lunes, 16 de febrero de 2015

Entrevista a Nuria Capdevila-Argüelles




Nuria Capdevila-Argüelles

Catedrática asociada de estudios Hispánicos 
y Estudios de Género en la Universidad de Exer






 
“Las mujeres son los grandes fantasmas de los procesos de modernidad”









Elena Fortún (Madrid, 1886-1952) alumbró uno de esos personajes que nos enseñaron a mirar el mundo desde otro ángulo, el estupor, un ángulo que desvela una hendidura, una fractura, algo que no acaba de coincidir, como si nunca nos tuviéramos a nosotros mismos. Matilde Ras (Tarragona, 1881-1969)  dejó su impronta en numerosos artículos de prensa, ensayos, introdujo en España la grafología como método de conocimiento del otro y vivió labrando su legítima rareza, como después sintetizó Sartre. 

Ambas compartieron un ideario, un sentir, un contexto, y un amor. María Jesús Fraga, colaboradora del Departamento de Literatura Española de la UCM, y Nuria Capdevila-Argüelles, catedrática asociada de estudios Hispánicos y Estudios de Género en la Universidad de Exer, se adentran en la relación entre ambas en un espléndido texto, ‘El camino es nuestro’ (Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander). Capdevila-Argüelles detalla algunas cuestiones al respecto.

¿Qué es lo que más le fascina de la personalidad tanto de Elena como de Matilde?

De Elena Fortún me fascina su autodidactismo. Pasó de ser una mujer que sabía leer y escribir pero no tenía una educación esmerada  -ni siquiera la “educación de cascarilla” burguesa que mencionaba Emilia Pardo Bazán criticándola por ser una educación a medias que empequeñecía a la mujer- a ser escritora, periodista, experta en biblioteconomía, conferenciante… en definitiva, a tener un papel cultural muy activo y una sed de aprender ciertamente mucho mayor que la de la mayoría de sus compañeros de generación. Tocó muchos registros culturales.
De Matilde Ras destacaría su valentía e independencia. Era una mujer muy erudita que, a diferencia de Elena Fortún, recibió una esmerada educación. Eso la separó de sus contemporáneos y contemporáneas. Se atrevió a vivir sola y a disfrutar de la amistad de aquellos espíritus que le eran afines. Su constancia en la escritura y el estudio son ejemplares.

Leyendo los textos de Matilde Ras, uno se da cuenta de que, además de la calidad, sobresale la interesante mirada sobre los temas que aborda. ¿Por qué, a diferencia de Elena,  apenas publicó? 

En estos tiempos en los que la promoción de los autores es tan importante, inspira acercarse a una mujer que logró vivir de la pluma a pesar de no disfrutar del renombre que tuvo Elena Fortún. Recordemos que muchos grandes nombres de la literatura no conocen el éxito en vida. Kafka es un gran ejemplo. Dicho esto, es preciso recordar que la autoría de Matilde Ras y Elena Fortún coinciden en un punto: sus inicios en la prensa. De hecho, la escritura de nuestras modernas suele empezar en este medio y no alcanza el libro en todos los casos. Sin embargo, creo que recuperar nuestra tradición de ensayo y pensamiento feminista es fundamental para entender de dónde venimos intelectualmente y las particularidades de la historia de nuestro feminismo y de la mujer española. Y la tradición ensayística del feminismo español tiene un medio de expresión clave en la prensa de vanguardia, que dio voz a nuestras autoras, Matilde entre ellas.

De un tiempo a esta parte hay un interés por conocer la labor de estas mujeres (ese grupo de mujeres que coincidieron en tiempo y en espacio, a muchas de las cuales usted menciona en su estudio introductorio) pero parece que cuesta hacerlo, ¿por qué hay tan poca investigación y tan escasa repercusión de este grupo de mujeres comprometidas? 

