martes, 29 de agosto de 2017

JULES VERNES DESDE LOS CUATRO ELEMENTOS


Graphiclassic publica un segundo volumen dedicado al escritor francés Jules Vernes observado desde los cuatro elementos


Nadie como él para ensanchar la imaginación del lector. Su estilo preciso, casi exacto, ágil; sus atmósferas trazadas con la exquisitez de lo sencillo; las tramas, urdimbres a las que resulta imposible no entregarse en un disfrute intenso; los personajes diligentes, entrevistos, comedidos. Todo ello construye una catedral literaria, inagotable e inalterable a la que volver tantas veces se desee porque, tantas veces como uno se aproxime a ella, recibirá la ungida lectura que reconforta. Hablamos de Julio Verne (Nantes, 1828–Amiens, 1905).

Es imposible no asomarse siquiera a cualquiera de sus Viajes extraordinarios y no quedarse prendado. ‘Cinco semanas en globo’, ‘Viaje al centro de la Tierra’, ‘Los hijos del capitán Grant’, ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, ‘La vuelta al mundo en 80 días’, ‘Miguel Strogoff’… Los entusiastas del francés se extienden por todos los continentes; de hecho, es el autor más traducido del mundo después de Agatha Christie.

Graphiclassic publicó hace tiempo un volumen dedicado al escritor, en el que se analizaba las características más sobresalientes de su obra. Ahora acaba de publicar una segunda entrega en la que pormenoriza sobre aspectos menos transitados. Dividido en cuatro partes, correspondientes a los cuatro elementos, las casi trescientas páginas a color que componen este segundo tomo, ‘Jules Verne’, contienen una nómina de nombres más que suculenta: Fernando Aramburu, Constantino Bértolo, José Jiménez Lozano, Guadalupe Arbona, Natalia Carrero, Fernando Savater… a los que acompañan ilustradores que reflejan su particular enfoque de los textos de Verne: Ana Juan, Ulises Culebro, Federico del Barrio…

Para Pilar Pedraza (que también participó en la primera entrega), “la imaginación de Verne era prodigiosa en cuanto a situar sus narraciones en contextos diversos, para lo que se documentaba abundantemente aparte de crear mundos verosímiles, y estaba al día de la tecnología de su época, tanto como para montar un artefacto fantástico como el de ‘El castillo de los Cárpatos”. Sobre este texto trata el espléndido artículo de Pedraza, en el que transita por los vínculos entre la obra de Verne y otras como ‘Consuelo’, de Sand, ‘La Eva futura’, ‘Orlando’ o ‘El hombre de arena’ y reflexiona sobre lo racional, lo fantástico y lo tecnológico de la novela publicada entre enero de 1892 y diciembre del mismo año, y como un solo volumen en octubre, con ilustraciones en color de Léon Benett.

“Me interesa Verne por su calidad como narrador, por la sencillez y riqueza de sus tramas y por la transparencia de su estilo, que le ha hecho asequible a los niños y los adolescentes de todas las épocas”, puntualiza Pedraza, para quien “su obra nació fresca y no ha envejecido con el tiempo gracias a su falta de rémoras retóricas, a su lealtad con el lector y a la bondad de los valores con los que se mueve”.

UN VERNE MÁS REBELDE

Uno de los artículos más interesantes es el que firma Inés Mendoza, ‘Verne simbolista’, que nos descubre un escritor no tan políticamente correcto como pudiera parecer a primera vista. En cuanto a la ‘poética de la rebeldía’, Mendoza explica que “por lo que he leído sobre el asunto, nada confirma que Verne profesara el anarquismo, no existen unas “pruebas concluyentes” que nos aseguren que en su vida práctica cuestionara la sociedad burguesa y la ideología capitalista. Pero su obra es ambigua, como mínimo, en este sentido. Por otro lado, yo soy una escritora apasionada por Verne, no una especialista. Sin embargo, juraría que cualquier lector crítico puede comprobar que en bastantes libros del autor hay indicios que apuntan hacia una profunda rebeldía política. En mi artículo menciono algunos. ¿Que en los ‘Viajes extraordinarios’ hay rastros de convicciones contradictorias? Lógico. ¿Y quién de nosotros no es un sujeto dividido? Una cosa es que la postura política de ciertos escritores provenga de la mala fe, el infantilismo o la complicidad con los poderosos, y otra muy distinta que un escritor que se preocupa por la sociedad deje evidencias de su complejidad humana. No es lo mismo, y seguro que todo buen lector sabe distinguir una cosa de la otra”.

De entre los personajes alumbrados por Verne, Mendoza siente querencia por Nemo. “Para empezar, Nemo es un romántico, un héroe prometeico que asalta varios cielos. Y para mí el romanticismo es algo así como una religión. Reconozco que me atraen todos los personajes vengativos, pero digan lo que digan las almas bellas, la venganza de Nemo no deja de ser un canto al amor, una elegía terrible que se aleja de toda convención sensiblera y se resiste a ser domesticada. ¿Es casual que en muchas películas donde aparece este personaje no se mencione el asesinato –político- de su esposa y su familia? Yo lo dudo. Además, Nemo es un dandy y un lector furibundo. Y siempre me ha conmovido su espíritu libertario: es rebelde, generoso (ayuda a los náufragos de La isla misteriosa), a veces habla como un miembro más de su tripulación, desprecia el dinero, rehúye la publicidad, respeta a las culturas “primitivas”, apoya la causa de los oprimidos, etc. Han corrido ríos de tinta sobre la misantropía del capitán del Nautilus, pero para mí ese rasgo sugiere que Verne deseaba el bien, sin hipocresías. Valora más la humanidad quien la desea libre que quien justifica o niega sus (nuestras) vergüenzas. En suma, me gusta Nemo porque lo veo como un romántico auténtico, entendiendo esta autenticidad en el sentido existencialista”.

En su conjunto, este segundo volumen que dedica Graphiclassic a la obra de Verne ahonda en aspectos a veces periféricos respecto de la enjundia de su obra, que no hacen sino alumbrar la enorme proyección y la incesante posibilidad de lecturas sobre sus textos.



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