viernes, 28 de noviembre de 2014

ENTREVISTA A MENCHU GUTIÉRREZ





“Es tarea de cada uno saber cuál es su jaula que le impide conocerse”

































Su escritura participa tanto de san Juan de la Cruz como de María Zambrano. Parece que no ocurre nada en las historias que nos cuenta y sin embargo nos transforman, nos interrogan, nos colocan en lugares cruciales (el deseo, la soledad, la palabra, el prodigio, el frío, lo que alumbra...) Con exquisita delicadeza nos propone siempre viajes insólitos. El último, ‘araña, cisne, caballo’ (Siruela) nos invita a descubrir al animal que nos conforma, a reflexionar sobre la transformación, la libertad, los miedos... Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) tiene un estilo tan propio e indescriptible como el presagio. Seguro azar.

No sé muy bien cómo adentrarme a desentrañar con usted este bestiario... hay, como dice el narrador en un momento del texto, “tanta carne de metáfora”... ¿de qué obsesión brota este texto?

Es un libro hay bastante autobiográfico, o por lo menos lo que pone en marcha el libro es autobiográfico... desde hace algunos años vivo en el medio rural y estoy rodeada de animales; en mi paseo diario (todas las tardes salgo con mi perro domesticado) y saludo a la hermana cabra, a la hermana oveja y a otros muchos animales... las águilas, los cuervos y muchos tantos, la fauna es muy rica. En mis libros siempre están muy presentes de alguna manera los animales, y la relación que establecemos con ellos en el medio rural es diferente a la que se puede tener en la ciudad, el nacimiento y muerte misma de un animal. Nosotros encontramos la carne troceada y preparada en los supermercados, pero en el campo ha habido una elación previa con el animal, se ha convivido con él, se le asiste al parto y después se le mata y se vende. Hay una naturalidad que hemos perdido las personas de ciudad. Te das cuenta de que no hay contacto directo con los animales, más allá de un perro, un gato o un hámster.

 ¿Cuánta animalidad hay en nosotros?

Hay algo profundo que nos une al animal y que nos ha marcado desde siempre, desde siempre ha estado en nuestra vida, a través por ejemplo del cuento infantil: nuestra infancia está poblada de lobos, de ranas, de dragones, de animales mitológicos y reales con una carga simbólica muy poderosa. Luego hemos ido creciendo y los hemos visto en el circo, en un zoológico, a través de unos barrotes. Se pretende disfrazar esos recintos de medio natural, pero no hay quien disfrace eso... los animales está sacados de su entorno natural, no cazan, son animales a medias que no han desarrollado toda su animalidad. De alguna manera, todos tenemos una especie de fantasma animal, un animal que en algunos casos es un amigo, una presencia benéfica, un guardián tutelar, y otras es la pesadilla, el animal amenazante que aparece en nuestros sueños...

Can o lobo...

Sí, una y otra vez, amigo o enemigo... todos hemos desarrollado algo en torno a esos animales que vuelven una y otra vez a nuestra vida y en este libro aparecen todos ellos. Una referencia importante fue el ensayo de Gaston Bachelard ‘Psicoanálisis del fuego’, en el que  hace una pregunta al lector: ¿cuál es tu fantasma? ¿Es la ondina, el gnomo, la salamandra, sílfide? Es decir, las presencias del fuego, del aire, del agua o de la tierra... es una pregunta nada inocente que te coloca en donde estás tú. Me fascinó esta pregunta aunque me hizo protestar interiormente, ¿por qué tengo que elegir? Uno va a más, es cierto, y busca en esos medios donde se producen las metamorfosis; uno tiene inclinación al aire, al agua, pero hay seres híbridos, que pertenecen tanto a un reino como a otro, y de alguna manera nosotros hacemos esto también. De hecho, este es un libro en el que no hay un centro, no hay un comienzo ni un final, comienza y concluye en muchas partes del libro, como una colección de cuentos que tienen al animal como nexo, pero que construye un animal mucho mayor con estos fragmentos de animales.

Las transformaciones, las metamorfosis, tan presentes en el libro, ¿no son del todo nunca completas?


Efectivamente, es un libro que habla de las metamorfosis, pero tiene una particularidad, así como hay algunas completas, la mujer que se convierte en pájaro o, al contrario, un animal que adopta rasgos y comportamientos humanos, también hay metamorfosis incompletas, que se han iniciado y han quedado abortadas a mitad de camino, porque la persona que inicia el cambio no ha tenido suficiente fe para que se completara; habla también de metamorfosis de la voluntad. Nos encontramos con seres demediados, que no ha terminado de desarrollar esa animalidad que tienen latente... y de repente vemos a una mujer que esconde un ala rota escondida bajo la manga del abrigo, o a un hombre con un sexto dedo, cubierto de escamas o una pezuña dentro de un zapato...


Hablando de híbridos, ¿por qué nos cuesta aceptarnos así? ¿Por qué tenemos que ser una cosa o su contrario, en vez de sabernos partícipes de muchas cualidades y defectos? Pienso en este libro, que es poesía, narración, filosofía, pero también misticismo...

