Ixiar
Rozas,
escritora, dramaturga e investigadora
Lo
que mantiene viva la búsqueda es el deseo de dar forma a algo.
Hay
palabras que al ser escuchadas despliegan en nuestro interior una cosmogonía de
significados, lugares, texturas. Palabras que al ser escuchadas nos invitan a
habitarlas más allá de las letras que las componen, remitiéndonos a la voz que
las convoca. ‘Beltzuria’ (Enclave), de Ixiar Rozas, es un transitar por el
rastro de un ausente; es el momento previo a una tormenta y lo que abate el ánimo;
es lo que el recuerdo blanquea para poder seguir viviendo. Pero es mucho más
este texto traducido del euskera al castellano por José Luis Padrón.
‘Beltzuria’ es aroma de una tierra a la que se regresa remando en poesía, y en
incertidumbre, en brazos de la pura contingencia. ‘Beltzuria’ reflexiona sobre
la voz y que subvierte la relación entre las palabras y las cosas. Y que
‘bocaliza’ las palabras, las hace carne que proclama, como el silencio, la voz.
Después de este encuentro, o recorrido, o
desplazamiento, porque el libro es quietud pero a la vez movimiento, ¿Xamuio es
más real?
No sé
si más real, pero está más presente. Xamuio es una de esas figuras familiares
que están en tu memoria, con las que has convivido poco, de las que tienes
recuerdos muy vagos, casi solo imágenes. Para escribir este libro he habitado
espacios de Etxalar en los que él estuvo, quizás por eso ahora está más
presente, pero no busqué este efecto a priori.
La voz, siendo algo tan identitario, algo
que abriga y recoge como pocas otras características humanas, ¿por qué se
desmadeja en la memoria con tanta facilidad?
Aunque
a la mayor parte de las personas con las que he hablado les sucede esto, que
terminan, más tarde o más temprano, por olvidar la voz de personas queridas que
han muerto, también me he encontrado con algunas que sí la recuerdan. Este
‘olvido’ de la voz no sólo ocurre con personas que han muerto, también con
personas muy queridas que, por distintas circunstancias, hemos dejado de ver. A
mí, particularmente, me cuesta recordar ciertas voces. Igual tiene que ver con
la buena o mala memoria, aunque la memoria siempre es selectiva, y tan imprevisible…
¿Cómo se pasa de una palabra concreta,
corpórea, ‘beltzuria’, a la voz, que sería, de alguna manera, el alma de ese
significante?
Ha
sido un proceso de muchos años. Tal y como cuento en el libro, todo parte de un
día en el que, estando en la playa, mi madre recuerda esa palabra d su infancia,
‘beltzuria’. En cuanto la escuché, supe que escribiría algo sobre esa palabra;
tú sabes cómo funciona el proceso de escritura: de pronto, te quedas ‘pegado’ a
una palabra, una imagen, una sensación… y en algún momento brota la escritura.
Puede ser inmediato o no. No me preocupaba qué iba a hacer con esa palabra, la
guardé y pensé en ella, se iba, volvía, y estuvo conmigo varios años. En esa época,
en 2006, me preguntaba mucho sobre la performatividad de las palabras, sobre cómo
llevar las palabras al espacio, cómo trabajar las palabras en un espacio
escénico. Durante todos estos años me había preguntado cosas, qué es la palabra
en el espacio, qué significa que una palabra sea performativa… y beltzuria
apareció entonces, en medio de toda esta curiosidad en torno a estos temas. Han
sido años de búsqueda con la palabra beltzuria siempre ahí. Después se hizo más
presente la necesidad de entrar en ese mundo, entrar en los recuerdos familiares,
de habitar ciertos lugares… y me tomé el tiempo para escribir sobre ellos, a
partir de 2013.
“Si sólo nos fijamos en la belleza de la
voz, dejamos de oírla”. ¿Cómo conseguir ese equilibrio entre la palabra,
cuerpo, y la voz, aliento?
En la
música popular lo importante es el significado, las letras, el sonido pasa
desapercibido, es música pero las letras son lo más importantes. Se me vienen a
la cabeza Rafa Berrio, un músico buenísimo, por la manera en la que pronuncia algunas
palabras, la manera en la que vocaliza algunas palabras hace que tomen un
relieve particular, ahí escuchas su voz, no sólo la palabra. Por otro lado se
puede trabajar la palabra, la palabra dicha en el espacio escénico o en un
texto se puede trabajar por su significado o por su ritmo, pero también desde un
lugar intermedio, que es el que más me interesa, un espacio intermedio que ni es
solo sonido ni es solo significado.
“Cualquier palabra que oye en palacio es
falsa, el rey lo sabe”. ¿Cómo reconocer la palabra viva, verdadera, auténtica, que
es?
El
concepto auténtico nos lleva a la esencia, y cuando hablo de la unicidad de la
voz no es tanto por autenticidad como por algo único. Entiendo lo que dices… la
retórica se huele en un segundo, además, con los años vamos afinando en la
escucha. Nos pueden engañar, claro, hay mentirosos muy buenos por el mundo,
pero cada vez nos engañan menos; a la retórica ni hace falta desenmascararla,
cae por su propio peso. Supongo que es algo intuitivo darnos cuenta de cuándo
alguien habla de verdad. El concepto ‘verdad’ es también complejo. Mejor
‘verdadero’, verdadero en tanto que lo está pensando en ese momento, que busca
las palabras para formular un pensamiento en directo. Para mí eso es muy
importante, presenciar cuando alguien está pensando en directo, aunque sea algo
elaborado pero que está pensando en ese mismo instante, eso me permite entrar
en lo que dice, compartir ese lugar frágil de pensar mientras se está hablando.
