martes, 22 de agosto de 2017

ENTREVISTA A NOELIA ILLÁN


Noelia Illán, poeta


Lo que tiene que tener un poeta es una visión especial del universo que nos rodea


Es difícil no quedar fascinado por el descaro, la ternura, la fiereza, la sabiduría y el humor de esta poeta, por su registro, cualquiera que sea. Su reciente poemario, ‘Verbos por dentelladas’ (Ravenswood Books Editorial) es la versión hecha palabra de ella misma. Porque el lenguaje, finalmente, es un paisaje, y cada vez que se escribe se convoca. Noelia Illán (Cartagena, 1983), además de poeta (cuando escribe y cuando no) está al frente de ‘La Galla Ciencia’, un reino lírico libérrimo, asombroso, fascinante e intenso.

Los verbos, ¿son la clase de palabras más parecidas a una dentellada?
Depende del verbo, claro. “Verbum” en latín es “palabra”, en general. No sólo pienso en acciones cuando hablo de “verbo”, sino más bien en cualquier concepto que tenga una transcripción escrita, porque además no todo lo que uno quiere expresar tiene una representación gráfica, por lo que el tema es más complicado de lo que parece. Pero esto son disertaciones estúpidas de un profesor de Latín… En definitiva, hay palabras que hieren, hay palabras que revitalizan, hay palabras que excitan…, y todo eso se podría resumir en “dentellada”, porque al final si no deja los dientes marcados no es un buen bocado.

¿Qué ha de tener la vida de un poeta del siglo XXI para no echar de menos la vida de un poeta?
Realmente hay poetas en el mundo que no escriben y hay escritores de poesía que no son poetas. Puedo poner algunos ejemplos cercanos. Esto, claro, tiene que ver con lo de “qué es poesía”, pero yo no me atrevo a dar una definición. Lo que sí tiene que tener un poeta (escriba o no poesía) es una visión “especial” del universo que nos rodea. Decía uno de mis profesores de Religión que había que ver algo más que leña en un bosque, y estoy de acuerdo si lo aplicamos a la Literatura. ¿Y cómo ver la luz entre tanta basura? Pues afinando el ojo, y si la vida te proporcionara momentos de absoluta contemplación todo sería más fácil, creo. Esto es: tiempo.

Hay un deseo constante de ciudades (Budapest, Roma Venecia, Alejandría…) ¿se alumbra mejor la poesía en la calle?
Para mí los viajes siempre han sido momentos de inspiración, pero no creo que sólo sea por la belleza de esas ciudades (cómo no inspirarse en el Rialto, o en el atardecer de Buda, o tomando té en la subida a la kasbah…), sino más bien por eso que digo: el tiempo. Si uno está viajando por placer, significa que tiene tiempo de pararse a mirar. A veces un detalle aparentemente insignificante; otras, una puesta de sol o una playa o unos árboles al viento. Todo es cuestión de pararse. Hay que “pararse”.

Hay un constante mirar hacia atrás en el tiempo y su tono, ¿más cargado de melancolía o de resignación?
Ambas. Melancolía de algo que a veces no he vivido siquiera. Lo he leído, o lo he sentido en una película… Me sorprendo a menudo sintiendo melancolía de cosas que no he vivido, de sitios donde no he estado, de luces que no me han rozado la cara. Resignación porque todo pasado fue mejor, dicen. Hay días en que uno piensa “bueno, es lo que hay: nos quedan los libros, el vino o la música”. Hay otros en que te apetece salir a la calle con una katana a luchar por tus ideales. Depende de lo dura que haya sido la noche… Pero sí: ambas casi en igual proporción.

¿Qué evita “que no nos volemos la cabeza”?
La curiosidad. ¿Qué pasará? ¿Cómo acabará esto?

“No me busques aquí. No soy”. ¿Dónde no puede/debe estar el poeta?
En lo tóxico, en lo dañino, en la maldad hacia el prójimo, en la trivialidad (y esta palabra no es “la naturalidad”, que sí debe ser territorio del poeta), en lo falso, en la hipocresía, en lo artificioso.