No diría que hay poca investigación ya que hay un número considerable de hispanistas que se dedican a estudiar nuestro feminismo y la contribución de las mujeres intelectuales y artistas a la historia cultural de España. Si que diría que el olvido al que les condenó el franquismo es mucho más duro que el sufrido por los intelectuales varones. Las mujeres son los grandes fantasmas de los procesos de modernidad, y ellas se convierten en las grandes víctimas del olvido. Y es que la ciudadanía secundaria de la mujer en el “país de la autoría” es un hecho cultural poderoso. Forma parte de la historia de la discriminación de la mujer y está presente en nuestros días porque el patriarcado no ha muerto: hay menos autoras en nuestros planes de estudio, menos autoras en el canon contenido en nuestras librerías y bibliotecas pero cada vez más nombres de mujer emergiendo en la recuperación de nuestra memoria histórica y cultural que, como ya he apuntado, no se completará hasta que no incorporemos un saber profundo sobre nuestras modernas, las madres del pensamiento feminista español o, como las he llamado en otro de mis libros, nuestras autoras inciertas. El trabajo de estudiosas como María Jesús Fraga, mi compañera en esta antología, María Rosón, Raquel Osborne, Alda Blanco, Antonina Rodrigo y las italianas Margarita Bernard e Ivana Rota, entre otras, está dando importantísimos frutos.

Llama la atención, por un lado, la concentración de mujeres con una “sexualidad no normativa”, como apunta usted, y, por otro, el respeto con el que las acogían el resto de compañeras no homosexuales...

Tendríamos que precisar. La homosexualidad y la bisexualidad tenían sus códigos y canales de expresión en una época marcada por la represión del erotismo femenino por un lado y, por otro, por la patologización de la mujer moderna e intelectual y de la persona homosexual, considerada entonces “invertida”. El mismo contexto sociocultural que influye las manifestaciones de homosexualidad, bisexualidad y modernidad genera discursos homófobos y antimodernos. En ‘Recuerdos de una mujer de la generación del 98’, Carmen Baroja menciona el complejo de masculinidad de Victorina Durán, amiga de Elena y Matilde, y hace patente el sentimiento de casi repugnancia que le inspira la cercanía de mujeres modernas masculinizadas. Sexo y género estaban estrechamente unidos. Las que representaban su género de forma no femenina automáticamente generaban incomodidad, como la que sentía Carmen Baroja, o atracción, como la de muchas otras compañeras de generación que también se cuestionaban el papel del matrimonio y el marido en sus vidas. Representaban una mujer nueva con una sexualidad diferente. Hubo una acusación de lesbianismo vertida contra algunas mujeres del Lyceum Club. Elena Fortún fue una de ellas. Pero es que ella pasa su vida aprendiendo y ese aprendizaje engloba también su sexualidad. La heterosexualidad y el matrimonio regulaban el papel social de las mujeres. Con los años, Fortún desarrolla una auténtica fobia hacia el hombre como compañero sexual. Esa, diríamos hoy, es su forma de salir del armario. Es una faceta de su yo en la que ahondaremos en próximas publicaciones. Matilde, por el contrario, y habida cuenta de su cosmopolitismo, debió tener mucho más claro quién era. De ahí en parte su tendencia al aislamiento.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Marga Gil o el disparo de amor clausurado




Érase una artista. Escultura, principalmente, aunque también dibujante. Se llamaba Marga Gil Roësset (Madrid, 1908-1932). Su primer cuento, dedicado a su madre, lo firmó y lo ilustró con siete años. Sus trazos nos remiten a un mundo interior enraizado y complejo como un manglar.  Húmedo como un manglar. Hermoso y sublime (sublime al modo que nos explicó Burke, ese estado oscuro, incierto y confuso), categorías que se excluyen y se despedazan y se devoran. 




Como tantas otras (citamos, por ejemplo, a Margarita de Pedroso), Marga se enamoró de un poeta. Juan Ramón Jiménez. Él la admiraba, la quería, la trataba, pero no pudo corresponder a su amor. Zenobia Camprubí ya impregnaba su manera de estar. De ser. Marga se enamoró del hombre, del símbolo, del poeta, del aroma de absoluto al que uno no puede renunciar por más que sepa que acaso no exista. 


Marga tuvo una vida intensa, profunda. “La experiencia vital de Marga  es la de una niña prodigio con una vida interior tremenda, de un dramatismo e intensidad difíciles de explicar... En menos de diez años experimenta un tremenda evolución, cambia de géneros y estilos, es tremendamente prolífica...”, nos explica Marga Clark, su sobrina.


“A los 15 años da el salto de la tinta china y la acuarela a la escultura, con una  técnica de vaciado en bronce y escayola; después, al tallado de madera, con gran maestría, por cierto, para esculpir más tarde en granito y piedra. Así hizo el busto de Zenobia”, prosigue.


