viernes, 28 de octubre de 2016

ENTREVISTA A HIPÓLITO NAVARRO


 Hipólito Navarro, escritor

El cuento se dirige a los raros, los profundos, los sensibles…


Tras doce años de silencio narrativo (en la esfera pública), este corrector del Boletín Oficial del Gobierno Andaluz, de risa fácil, de conversación flexible y de contundencia tierna, este maestro en el oficio del cuento (a través de espejos, de juegos circulares, de teselas que el lector ha de ir encajando), regresa con un espléndido libro de cuentos cuyo título es una acción de gracias al padre, Cortázar, ‘La vuelta al día’ (Páginas de Espuma).

Doce años después, nuevo libro. Este estar peinando fue largo…
A lo mejor me he pasado y alguno se ha quedado calvo de tanto peinarle… tantos años… entré en barrena, por miedo, por responsabilidad excesiva… Tras la buena acogida de ‘Los últimos percances’ y ‘Vivir del cuento’, cómo fue recibido por los lectores, por los amigos, por la crítica, me llené de satisfacción pero también de responsabilidad y de miedo, y pensé: ¿y ahora voy a salir con esto? He corregido hasta la extenuación, e iba pasando el tiempo, pasando dos años, luego cuatro, después ocho… y cada vez era peor… Diez años después, creí que sería imposible, estaba paralizado, y eso que los textos los tenía incluso mucho antes de mis primeros libros, ahí estaba yo peleándome con mis comas y mis adjetivos y mis cosas…


“Todo lo raro para los raros”, sirve de frontispicio las palabras de Nietzsche. ¿Qué es más raro, un escritor de cuentos o un lector de relatos?
Debe estar equiparado, casi, deben ser la misma cantidad… el cuento tiene mucha dificultad para encontrar los lectores que le tocan porque el cuento exige mucha complicidad, que se esté muy atento a cada pequeña pieza, porque un relato con tres o cuatro páginas no tiene ningún elemento perdido, todo está en función de algo, y si el lector se pierde dos cosas que parecen no tener mucha importancia, igual pierde la historia entera. El cuento requiere de un lector muy metido en él. Ese epígrafe de Nietzsche también habla de que “hay que apartarse de querer gustar a todos”, porque es imposible, y más con el cuento, porque para leer cuentos el lector ha debido de leer mucho antes, porque los cuentos apelan a muchas cosas. El cuento se dirige a los raros, los profundos, los sensibles…

La cita mantiene un eco en alguno de los cuentos…
Sí, durante mi adolescencia encendíamos una candela y leíamos cuentos, de Kafka, de Beckett, de Nietzsche… a Nietzsche en los 70 lo leíamos mucho, es muy cómodo de leer, sobre todo ‘Humano, demasiado humano’, tan fragmentario. Sí, hay juegos en un par de relatos, me gusta que todo tenga que ver en los libros, las dedicatorias, las portadas, las citas, que todo se integre en algo.

La inspiración, la técnica, las lecturas acumuladas o los juegos especulares… ¿Cuál es el mejor ángel de la guarda del escritor?
Para mí, un protector que me sirvió, además, para tomar distancia, fue el humor, pero ahora es la memoria. Todo lo que había escrito que creía que había partido desde mi imaginación, un poco loca y desbordante, en el fondo tenía mucho de mí dentro. En realidad todos mis cuentos escondían muchas cosas personales sin darme cuenta.

La escritura para usted, la vida, añado yo, es memoria. ¿En qué momento la vida de uno se convierte en materia de ficción?
Es difícil saberlo, hay mucha gente que me dice lo interesante que es su vida; mi suegro, de hecho, escribió la suya… casi todo el mundo tiene una historia interesante para contar… qué parte de la biografía puede ser llevada a la narración y que funcione… es difícil saber. Mi abuelo fue emigrante en Nueva York en 1916, y trabajó en la prolongación del puente de Brooklyn, eso puede convertirse en una historia interesante para el lector, pero después hay cosas más pequeñas que no lo son en apariencia, por ejemplo el que me vaya con mis amigos de la adolescencia a escuchar a Pink Floyd y a leer a Nietzsche, y sin embargo terminó como cuento. Quizás todas las partes de la biografía puedan servir, lo difícil es cómo abordarlas y construir con ellas algo que sea válidamente artístico e interesante. Hasta ahora yo era incapaz de abordar el suicido lento de mi padre. Podría haber contado un coma etílico de los muchos que tuvo detrás del mostrador del bar, o esos momentos en los que mi madre me mandaba a ver cómo estaba, y yo me tendía a su lado para ver si respiraba. La cuestión es ¿cómo cuentas eso?

Bueno, usted lo ha hecho, de alguna manera…
Sí… en cierto modo, como te decía antes, siempre lo he hecho. Me dí cuenta cuando Sainz de Ibarra preparó una antología de mis relatos. Ahí descubrí cuánto de mí había en ellos, y me sorprendió.

Pienso en el último relato, ese que habla de su padre, ‘La poda y la tala de los árboles frutales’, en el que el protagonista asegura que el libro más importante de su vida fue uno que jamás leyó. Pero, ¿cuál es la lectura inaugural de Hipólito?
Es muy difícil responder a eso porque marcan muchas, precisamente ese texto fue una petición sobre el libro que más me había marcado… Me dirigió a escribir los cuentos los de Cortázar, fueron una iluminación, había leído mucho antes, Verne, Salgari, ‘El exorcista’, ‘Papillón’… pero no me dejaron un poso detrás más allá del gusto por leer, pero los cuentos de Cortázar, en concreto ‘Historia de Cronopios y de famas’, esas ‘Instrucciones para subir una escalera’… ahí me dí cuenta de que se podía escribir de cosas que me parecían imposibles, me gustaban los chistes, los juegos, las  asociaciones verbales… y Cortázar me enseñó que se podían contar historias locas con visos de seriedad, de convertirse en algo importante. Y también otro libro me marcó mucho, ‘Cómo acabar de una vez por todas con la cultura’, de Woody Allen. Un libro maravilloso, que proponía exactamente lo que yo quería, romperlo todo. Dos libro que me iluminaron, que me animaron a escribir cuentos. Luego han venido otros muchísimos, los cuentos de Onetti, los latinoamericanos, realismo social, el boom, todo eso me marcó, traía una alegría del lenguaje que nos llenó de vida a quienes vivíamos en un mundo gris, en los años sesenta, en España.

Amo a Cortázar pero…
A Cortázar hay que llevárselo a comer a casa.

¡A vivir, incluso!
¡Exacto!

Decía que amo a Cortázar, de otro modo también a Borges, pero son peligrosos, te fagocitan…
Son peligrosísimos, pero de eso me di cuenta rápidamente; aprendí de Cortázar el sentido lúdico, pero al papá hay que matarlo rápido, así que tiré por mi territorio, porque tienes razón, es casi imposible no querer imitarlo… Y a Borges es imposible hacerlo, es único, aunque yo no me lo llevaría a casa…

Hombre, si viene acompañadito de Bioy Casares, yo hasta el fondo le dejo entrar…
¡Sí! A Bioy por supuesto, pienso en ese cuento, ‘El calamar opta por su tinta’, delicioso, ¡gracias por recordarme a Bioy, qué grande! Me di cuenta, como te decía, del peligro de esos autores, y me aparté a tiempo. De hecho, en mi segundo libro, yo ya estaba lejos, y así lo vio la crítica. De lo que no me separé nunca fue del agradecimiento. De hecho, el título de este libro, ‘La vuelta al día’, es un homenaje descarado.

Pienso en ‘Puentes, acueductos’, qué cosa esta que lo real sea más ficticio que la literatura…
Jajaja, sí, eso también es real, es otro de los cuentos que juegan con otros anteriores, me gusta el trasiego de historias. Es que, a veces, voy a los pueblos y me parece todo impostado, todo mentira, esa gente lava calzoncillos en el río, con un moño ladeado, los gatos comiendo sardinas, los sostenes tendidos… la realidad es mentira, la verdad está en la literatura… tengo la cabeza confundida.

Qué será, será…
Una cosa extraña, en cualquier caso.

“A un tigre, así sea albino, nunca le da por contar sus rayas”. Hay comienzos como este, imprescindibles, llenos de ecos…
 ‘Balance’, el cuento al que te refieres, habla de cómo los artistas tienen que pelear con su arte sin hacer caso de lo que digan de ellos, pelear a lo bestia… es sospechoso un  ebanista al que no le falten un par de dedos, así como sospechoso sería un domador de tigres al que no le falta una oreja… Al tigre no le importa las rayas que tenga, él da un zarpazo. Esta cita es un homenaje a mi libro ‘Los tigres albinos’. La única novela que tengo, ‘Las medusas de Niza’ parte de dos elatos que a mí me gustaban mucho, ‘Tantas veces huérfano’ y ‘Los artistas cautivos’, ví los puntos de unión y la construí. Luego sentí que había traicionado a mi género favorito, así que restituí los cuentos como lo que eran, relatos, no novelas, y de ahí ‘Balance’ y ‘Rifa’ que son, además, cuentos programáticos, como una poética, me alegra que te haya llamado la atención…

Hay poco ejemplos de escritores que no se hayan salido del cuento, acaso Borges, como si un escritor fuera menos escritor si no escribiera una novela...
Es muy triste, y sucede en nuestro país. Salvo alguno, Monterroso, con una excepción, Medardo Fraile…

Inmensísimo Medardo…
Desde luego. Él escribió ‘Autobiografía’. Pienso en Fernando Quiñones, cuyos cuentos eran extraordinarios, y que, sin embargo, se vio en la obligación de escribir poemas.

Me quedo con su faceta de poeta…
También, su serie de las Crónicas son extraordinarias, pero al final tuvo que escribir novelas como ‘La canción del pirata’, finalista del Planeta, etc. En este país, hasta que no sacas una novela o dos o tres no te echan cuenta. Cuando publiqué ‘Las medusas de Niza’, que obtuvo un par de premios, me preguntaron que qué sentía con ella, y respondí que decepción, porque había escrito cuatro libros de cuentos que apenas llamaron la atención. Una novela te da dinero, lectores, fama, pero hay que hacerlo, desde aquello empiezan a entenderme de otra manera, a fijarse en mis cuentos. Me apena que alguien que solo quería haberse dedicado al cuento no haya podido. Me aburro escribiendo novela, encerrarme en una habitación con unos personajes tanto tiempo… no puedo.

El relato, de algún modo, ¿es capaz también de dar la vuelta al día del lector, incluso capaz de mudarle el alma?
Al lector espero, a mí, como autor, el cuento último me la ha mudado, me ha puesto del revés.


No hay comentarios:

Publicar un comentario