Sí, creo que hay espacio para el misticismo en este libro... supongo que es cuestión de seguridad, la inseguridad es incómoda, pero en todos los órdenes, y la inseguridad tiene millones de registros. Sin duda una de las más incómodas es la inseguridad emocional, la de los afectos, la del convenir; pero la inseguridad nos invita a crecer, y  de nuevo es consustancial a nosotros, no hay nada seguro. Vivimos como si, que también es necesario, tienes que tener presente la muerte, pero no puedes vivir permanentemente con ella.


Si para el pájaro que nace en el bosque, la jaula es el espacio del sueño, ¿cómo es la jaula del hombre moderno?

Cada uno tiene sus jaulas, se trata en gran medida –y esto en una de las propuestas del libro- de reflexionar sobre nuestros barrotes, que a  veces son pixeles, los barrotes de la vida moderna son tan variados y sofisticados y tan difíciles de percibir que casi podría decir que vivimos en un mundo que es la cárcel por excelencia. La jaula es una metáfora y hay muchas formas de barrotes, tangibles e intangibles... es tarea de cada uno saber cuál es su jaula que le impide conocerse, desarrollarse plenamente.

 

¿El mundo exterior a la jaula constituye el reino de la libertad y el encierro necesariamente su ausencia?

La libertad es un término tan difícil... ¿qué es la libertad? Hay partes de nosotros que no desarrollamos plenamente, con esto no quiero decir que idealice al animal, sino que es necesario sentir al animal y recordar de alguna manera de qué estoy hecha. El animal actúa como un espejo, a veces creemos que nos devuelve una mirada pero el animal no te ve, esa mirada no tiene el valor que tú le concedes... hay muchos enigmas, pero lo que más me importa es el poder de transformarse y el papel de espejo de los animales.

La interrupción de los espacios, ¿hasta qué punto nos condiciona?

Hay espacios como son cárceles, nos oprimen, no nos permiten salir y explorar. El medio rural es un medio que invita a salir y conocer el espacio, a recorrerlo, a conocerlo, a tocar el árbol, el animal... el espacio viene determinado no solo por los edificios, los volúmenes, es también mapas sonoros, el sonido del águila te dibuja o marca delimitando otro tipo de espacio fuera de tu alcance, pero lo recorres con los sentidos... las deyecciones de los animales marcan otros territorios, el animal amplia el espectro del mapa y lo hace más sensible.

El que “el mundo sea un espacio eternamente parpadeante”, ¿es conveniente, desconcertante, un prodigio?

Es una metáfora que apela a lo inconcluso, a lo que no tiene un comienzo y un final... y al ver y no ver, de repente ves y de repente has perdido la visión... apunta a que no puedes asir la realidad... la realidad no es algo permanente, está en constante en transformación, la tienes y no la tienes, tienes como vislumbres, una palabra que me gusta mucho... el ojo no soportaría la visión continua...

Cada vez que leo sus textos tengo la sensación de que tiene un vislumbre, un pálpito, coge la brújula y comienza a escribir, sin conocer de antemano no sólo dónde va a llegar sino cuál será el camino a recorrer... ¿Cuánto de cimiento de ensueño y cuánto de cimiento de la vigilia tiene esta historia?

Así es, me identifico perfectamente con esto que dices... es la memoria la que lo pone en marcha el libro, pero todo él es puro viaje... no estoy viendo al animal ni haciendo un retrato del animal, sino que parto de una emoción y empieza a adoptar una forma. Como decía el poeta, la poesía es un alma que inaugura una forma; con la escritura ocurre igual, de alguna manera inauguras una forma diferente. En el libro me coloco en lugares donde no estado antes, la escritura me lleva a eso, no he experimentado con el pelaje de algunos animales, pero la escritura me lleva allí, puedo seguir el rastro de un animal... hay muchas cosas que solo viven y existen en el libro y si no me conmueven a mí misma no existe el libro, ni la creación, ni existe nada... a mí me encanta publicar un libro, pero lo que más me importa es escribirlo. Y sí, uso una brújula, como dices, imantada al norte de la poesía, la escritura es mitad abandono y mitad control, una gran experiencia difícilmente transmisible.

Le devuelvo una pregunta: ¿Cuántas veces queremos lo que somos y cuántas nos limitamos a aceptarlo?

(...) esta misma pregunta te la hago a ti... a cualquier lector. Todos tenemos experiencia de eso, de aceptar lo que somos, lo que hay, la situación...

¿Y qué tal nos llevamos con el misterio?

La literatura se lleva muy bien, porque sin misterio no creo que se pudiera escribir, si sabes todo no hay búsqueda alguna, no hay camino; la literatura se alimenta del misterio, es su pan. Hay personas que sienten inquietud y se ahogan ante el misterio, hay quienes sufren mucho ante una realidad que no pueden dominar, entender, y necesitan orden. Hay una autora que me interesa mucho, Unica Zürn...



Escribió un prólogo para su libro ