Necesitamos algo más que
hombres postulados como probables para combatir los tiempos que llegan. La
lucha se está incubando en otro lado, que apenas si sospechamos. No hay
alternativa al capitalismo (de momento) pero hay otra manera de vivir. Y para
poder ejercer los estrechos márgenes de libertad, hay que saber. Estar
informados no es suficiente, pero resulta de capital importancia. Por eso
libros como ‘Exit. Ideologías de la crisis’ (Enclave), del periodista alemán
Tomasz Konicz resquebraja la dócil tranquilidad que nos inoculan los medios de
comunicación canónicos.
‘Exit’ propone una lectura
vehemente pero objetiva sobre los peligros de este tiempo. “le tocaron, como a
todos los hombres, malos tiempos en los que vivir”, escribió Borges. Tal vez
ninguna época fue la mejor de las posibles, pero desde luego la nuestra, ya
tentado el XXI, se presenta como irrevocablemente fatal. No son ganas de ser
agoreros, pero hay que estar preparados. El capitalismo, heridos por estas
últimas crisis, prepara su venganza. El estancamiento permanente, lo denomina
Konicz. Más gráfico, aún: el capitalismo como religión secularizada.
Se avecina un futuro en el que
los vínculos se irán socavando hasta convertirse en un lujo al alcance de muy
pocos. Un futuro en el que los videojuegos nos preparan para asumir que la vida
humana apenas tiene valor (el precio lo perdió hace tanto que ni nos acordamos,
si bien trata de mantener el paso en Occidente); un futuro en el que procurarán
que seamos consumistas las veinticuatro horas del día, los siete días de la
semana (24/7, ¿recuerdan? Jonathan Crary); un futuro en el que “el capital se
encuentra sencillamente despojado del componente trabajo”, con lo que ello
conlleva, nos recuerda el alemán. La locura: “el trabajo asalariado constituye
la sustancia del capital que, sin embargo, al mismo tiempo debe eliminar el trabajo asalariado del proceso productivo
mediante medidas de racionalización”. Contradicción en proceso, que llamaría
Marx.
De nosotros, de cada uno de
nosotros, depende salir de la “jaula mental” cuyos presos solo llegan a ver los
fenómenos de superficie. Por eso, textos como este que edita Enclave son mapas
para poder entender por qué se deja que se hundan los países en la periferia
del sistema, por qué el endeudamiento es una estrategia suicida (y para la que
no hay alternativa alguna), por qué los países emergentes, de los que se nos
vende vendrá la esperanza del mañana, son importantes como proveedores de
materias primas y mano de obra de bajo coste, pero irrelevantes como mercados.
¿Cuál será el protagonismo
ruso, el chino? ¿De qué modo vamos a gestionar (verbo tan en boga, aunque vacío
de significado concreto) el flujo de inmigrantes, el de refugiados. ¿Qué
haremos con esta “humanidad superflua”, en palabras de Konicz? ¿Qué nos dirán y
cómo los medios de comunicación? ¿De qué modo las nuevas tecnologías socavan
esta civilización en derrumbe?
Estas cuestiones y algunas
otras son las que aborda Konicz en su libro, un libro articulado de textos
valientes, ecuánimes, estimulantes. Hace falta cabeza y corazón para lo que
venga luego (si es que procede hablar todavía de un luego).
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