Acaso intuyendo la brevedad de su existencia, su creación fue febril. Pese a que destruyó buena parte de su obra escultórica, la exposición que albergó el Círculo de Bellas Artes (comisariada por Ana Serrano) reunió en 2000 dieciséis esculturas y numerosa obra gráfica y fotográfica, aparte de otros documentos interesantes como canciones para niños. “Su legado es lo suficientemente importante como para recuperarlo y reivinidicarlo una y otra vez”, concluye Clark.


Marga era excesiva. Y todos hablan de su intensidad. Un exceso intenso del que, tal vez, ella fuera su principal víctima (se teme a la propia intensidad porque, al abandonarse a ella, uno corre el riesgo de estallar en mil teselas que nunca más recuperen significado alguno, a oscuras, en lo oscuro, y permanezca es una tristeza espesa de quien perdió el paraiso). 


A los 23 años, Marga conoce a Juan Ramón. Se enamoró de él. Y se suició, en plena efervescencia creativa, vital. Decidió quitarse la vida porque no le merecía la pena vivirla arrastrando un imposible. No sé qué dirían los psiquiatras, los psicólogos, los diletantes del alma humana (acaso pondrían en entredicho, como los ilusionistas que asaetan con sables a esa mujer semi oculta en un cajón, que alguien pueda, en sus cabales, suicidarse por amor). Los ejemplos de poetas (Marga, quizás escultura de oficio, pero poeta de naturaleza, al igual que Juan Ramón) que atentan contre sí cuántas veces, que se hacen daño y se destruyen y se ejecutan  son cuantiosos y abrumadores (en forma y fondo).


Acaso sólo es posible entender esa autodestrucción última, valiente, irreparable, desde la intensidad del deseo. Marga no profesaba ‘solo’ un amor sublime (y esta vez el concepto se refiere a la belleza extrema), un amor místico hacia Jaun Ramón. Un amor cómodo que permite imaginar y deformar al amado a nuestro antojo. Acaso en Marga mordía (dentelladas secas, calientes) los colmillos del deseo. Un deseo que, más allá de la unión carnal de dos personas que se aman, convoca la justificacción última de vida, lo único que hace soportable la idea de la muerte. “Si tú me dieras espontáneamente un beso...” escribe en su diario. 


Más. En la carta de Marga a Zenobia, le pide perdón por “lo que hubiera hecho si él hubiera querido”. El amor de Marga no es platónico, uno puede convivir, como con el misterio, con un amor no correspondido, pero es difícil hacerlo cuando el deseo preside ese amor, un deseo de que dos almas se besen y se enciendan en una sola piel. Marga acaso sintió que todo estaba hecho al conocer a Juan Ramón. Y es insoportable el devenir con esa certeza arraigada “...y no me ves... ni sabes que voy... pero voy... mi mano... en mi otra mano... y tan contenta... porque voy a tu lado...”

Marga escribió un diario en el que recogía su dolor. Un día (¿llovía, hacía nieve, sol de infancia?) se acercó a la casa de Juan Ramón y Zenobia. Le entregó su diario. “No lo leas ahora...” Después, se disparó en la sien. 


Ese texto, tan íntimo, tan sobrecogedor, tan personal y bello, lo publica ahora la Fundación Juan Manuel Lara con el sobrio título de su nombre: ‘Marga’. Fascinante el testimonio de Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos del poeta, y de la semblanza de la artista a cargo de su sobrina, Marga Clark.

Juan Ramón y Zenobia, en cierto modo, vivieron en la sombra de esa muerte, que trataron de reparar con poemas, y menciones, y textos publicados. 


Y todo ello en tan solo ocho meses (como si no bastara un solo instante, una mirada única, una sensación de ausencia para tropezar en los desfiladeros del alma). Ocho meses intensos de amor que sació el pulso de Marga, sus ganas de, su voracidad por. Ya no quedaban violines. Acaso ni palabras.



Esther Peñas

jueves, 29 de enero de 2015

“No estamos educados para leer poesía”



Hay que ser un poco insensato, un poco descabellado, acaso alocado o poeta para fundar una revista de creación literaria cimentada en versos. Que cinco seres (¿alados?) coincidan en el tiempo en este desconcertante propósito es casi cosa de alquimia. Y surgió el prodigio: ‘La Galla ciencia’. Joaquín Baños, Noelia Illán, Samuel Jara, Manuel Pujante y Daniel J. Rodríguez (la última incorporación) conforman las huestes del equipo de coordinación. Ultiman la tercera entrega (con sorpresa incluida, como acostumbran). Cortázar y Gabriela Llansol tienen la culpa.