Puede ser algo que llevas tiempo elaborando pero que aún no está cristalizado,
que se cuaja en ese momento casi mágico. Admiro mucho a la gente que habla
bien, que es tan inteligente, tan maravillosa que es capaz de articular, hilar,
estructurar un pensamiento complejo, pero me quedo fuera de ese discurso.
¿Realmente a la memoria le da lo mismo
olvidar que recordar?
Puede
parecer que hay una obsesión por recordar en este texto, pero no es así, me
daba igual no saber, me pasa eso con otras cosas, esa búsqueda continua de
entender todo me agota. Leemos y vivimos para comprender… Pero he aprendido a dejar
de saber, a aceptar que no pasa nada si no sé esto o eso otro, que no me hace
falta.
¿El silencio proclama la voz?
He
pensado mucho sobre la relación entre silencio y palabra. El silencio me
interesa bastante, porque sin él no se puede pensar, pero sin la palabra
tampoco.
Acaso silencio y palabra, en vez de
antónimos, como algunas piensan, sean dos momentos de lo mismo.
Creo
que es así, la palabra desaparece sin silencio. Aunque me gusta mucho la música
también.
¿Qué tipo de música?
Nick Cave,
por ejemplo, tengo mis fetiches que escucho obsesivamente. Pero ¿cómo piensas
todo lo que nos pasa en la vida sin silencio? Bueno, igual hay quien piensa de
otro modo. Alguien dijo que pensar es situarse en la proximidad de la
distancia, y es importante para la amistad, el amor, para todo, no puedes estar
pegado a las cosas. Con el tiempo y la edad tengo que retirarme un poquito para
sentir, escuchar, mirar…
¿Es recomendable que uno dé caza al jabalí
que lleva dentro?
Pienso
mucho en eso, esa frase me la dijo mi prima, en el caserío en Zumudio. Recreé
algunos escenarios vinculados a Xamuio, lo llamo puestas en situación, con diferentes
personas, son situaciones más que teatrales, performativas, y en ellas han
pasado muchas cosas que he recogido para el libro. Esto del jabalí, por
ejemplo. No sé si dar caza, si dominar, pero desde luego es necesario tener
consciencia del jabalí que todos llevamos dentro, llámalo jabalí, o hiena, como
quieras. Hay quien se deja devorar por él, quien trata de ignorarlo, pero creo
que lo más sane es hacer un proceso de encuentro.
¿Qué mantiene viva la búsqueda?
El
deseo de dar forma a algo cuando, sobre todo con materiales tan fragmentados como
los que he trabajado en este libro, que dependiendo del orden podían contar la
historia de un modo u otro. Al principio no tenía en la cabeza publicar un
libro como hacer lecturas, pero, al final, pensé que eran demasiado años con
estas cosas y que había que cerrarlas para poder abrirlas más tarde. La
publicación en castellano ha supuesto abrir de nuevo la historia. Además, soy una
persona persistente, no insistente, tengo mucha confianza en la vida. En
general, distingo bien si algo me está dando fuerza, en cuyo caso es bueno para
mi, o si me la quita. Tiene que ver con los afectos alegres de los que hablaba Spinoza.
Distinguir qué me da fuerza, potencia, y qué me la quita. Este es un límite muy
claro que me ayuda a decidir.
Lo que se encuentra, ¿satisface el deseo
del corazón?
Sin
duda. No ha habido, en mi caso, un deseo desbordante, el proceso de buscar los
materiales ha sido muy cuidado, en el sentido de muy no ponerme en lugares y
situaciones que no me aportaban nada, saber diferenciar dónde merecía estar y
dónde no, con prudencia y serenidad. Y, aunque sea un tópico enorme, lo importante
no es llegar, es el camino. Así lo he vivido. El deseo y el corazón han
caminado juntos porque no me preocupaba el resultado final. En este caso,
además, estoy muy satisfecha con el final, pero si no hubiera sido así, lo
hubiera dado por bueno. He disfrutado mucho.
¿Qué habita el espacio que queda entre el
querer decir y el des-significar?
… El
querer decir, ese deseo, permanece, no porque sienta que tengo que decir cosas
importantes, de ese modo enmudecería. Mi deseo es el que me da libertad y
ligereza de querer decir, de buscar un encuentro, que no tiene por qué ser
comunicación, puede ser otra cosa; pero ese encuentro que busco es un espacio
social, un espacio intermedio, entre quien escribe y quien recibe, un espacio
social de aprendizaje, de compartir, que no se produce solo entre dos sino que
se va multiplicando, eso es, de alguna manera, des-significar… aunar ritmo y
significado. En euskera es más hermoso, porque he creado un neologismo a partir
de dos palabras, ‘eza-nahia’, ‘eza’ remite a la ausencia, el vacío, la nada, y
‘nahia’ significa deseo. Lo que resulte del encuentro entre quien entrega el
texto y cómo lo recibe quien lo lee es ese espacio común.
El libro está sustentado en lo tangible y
lo lábil, lo que se recuerda y lo que no se muestra (las fotografías ausentes),
lo visual (incluso los juegos tipográficos) y el recuerdo…
Te
entiendo… es que he escrito este libro de manera muy diferente a mis libros
anteriores. Luz Pichel lo comentó en la presentación aquí, en Enclave, que mi
método es hacer método mientras escribo. En este libro, desde luego ha sido
así. No tenía nada antes de ponerme a escribir, solo una palabra. Y cuando me
puse a escribí, traté de buscar un equilibrio entre contar lo que voy buscando
y desaparecer. De alguna manera, la composición del libro se hizo en tiempo
real, desde ahí podemos hablar de ensayo documental, sin que suene pretencioso.