo que vimos y vivimos en un día escogemos muy poco, pero cada una de las cosas que nos pasan darían como para una exponerla al infinito, se puede explotar de una manera relacionada con todo el resto de la realidad, en cada instante experimentamos el infinito pero nos enseñamos en hacer narrativas en las que seleccionamos parte de lo que nos pasa y hacemos sentido  de las cosas relacionándolas por ciertos caminos y de ciertas maneras necesariamente limitadísimas. Pero se puede hacer de otro modo. Como sucede en la novela.


Al hilo de esto, a la hora de seleccionar esos momentos vividos, ¿el escritor lo hace de un modo distinto al resto?

Sí, es distinta la manera de hacerlo en los distintos oficios, los oficios, al fin y al cabo, son maneras de relacionarse con la realidad y una ventaja para el que escriba es que puede demorarse con su propia experiencia, en las ideas, las imágenes, las puede abrir, ver qué más tienen dentro, sacarles patas e inventar que son otra cosa aparte de la que son.


¿Cuál es el embrión de esta historia?

De distintos lugares, no recuerdo muy bien qué fue primero... hubo varias películas en torno a una pareja improbable,  una mujer mayor y un niño que no es su hijo... ‘Gloria’, de Cassavetes, ‘Pixote’, de Héctor Babenco, ‘Estación central de Brasil’, de Walter Salles, ‘Harold y Maude’... todas ellas hablan de una pareja cuyo vínculo no es sexual, ni de filiación y casi ni siquiera de amistad, porque no hay territorio común discursivo, hay algo como de solidaridad desnuda, de compañía entre dos seres. Me interesaba esa pareja. Por otro lado, el interés en el terror (más en cine que en literatura) y en que el niño fuera casi lo horripilante, el niño es la víctima pero también infunde terror. Así fui creando esta historia.


“En esta otra mano, como pueden observar, sostengo un cuchillo provisto de su adecuado afilamiento, que puede emplearse para untar la jalea en el pan y para muchas otras funciones. El cuchillo no está en venta, puesto que es mi humilde herramienta de trabajo”. Hay muchas conversaciones cotidianas, a lo largo de la historia, teñidas de cierto aroma de tragedia, con un punto casi lorquiano...

Pues sí, como grotesco, tal vez... me gusta esa lectura que haces de tragedia lorquiana, de tragedia estilizada y lírica... hay intervenciones que tienen ciertos personajes que hablan con unos registros particulares. A mí me parecen irrupciones de la violencia, no sólo el terror sobrenatural que significa este niño, sino el terror de la realidad, esos monólogos escritos en registros orales particulares, este hombre que vende cosas en el bus, que es el registro de la pobreza que cree que tiene que hablar así. En Colombia existen estas personas que venden en el bus y que hablan así, sin saber muy bien lo que dicen, creyendo que hablar mejor es hablar de esa forma alienada, personas que no tiene lenguaje o más bien creen que no tienen lenguaje, lo mismo que el ámbito burocrático, y que termina siendo una cosa cantinflesca. Es una manera de violencia muy colombiana que me preocupa mucho y que por eso aparece en la novela en itálica, discursos enrarecidos y trágicos, como dices.


Hay momentos en los que el lector no sabe qué plano –real, irreal- se está moviendo, ¿eso sucede también en la realidad?

Sí, a mí desde luego, me sucede, por ejemplo soñamos cada noche y soñar es otra manera de vivir, se trata de un tema muy viejo, el gran tema del Barroco, la vida es sueño, cuál es el sueño y cuál es el despertad... me gusta saber que pude transmitir eso porque es lo que más me interesaba, ser capaz de crear esa confusión y ambigüedad entre las distintas realidades, me alegra que lo hayas visto... estamos en otra parte incluso cuando parece que estamos en un parte concreta...


¿Qué es lo más terrorífico y sublime de ‘Los niños’?

Lo más terrorífico es un pasaje que me asustó mientras lo escribía, el que narra el primer rapto del niño, cuando se queda solo en la casa y empieza a hablar con el perro, como en un trance... y creo que pude tocar algo mejor cuando está viendo las fotos de las ballenas, esa parte es el otro lado del terror, y me consuela.
 
 
Esther Peñas
 
 

lunes, 11 de mayo de 2015

ENTREVISTA A CLARA JANÉS.