‘La Galla Ciencia’ remite a la casi homónima ‘Gaya ciencia’ de Nietzsche, y recoge de ella ese espíritu luminoso. ¿Es una insensatez levantar un proyecto como éste?

Desde el principio nos presentamos al público como unos locos y éramos conscientes de dónde nos estábamos metiendo. El proyecto es claramente insensato desde el punto de vista comercial, pero también creemos en él y, desde el primer momento, veíamos necesaria la existencia de una revista de estas características. Si alguien quiere ganar dinero lo último que hace es montar una revista que edite sola y exclusivamente poesía, pero nos gusta la poesía y es lo que nos hace seguir con este proyecto que puede ser insensato, pero en el que creemos y trabajamos muy seriamente. “La Galla Ciencia” también es, en cierto modo, un homenaje a la ya mítica editorial La Gaya Ciencia.

Hay una apuesta clara y contundente por la ilustración. ¿Por qué?  ¿Completa al texto, lo acompaña, lo enriquece?

Una de las primeras cosas que comentamos fue cómo íbamos a introducir las ilustraciones, y llegamos a la conclusión de que el ilustrador tenía que ser un autor más, y que la manera de unir las ilustraciones en cada número era que cada número estuviera ilustrado por el mismo autor. También nos pareció muy buena idea mantener en la portada siempre a la galla, interpretada libremente por el ilustrador de cada número, lo cual ayuda también a la unidad de la revista.

¿Qué parámetros contempláis a la hora de publicar a los autores?

El principal parámetro es la calidad. En nuestras páginas hemos editado autores de todo tipo y para todos los gustos. Cada uno tenemos nuestros propios gustos poéticos, pero independientemente de ellos, si un autor es bueno tendrá cabida en la revista. Por otro lado están las líneas que intentamos seguir en cada número para darle unidad y que no sea una simple miscelánea de textos. El primer número era casi de presentación, con una “Panorámica” abundante; en el segundo nos centramos en esa idea de “Minoría virgiliana”. En el tercero será la literatura hispanoamericana la protagonista. Y ya en el cuarto daremos un giro, pero no queremos adelantar nada…

En cuanto al diseño de la revista, elegante a la par de limpio, ¿se parece al que ideasteis en un principio?

La verdad es que, a grandes rasgos, es tal como la ideamos al principio. Queríamos tener el blanco y negro como protagonistas, tanto en la web como en la revista en papel, y aquí la Ibarra fue una de las primeras tipografías que manejamos. Luego ha habido detalles, como el diseño para poner el nombre del autor o la numeración de las páginas, que se fueron cambiando sobre la marcha.

¿Qué aporta la poesía a nuestra sociedad (digital, descreída)?

La poesía es un arte más, quizá aquel con el público más reducido de todos. Así que aporta lo mismo que podemos encontrar en una película, una canción o una obra de teatro. En esta sociedad la poesía sigue teniendo cabida en todos los formatos: además del tradicional libro en papel, tenemos poesía en e-books, en vídeos y en cada blog de los jóvenes poetas. La poesía puede aportar cualquier sentimiento y sensación a la sociedad. El problema que puede haber en la sociedad es que no estamos educados para leer poesía y nos resulta un lenguaje mucho más duro y difícil de digerir que el de una película o una canción, lo cual es una pena. El papel y el formato digital son complementarios.




Las decisiones que afectan a la revista, ¿son democráticas o existe, dentro de la teatralogía (ahora pentalogía) de la coordinación, algún criterio imperante?

Las decisiones son democráticas. Los criterios imperantes son los que establecemos por unanimidad. Aunque hay cuestiones menores que pueden salir adelante con una mayoría simple, pero para decisiones importantes somos los cuatro los que opinamos. Bueno, y ahora los cinco…

¿Qué cosas jamás publicaría ‘La Galla Ciencia’?

Tenemos claro que no vamos a publicar narrativa ni otra cosa que no sea poesía dentro de la revista en papel (aunque en la web sí que incluimos ensayo y otros géneros). Aparte de eso, no sabríamos decirte algo que no vayamos a publicar. Estamos abiertos a todas las opciones. Tampoco publicaremos nuestros textos; no toca.

