Entrevista al escritor Pablo d’Ors
"La creatividad, en cualquiera de sus
manifestaciones,
es una autoafirmación de la vida."
En el fondo, Pablo d’Ors siempre habla de lo mismo,
como todos los grandes escritores. Cada cual tiene su propio asunto. El suyo es
el de la identidad, el de la
construcción y búsqueda de lo que uno es, de lo que uno quiere y está abocado a
ser. Y ello a partir del exilio. La región del conforto es un lugar al que
volver para tomar aliento, pero no hay que olvidar que nada crece allí. ‘Contra
la juventud’ (Galaxia Gutemberg) es la historia del tránsito de Eugen Salmann
de la juventud a la madurez. De nuevo, una novela iniciática.
Nueve meses en Praga cargados de
vivencias y de revelaciones, con eco constante de Kafka y Kundera. ¿Hasta qué punto
el contexto es importante?
Todo lo que le sucede al protagonista le sucede
porque hace la experiencia de salir de su territorio, en este caso de Berlín, la
experiencia del éxtasis, o del éxodo, o del exilio. Cuando empiezas salir de tu
círculo de confort es cuando pueden
empezar a pasarte cosas, cuando uno
puede entrar en la experiencia del juego de la identidad, indagar e investigar
quién eres. Por otro lado es una novela atmosférica. La atmósfera es Praga, al
igual que en ‘Lecciones de ilusión’, el manicomio, o en ‘El estupor y la
maravilla’, el museo. En ese sentido, Centroeuropa, y Praga en concreto, me
sirve como espacio donde hacer más expresivo lo que quiero contar: la
perplejidad, que es lo que nos cuenta Kafka. Un señor es sometido a un proceso
pero no sabe de qué se le condena; un señor quiere entrar en un castillo y no
se le permite; en mi caso un tipo que quiere establecer una filial, pero no
puede, que quiere escribir un libro, pero es incapaz, que le proponer traducir
su obra literaria sin tener nada escrito...
¿Acaso no toda novela suscita la
perplejidad?
Creo que la perplejidad es lo propio del género
novelístico. Mostrar cómo la vida no cabe en un cajón y cómo lo que nos sucede
no se puede domesticar sino que nos descoloca. En la medida en que este libro
pueda descolocar y os hables de nuestra propia perplejidad, cumple su función.
Todos deseamos tener aventuras
que nos transformen, pero a la hora de la verdad nos puede el miedo. ¿Por qué?
Hay miedo porque no hay vida. Una vida con temor es
una vida que no merece la categoría de vida, porque no hacemos la experiencia
de vivir, estamos protegiéndonos de la vida, sin capacidad de riesgo, de
apuesta. Todos mis libros quieren ser un salto mortal, me expongo porque sólo
así se puede generar algo interesante. Son dos las posibilidades básicas de la existencia,
el temor y el amor, vivir protegidos o hacer la experiencia de la entrega y de
la recepción.
¿Cómo sabe uno que el salto al
vacío es el correcto?
Ah, nunca lo sabe, si no, no sería un riesgo, ni una
apuesta, puedes saltar al vacío y estrellarte o saltar y volar. Lo más frecuente
es que te estrelles, pero si persistes, alguna vez volarás, éste es el asunto.
La gente no salta al vacío porque tiene la experiencia del fracaso, siente
miedo, pero si persistes es que has alimentado la confianza; tanto la
meditación como la escritura, el silencio y la palabra, mis dos oficios,
suponen ese acto de confianza de saltar al vacío. La experiencia del escritor
es la de quien soporta más su propia estupidez. Cuando escribes te das cuenta
de que lo que te encuentres es una tontería, de que no tiene ningún interés, te
devuelve la imagen de ser un tonto, pero si tú persistes te encuentras de
repente una palabra, una frase que conecta con algo genuino e importante. Se
soportan muchas sombras para llegar a la luz. Este libro habla de eso, de las
estupideces que tiene que soportar un joven para alcanzar la madurez. Podía
haberse titulado ‘El juego del ser’. Nuestra naturaleza es errática, en el
error aprendemos, por eso ‘Contra la juventud’, porque en la juventud nos
destruimos y destruimos al otro tantas veces... hacemos daño... es un drama...
y a la vez hacemos un gran drama de cosas minúsculas...
¿Pero cómo es posible sobrevivir
habiendo hecho daño a quien se ama?
A él le hacen daño y él hace daño, no es una
cuestión de voluntad, él no quiere hacer daño... en esta vida, en general, en
cualquier ámbito, todos somos víctimas y verdugos, en toda relación afectiva también,
en menor o mayor medida. Porque la vida es aprender a ser lo que uno quiere
ser, lo que uno tiene que ser.
El sacerdocio y la escritura
¿sería tu díptico vocacional, una actividad te protege de la otra?
Mi díptico vocacional es el silencio y la palabra, el
sacerdocio y la novelística. Soy un hombre de la palabra y del silencio; creo
además, que sólo las palabras que van precedidas por silencio pueden comunicar
y provocar el silencio en el otro. Lo difícil no es escribir, sino tener una
vida interior; sólo si tienes silencio tu palabra está preñada. El problema de
la subliteratura no es la palabra sino la ausencia de vida interior y, por
tanto, aunque las palabras puedan ser impecables en cuanto a técnica no
transmiten nada porque no hay nada detrás de ellas. No hay mejor regalo para un
escritor que el lector que cierra tu libro y comienza a forjar su propia creatividad,
su propio sueño, su propia ensoñación. La creatividad, en cualquiera de sus manifestaciones
es una autoafirmación de la vida.