¿Qué nutre más el verso, lo que se repugna o lo que se adora?
En mi caso, lo que adoro, lo que admiro como algo único en el mundo. Lo concreto, lo animal, lo hermoso.

“Quizás ese anciano lleva años/sin ver algo tan hermoso”. ¿Qué es la belleza para Noelia?
Lo extraordinario, pero que a veces está en lo cotidiano. Por esos miles de incordios de la vida ésta ajetreada, a veces no vemos lo bello que nos rodea. Una mujer recogiéndose el pelo, un perro lamiendo a su cachorro, un rayo de luz que entra por la ventana y justo toca los zapatos que has elegido para esa noche, un anciano sonriéndote en un paso de peatones… La belleza está ahí.

Citas de poetas clásicos y contemporáneos, pero mucha música. ¿Qué banda sonora acompañaría a este poemario?
Mucha música clásica (los “Nocturnos” de Chopin son una constante, o Mahler o Shostakóvich), pero también Bunbury, Bebe, Héroes del Silencio, Bowie, Lou Reed o Pink Floyd. La música no puede faltar. Como decía aquel anuncio de no sé qué producto, “sería terrible vivir sin música”, ¿no?


“Si te das cuenta/todo es la versión de otra cosa”. ¿Cómo se reconoce la autenticidad de un poema?
Eso es muy difícil de explicar. Estoy segura de que tú sabes cuándo un poema es bueno y cuándo es malo. Y a veces sabes que es bueno pero no te “araña”, no te da esa “dentellada”. Está claro que no todos los poemas de un libro van a dar una hostia (¡cómo aguantarlo!), pero a veces llega ese “verso” que te deja k.o., que sabes que está es la lista de “versosqueteacompañaránsiempre”. Por ejemplo, ese “oigo los hierros de la Ilíada”, o aquel “voy a empezar contigo el desayuno”, o “cuando ingiero famélico tu lodo”. A veces ya da igual quién lo dijo, pero te persigue como el coyote por donde vayas.

¿Cuándo uno busca algo de amor y cuándo un poco de estruendo?
Amor supongo que siempre, aunque no sea ese amor de pareja que uno asocia a las películas americanas. Amor de las personas, de tus amigos y tu familia (sanguínea o no). Estruendo quizá no tantas veces, porque al final el trueno siempre pasa y lo que queda es el suelo mojado por la lluvia. Yo personalmente prefiero una mezcla de ambos: la vida debe agitarnos un poco, porque si no, ¡qué aburrimiento! ¿No? Y sí: estamos hablando de sexo, por si dudan los lectores.

Los clásicos, no solo en las citas, presiden el poemario en tanto que manera de mirar el mundo. ¿Qué nos enseñaron ellos?
Todo. Para bien y para mal. La cultura grecolatina es la base de la nuestra, con otros tantos aderezos más o menos potentes, como los árabes o el bombardeo que hoy sufrimos de los yanquis, jejeje. Somos un “mezclete” de varias cosas, pero los clásicos, los autores como Catulo, Tácito o Safo ya lo dijeron casi todo. Y si uno los lee con atención lo ve claramente. El pasado te explica el presente, eso es así.

El vino tinto, “como la sangre de Héctor”, ¿sana tanto o más que la poesía?

Ese verso le gusta mucho a un poeta que yo adoro, y cuando lo leo me pongo a mover el rabo como un cachorro al que le hacen carantoñas… “In vino veritas”, decían los romanos. El vino puede ser altamente recomendable en ciertos momentos (a mí me sienta muy bien el alcohol física y mentalmente hablando), pero siempre hay que llevar cuidado. No por esa basura que nos dicen ahora de “vida sana, no fumes, sal a correr y evita el aceite de palma”, sino que a veces el vino y sus hermanos sacan a la luz cosas que no nos gustan. Decían los griegos que era un dilatador de miembros (no va en el sentido sexual), y yo creo firmemente que sus efectos pueden llevarte a ese estado placentero de “todo se relaja y la sangre fluye mejor, por tanto, pienso mejor”, pero eso puede llevarnos a rincones que no queremos visitar a diario. Como decía el poeta, todos tenemos nuestros fantasmas -que se dan por culo unos a otros- en nuestra cabeza.


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