Hace un par de meses salió vuestro segundo número. ¿Qué cosas –de haberlas- os gustaría ir puliendo o corrigiendo?

Estamos bastante contentos con este segundo número y se nota el salto que hemos dado con respecto al primero. Más que pulir cosas, nos planteamos cambiar  e innovar en los detalles para no quedarnos obsoletos. 

Este segundo número incluye un poemario de Roger Wolfe. ¿Cómo surgió este propósito y por qué no lo editasteis de manera autónoma?

Fue idea del propio Roger. Cuando lo invitamos a Murcia para el recital-espectáculo, en febrero de 2014, en uno de los muchos cafés que tomamos con él nos dijo que le gustaría publicar su último libro de poesía con nosotros. El editarlo unido a la revista es también una forma de recordar la manera en que los poemarios se publicaban en las antiguas revistas. Algo que surgió en un café una tarde de charla, ha terminado siendo (en palabras del propio Wolfe) el poemario más bonito que le han editado. Y estamos muy satisfechos.


Esther Peñas



*Publicado en Solidaridad Digital el 27 de Enero de 2015.


viernes, 28 de noviembre de 2014

ENTREVISTA A MENCHU GUTIÉRREZ





“Es tarea de cada uno saber cuál es su jaula que le impide conocerse”

































Su escritura participa tanto de san Juan de la Cruz como de María Zambrano. Parece que no ocurre nada en las historias que nos cuenta y sin embargo nos transforman, nos interrogan, nos colocan en lugares cruciales (el deseo, la soledad, la palabra, el prodigio, el frío, lo que alumbra...) Con exquisita delicadeza nos propone siempre viajes insólitos. El último, ‘araña, cisne, caballo’ (Siruela) nos invita a descubrir al animal que nos conforma, a reflexionar sobre la transformación, la libertad, los miedos... Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) tiene un estilo tan propio e indescriptible como el presagio. Seguro azar.

No sé muy bien cómo adentrarme a desentrañar con usted este bestiario... hay, como dice el narrador en un momento del texto, “tanta carne de metáfora”... ¿de qué obsesión brota este texto?

Es un libro hay bastante autobiográfico, o por lo menos lo que pone en marcha el libro es autobiográfico... desde hace algunos años vivo en el medio rural y estoy rodeada de animales; en mi paseo diario (todas las tardes salgo con mi perro domesticado) y saludo a la hermana cabra, a la hermana oveja y a otros muchos animales... las águilas, los cuervos y muchos tantos, la fauna es muy rica. En mis libros siempre están muy presentes de alguna manera los animales, y la relación que establecemos con ellos en el medio rural es diferente a la que se puede tener en la ciudad, el nacimiento y muerte misma de un animal. Nosotros encontramos la carne troceada y preparada en los supermercados, pero en el campo ha habido una elación previa con el animal, se ha convivido con él, se le asiste al parto y después se le mata y se vende. Hay una naturalidad que hemos perdido las personas de ciudad. Te das cuenta de que no hay contacto directo con los animales, más allá de un perro, un gato o un hámster.

 ¿Cuánta animalidad hay en nosotros?

Hay algo profundo que nos une al animal y que nos ha marcado desde siempre, desde siempre ha estado en nuestra vida, a través por ejemplo del cuento infantil: nuestra infancia está poblada de lobos, de ranas, de dragones, de animales mitológicos y reales con una carga simbólica muy poderosa. Luego hemos ido creciendo y los hemos visto en el circo, en un zoológico, a través de unos barrotes. Se pretende disfrazar esos recintos de medio natural, pero no hay quien disfrace eso... los animales está sacados de su entorno natural, no cazan, son animales a medias que no han desarrollado toda su animalidad. De alguna manera, todos tenemos una especie de fantasma animal, un animal que en algunos casos es un amigo, una presencia benéfica, un guardián tutelar, y otras es la pesadilla, el animal amenazante que aparece en nuestros sueños...

Can o lobo...