“El poema te responde qué eres”






La mujer y la literatura forman un ramaje tan frondoso como fecundo. El primer escritor del que hay constancia fue una mujer. La sacerdotisa acadia Enheduanna. La primera novela datada la escribió una mujer. Murasaki. Estas dos referencias abren la hendidura y nos dan una pista del calado femenino en las letras. Letras de todos los tiempos, letras de todos los lugares. Clara Janés (Barcelona, 1940) ha trazado una fascinante y hermosa cartografía sobre el asunto. El resultado: ‘Guardar la casa y cerrar la boca’ (Siruela).

¿Cómo es posible que no tengamos conciencia nítida de la importancia tan capital de la mujer en la literatura de todos los tiempos? 

Es verdad... a medida que iba descubriendo estas cosas me iba quedando atónita. Durante mucho tiempo guardaba datos, noticias, apuntes, hasta que se impuso hacer un libro porque eran muchas; esta cuestión es como un cesto de cerezas, coges una y sacas otras muchas. Es muy interesante. Lo más asombroso fue descubrir que el primer escritor de la historia fue una mujer, la suma sacerdotisa acadia Enheduanna, alrededor del 2.500 a.C. Me enteré casi por azar. En un encuentro de poetas árabes en el que participé, conocí a una poetisa iraquí a la que le conté que había escrito un libro erótico en el que me investía de todas las diosas de la fertilidad; a los años, volví a coincidir con ella en Sicilia y me contó que había hecho lo mismo, y me habló de Enheduanna. Me encanta que el comienzo de la literatura sea una mujer enfrentándose a los sacerdotes. Es fantástico.

En este viaje, que tiene paradas tan distintas (en el tiempo, en los territorios), sorprende que el erotismo presidiera la escritura femenina, porque nos han hecho creer que se trataba de un asunto al que la mujer no le concedía importancia alguna...

Sí, otra de las mentiras que nos han contado... Desde Murasaki, que es el primer novelista de la historia, también mujer, es un tema que ha interesado y mucho a las mujeres... También esta cuestión los dos idiomas, el hombre culto tenía que escribir en chino, mientras que la mujer tenía que emplear un idioma silábico, mucho más natural. Esto ocurre en China, pero también en Japón y Corea. Es una de las paradojas alucinantes. El hombre no puede expresar lo que siente, ha de atenerse a las normas de la poesía china, y por tanto la mujer es la gran contadora. ‘La historia de Genji’, de Murasaki, ha sido comparado con ‘El Quijote’ y ‘El Decamerón’. Hay otras muchas... Wu Tsao, por ejemplo, una poeta coreana lesbiana, con una poesía intensísima, o las  arabigoandaluzas, como Muhya bint al-Tayyani, con poesía tremendamente  erótica...

Y en cuanto a las personalidades en las que se detiene, Hipatía, María de Zayas, Claopatra VII, Murasaki, Safo,  ¿con cuál se identifica más y por qué?

Me impresionaron muchas; particularmente, por la afinidad que siento, sor Juana Inés de la Cruz. Sor Juana tenía unos intereses y curiosidades enormes, y se hace monja porque quiere estudiar, es una paradoja de aquella época, la mujer que se encierra es la más libre ya que puede educarse para que evolucione su mente; tenía muchos conocimientos astronómicos (era amiga de Siguenza y Góngora, uno de los grandes intelectuales de entonces), musicales, y defiende el derecho de la mujer a tener acceso a la cultura. Al final la obligaron a arrepentirse, me parece muy fuerte que sea obligada a declararse la peor de todas... Murió cuidando enfermos. Es una poeta maravillosa. Pero te puedes identificar con otras muchas... con las mujeres afganas, que a pesar de la burka hacen poemas al amante (no al marido, del cual se burlan), jugándose la vida porque corren el riesgo de ser dilapadidas...

¿Está de acuerdo con Santayana con aquello que dice de que “la inteligencia es un injerto de la pasión”?

Es una de mis frases favoritas, estoy totalmente de acuerdo; de hecho, este año participo en el congreso en París cuyo tema es el placer, y quiero hablar del erotismo y misticismo, del misticismo como pasión erótica...

Es un maridaje fascinante...

Desde luego. Me sorprendió muchísimo una lectura que hice en verano, la correspondencia entre Jüng y Wolfgang Pauli, Nobel de Física y el reflejo en ciencia a lo que Jüng supone en temas de psicología. El inconsciente es el equivalente de la función de onda en física, para mí está clarísimo, en el inconsciente se puede encontrar todo. ¿Qué le pasaba a Santa Teresa? Su inconsciente, la séptima morada es un instante erótico. Habla del furor de amor... Hadewijchva más allá y lo denomina la “el devoramiento mutuo de Cristo y el alma en la eucaristía”.¿Qué más se puede decir?