¿Por qué si todo lo importante
está cerca de nosotros nos cuesta tanto advertirlo?
No lo sé... la vida es un camino y hay que
recorrerlo. Cuando somos jóvenes pensamos que tenemos que llegar a una meta, y
cuando somos adultos aprendemos que el camino es la meta. En la escritura esto
está muy claro, si tú escribes pensando en el libro que quieres escribir, en la
meta, te imposibilitas, tu propia ambición o aspiración imposibilita el acto mismo
de la escritura, mientras que si tú te olvidas de la meta y están completamente
en el presente de la escritura el fruto se producirá tarde o temprano; donde uno
se juega todo es en el propio proceso de la creación (o de la vida). El tiempo
o la historia es justamente el despliegue de este proceso, de cómo hay que
encontrarse con el otro para descubrir quién es uno, salir fuera para poder
descubrir lo que uno tiene dentro. El otro, lo de fuera, es siempre un espejo de
lo que uno tiene dentro y de lo que tenemos que aprender: que el otro no es otro,
eres tú. Esa es la experiencia de la vida.
Hay un momento dado en el que el
protagonista no puede dejar de mentir, ¡incluso afirma haber conocido a Hans
Küng! ¿Mentimos más al otro o a nosotros mismos?
La novela es un canto a la impostura, a cómo
aprendemos ensayando, y ese desdoblamiento es el que produce el efecto cómico. Igual
que llegamos al acierto a partir del
error, también llegamos a la verdad a través de las mentiras, o de los caminos
equivocados; quien miente al otro lo hace porque en el fondo no sabe todavía
quién es, o no lo sabe del todo, y ensaya ante el otro y ante sí mismo.
Y, como en tus novelas
anteriores, la mística y la erótica...
Es una novela no sólo sobre la erótica o la mística,
sino también sobre la poética, sobre el acto de escribir, de comunicar, de
crear. La erótica y la mística tienen una pasión común, la unidad, la de los
cuerpos y la de los espíritus; erotimo y misticismo es el binomio por excelencia
del ser humano. Creo que toda novela es un canto a la fractura y a la nostalgia
de la unidad. Todo experimentamos estar divididos (de nosotros, de los otros) y
todos aspiramos a estar unidos, al equilibro, a la armonía, a la convivencia
pacífica...
Y sin embargo insistimos en que
las cosas son eróticas o místicas, blancas, negras, tratamos de vernos como
buenos o malos, sin aceptar nuestra multiplicidad, sin aceptar que somos tan
benditos como malditos, tan sagrados como profanos...
Me encanta la pregunta porque, en mi opinión, ese es
el dilema fundamental de la existencia humana, que entendemos la unidad a la
que aspiramos como uniformidad, como negación de la diferencia, no entendemos
que una persona sea erótica y mística a la vez, somos unívocos porque estamos
pervertidos, porque nuestra experiencia no responde a eso, somos personas con
ideales y con instintos, queremos simplificar la realidad pero la realidad es
plural. El arte de llegar a la unidad no es negar la diferencia sino aceptar la
convivencia de contrarios, el camino hacia la unidad atraviesa la pluralidad y la
aceptación de la diferencia.
El humor nos recuerda que no hay
una explicación unívoca de las cosas, el humor nos recuerda que lo que pensamos
puede ser pensado de otra manera...
El sentido del humor nace en la literatura con la
novela. Sí, el sentido del humor es un reírse de la visión única. El sujeto
moderno es quien se da cuenta de que las cosas no son lo que parecen, de que no
todo está establecido; la novela nunca es unívoca, nace con la Modernidad y con
el sentido del humor. Las grandes novelas, como ‘En busca del tiempo perdido’,
‘El hombre sin atributos’ o ‘La montaña mágica’ por citar algunas, están llenas
de humor, de capacidad de reírse de uno mismo. ¿Recuerdas ‘El amor de Swan’? El
protagonista, después de dedicar cuatrocientas páginas a comprobar si Odette le
quiere o no, se da cuenta al final de que Odette no es su tipo.
¿Cuántos Pablo d’Ors conviven
dentro de ti?
No sé cuántos, pero sé que conviven con mucha
armonía en este momento, siento que voy encaminándome hacia esa aspiración de la
convivencia plural que posibilita la unidad, no vivo la contradicción de manera
sangrante o dolorosa sino que me siento muy unificado, sin que suene
pretencioso. Por ejemplo, no veo contradicción entre este libro y ‘El olvido de
sí’.
Creo que no la hay, hablan de lo
mismo, de otra manera...
Sí, son épicas del individuo, en este caso de un
hombre adolescente, muy perdido, en búsqueda, donde el ‘yo’ preside; en ‘El
olvido del sí’ ya habla un tipo adulto, maduro, y preside el ‘tú’. Pero ‘Contra
la juventud’ podría haber sido perfectamente la historia de Foucault joven.
Pero nos cuesta pensar que de un ser como Salmann pueda salir un Foucault por nuestra
estupidez; todos somos estúpidos, nos parece que la vida solo puede ser de una
manera, pero en el mismo individuo se puede producir lo más miserable y lo más
sublime, eso es lo hermoso del ser humano. Creo yo.
Es tan necesario como difícil
convivir con el misterio...
El misterio nos recuerda que no somos los señores de
la vida ni de nosotros mismos, que somos aprendices, que no controlamos ni
dominamos, el misterio es una invitación a no controlar, a dejarse sorprender,
a no matar al niño que tenemos dentro, a mantenerlo vivo viviendo desde la
sorpresa, a dejarse llevar en cierto modo, esta es la verdadera literatura que
me interesa, la que se abre a la vida.
Esther Peñas