Sí, una y otra vez, amigo o enemigo... todos hemos desarrollado algo en torno a esos animales que vuelven una y otra vez a nuestra vida y en este libro aparecen todos ellos. Una referencia importante fue el ensayo de Gaston Bachelard ‘Psicoanálisis del fuego’, en el que  hace una pregunta al lector: ¿cuál es tu fantasma? ¿Es la ondina, el gnomo, la salamandra, sílfide? Es decir, las presencias del fuego, del aire, del agua o de la tierra... es una pregunta nada inocente que te coloca en donde estás tú. Me fascinó esta pregunta aunque me hizo protestar interiormente, ¿por qué tengo que elegir? Uno va a más, es cierto, y busca en esos medios donde se producen las metamorfosis; uno tiene inclinación al aire, al agua, pero hay seres híbridos, que pertenecen tanto a un reino como a otro, y de alguna manera nosotros hacemos esto también. De hecho, este es un libro en el que no hay un centro, no hay un comienzo ni un final, comienza y concluye en muchas partes del libro, como una colección de cuentos que tienen al animal como nexo, pero que construye un animal mucho mayor con estos fragmentos de animales.

Las transformaciones, las metamorfosis, tan presentes en el libro, ¿no son del todo nunca completas?


Efectivamente, es un libro que habla de las metamorfosis, pero tiene una particularidad, así como hay algunas completas, la mujer que se convierte en pájaro o, al contrario, un animal que adopta rasgos y comportamientos humanos, también hay metamorfosis incompletas, que se han iniciado y han quedado abortadas a mitad de camino, porque la persona que inicia el cambio no ha tenido suficiente fe para que se completara; habla también de metamorfosis de la voluntad. Nos encontramos con seres demediados, que no ha terminado de desarrollar esa animalidad que tienen latente... y de repente vemos a una mujer que esconde un ala rota escondida bajo la manga del abrigo, o a un hombre con un sexto dedo, cubierto de escamas o una pezuña dentro de un zapato...


Hablando de híbridos, ¿por qué nos cuesta aceptarnos así? ¿Por qué tenemos que ser una cosa o su contrario, en vez de sabernos partícipes de muchas cualidades y defectos? Pienso en este libro, que es poesía, narración, filosofía, pero también misticismo...

Sí, creo que hay espacio para el misticismo en este libro... supongo que es cuestión de seguridad, la inseguridad es incómoda, pero en todos los órdenes, y la inseguridad tiene millones de registros. Sin duda una de las más incómodas es la inseguridad emocional, la de los afectos, la del convenir; pero la inseguridad nos invita a crecer, y  de nuevo es consustancial a nosotros, no hay nada seguro. Vivimos como si, que también es necesario, tienes que tener presente la muerte, pero no puedes vivir permanentemente con ella.


Si para el pájaro que nace en el bosque, la jaula es el espacio del sueño, ¿cómo es la jaula del hombre moderno?

Cada uno tiene sus jaulas, se trata en gran medida –y esto en una de las propuestas del libro- de reflexionar sobre nuestros barrotes, que a  veces son pixeles, los barrotes de la vida moderna son tan variados y sofisticados y tan difíciles de percibir que casi podría decir que vivimos en un mundo que es la cárcel por excelencia. La jaula es una metáfora y hay muchas formas de barrotes, tangibles e intangibles... es tarea de cada uno saber cuál es su jaula que le impide conocerse, desarrollarse plenamente.

 

¿El mundo exterior a la jaula constituye el reino de la libertad y el encierro necesariamente su ausencia?

La libertad es un término tan difícil... ¿qué es la libertad? Hay partes de nosotros que no desarrollamos plenamente, con esto no quiero decir que idealice al animal, sino que es necesario sentir al animal y recordar de alguna manera de qué estoy hecha. El animal actúa como un espejo, a veces creemos que nos devuelve una mirada pero el animal no te ve, esa mirada no tiene el valor que tú le concedes... hay muchos enigmas, pero lo que más me importa es el poder de transformarse y el papel de espejo de los animales.

La interrupción de los espacios, ¿hasta qué punto nos condiciona?

Hay espacios como son cárceles, nos oprimen, no nos permiten salir y explorar. El medio rural es un medio que invita a salir y conocer el espacio, a recorrerlo, a conocerlo, a tocar el árbol, el animal... el espacio viene determinado no solo por los edificios, los volúmenes, es también mapas sonoros, el sonido del águila te dibuja o marca delimitando otro tipo de espacio fuera de tu alcance, pero lo recorres con los sentidos... las deyecciones de los animales marcan otros territorios, el animal amplia el espectro del mapa y lo hace más sensible.