Lástima que el inconsciente no aflore en modo y tiempo a nuestro placer...

Claro, no siempre es desvelable, pero la fuerza que tiene es lo que me interesa, cómo sin saber por qué haces algo. Me di cuenta de esta fuerza a finales de 2013, cuando escribí un libro de poemas en cuatro días y medio, sin saber por qué lo hacía. Hablaba de la ciencia y el erotismo, ‘La función de onda’. Después leí lo de Pauli y entendí por qué lo había escrito. Mi insconsciente se manifestó.

El inconsciente como la poesía, revelación...

Por supuesto, en poesía pasa mucho, durante mucho tiempo escribes sin saber muy bien qué te está diciendo el poema, un verso menor de pronto se convierte en piedra angular, escribes enloquecida y el poema te responde qué eres, qué estás diciendo de ti. En ese libro que te comentaba apareció una parte escondida, la de un erotoismo movido por la inteligencia. Al leer el libro de Pauli lo entendí perfectamente.

Hay una apartado sobre trovadoras, guerreras e iluminadas. Las dos primeras, de nuevo, abren la grieta al asombro.
 
Esta historia de las cortes de amor es tan complejo e interesante... la mujer tenía que ser conquistada para después convertir al hombre en su vasallo; otra cosa son las guerreras, estas mujeres que se empeñaron en ir a las Cruzadas. Hablamos de alrededor de dos mil. Cuando encontré este dato me quedé estupefacta. Ramón Muntaner lo cuenta, y casi ni te lo puedes imaginar. No han hecho creer que era impensable, imposible, pero lo cierto es que la mujer tenía la posibilidad de hacerlo.

Las mujeres, ¿se han visto más prisioneras del hombre, de la religión, de sí mismas o de la cultura para abandonarse a las letras?

Primero, por su propio cuerpo; el cuerpo de una muejr es distinto al de un hombre. Ahora no nos damos tanta cuenta pero en la antigüedad, con doce o trece hijos, de los cuales sobrevivía uno o dos, suponía una dependencia y dificultad enormes, la obligaba a estar pendiente de su cuerpo, algo que la sociedad y el hombre aprovechan para quitarla libertad. Pero también se da el caso, nada puntual, de la mujer que se autolimita. Por eso me extraña y me disgusta cuando leo acerca de las mujeres occidentales que se hacen musulmanas, no entiendo el cambio de religión, pero mucho menos que una mujer que tiene posibilidades y derechos renuncie a ellos.

¿Por qué no entiende los cambios de religión?

Verás... el último encuentro encuentro entre Rosa Chacel y María Zambrano, que propicié yo...

Echaba de menos a estas alturas de la conversación alguna referencia a Chacel...

... no me canso de citarla. En ese encuentro hablaron de muchas cosas. De pronto, Rosa dijo: “Yo soy católica porque así me hicieron”. María respondió: “Yo lo soy porque no voy a renegar ahora”. Esto me chocó muchísimo, pero después entendí que la religión es una cuestión cultural. Que llames a dios  Cristo o Alá es lo de menos. El credo es una forma de instalarte en la realidad; si ya tienes una, no busques otra. Tampoco creo en el fondo en estas realidades, lo importante para mí es entender la vida. Si sirve el credo para hacerlo, perfecto. ¡Ah! Otra cosa preciosa también de Rosa Chacel. Cuando publicó su poesía, la entrevisté para ‘ABC’. Estaba hablando de dios y le pregunté que qué quería decir cuando afirmaba que ella creía en dios. Se quedó en silencio y me respondió: “Que creo en la vida”. Ahí nos entendimos.  Dios como energía vital. Ya lo decían los Upanishad.



Es que Chacel, con Zambrano, es, quizás, la escritora más intensa del XX...

Un ser de una libertad absoluta y de una gran profundidad. No había nunca impostura, engaño, era la piedra en el estanque. Fantástica.

¿Se diferencia más la mujer del hombre en cómo escribe o en aquello sobre lo que escribe?

Las dos cosas van unidas... suelo decir que cualquier libro es un encefalograma y un electrocardigrama.





*Todas las fotografías pertenecen a Javier Lorente.