El que “el mundo sea un espacio eternamente parpadeante”, ¿es conveniente, desconcertante, un prodigio?

Es una metáfora que apela a lo inconcluso, a lo que no tiene un comienzo y un final... y al ver y no ver, de repente ves y de repente has perdido la visión... apunta a que no puedes asir la realidad... la realidad no es algo permanente, está en constante en transformación, la tienes y no la tienes, tienes como vislumbres, una palabra que me gusta mucho... el ojo no soportaría la visión continua...

Cada vez que leo sus textos tengo la sensación de que tiene un vislumbre, un pálpito, coge la brújula y comienza a escribir, sin conocer de antemano no sólo dónde va a llegar sino cuál será el camino a recorrer... ¿Cuánto de cimiento de ensueño y cuánto de cimiento de la vigilia tiene esta historia?

Así es, me identifico perfectamente con esto que dices... es la memoria la que lo pone en marcha el libro, pero todo él es puro viaje... no estoy viendo al animal ni haciendo un retrato del animal, sino que parto de una emoción y empieza a adoptar una forma. Como decía el poeta, la poesía es un alma que inaugura una forma; con la escritura ocurre igual, de alguna manera inauguras una forma diferente. En el libro me coloco en lugares donde no estado antes, la escritura me lleva a eso, no he experimentado con el pelaje de algunos animales, pero la escritura me lleva allí, puedo seguir el rastro de un animal... hay muchas cosas que solo viven y existen en el libro y si no me conmueven a mí misma no existe el libro, ni la creación, ni existe nada... a mí me encanta publicar un libro, pero lo que más me importa es escribirlo. Y sí, uso una brújula, como dices, imantada al norte de la poesía, la escritura es mitad abandono y mitad control, una gran experiencia difícilmente transmisible.

Le devuelvo una pregunta: ¿Cuántas veces queremos lo que somos y cuántas nos limitamos a aceptarlo?

(...) esta misma pregunta te la hago a ti... a cualquier lector. Todos tenemos experiencia de eso, de aceptar lo que somos, lo que hay, la situación...

¿Y qué tal nos llevamos con el misterio?

La literatura se lleva muy bien, porque sin misterio no creo que se pudiera escribir, si sabes todo no hay búsqueda alguna, no hay camino; la literatura se alimenta del misterio, es su pan. Hay personas que sienten inquietud y se ahogan ante el misterio, hay quienes sufren mucho ante una realidad que no pueden dominar, entender, y necesitan orden. Hay una autora que me interesa mucho, Unica Zürn...



Escribió un prólogo para su libro ‘Primavera sombría’, en esta misma editorial...

Sí, un texto emocionante... ella decía en uno de sus cuentos que necesitaba las telarañas para pensar, porque era escritora. ¿En cuántas de nuestras casas permitirían construir una tela de araña? En nuestras casas asépticas, impolutas... no hay sitio para la araña. Muchas personas no soportan el misterio y otras lo encuentran excitante... en cualquier caso no hay elección, el misterio está ahí, te guste o no.

¿Siempre la magia, la intensidad, ha de tener una vida limitada?

(...) depende de cuánto uno se entregue al misterio, depende del compromiso de cada cual con esa intensidad, depende de qué magia y de qué intensidad hablemos. No se puede rehuir la magia, el misterio, nos persigue una y otra vez. Hay acontecimientos luminosos que nos acompañan de por vida pero no todo el mundo está dispuesto a entregarse a ellos. 


De la profusión de animales que transitan estas páginas, ¿por cuál siente querencia?

Protestaba de la frase de Gaston Bachelard, que me parece maravillosa, y es esa misma pregunta la que espero que surja en el lector, esa ambigüedad, la del escalofrío, ni calor ni frío... todos estos vértigos de la poesía. Protesto pero me gusta esta frase. Aunque me sitúo en espacios intermedios, desde luego tengo una debilidad por la cabra... me apasiona este animal, también la oveja, pero soy más fiel a la cabra, no lo sé... ningún animal viene  a nuestra vida solo, limpiamente, sin memoria, están los cuentos, asociados al bien, al mal, a la excelencia, a la sabiduría, ¿qué tiene de sabio el búho? La verdad es que me atraen prácticamente todos los animales...


ESTHER PEÑAS


 *Todas las imágenes pertenecen a Javier Lorente.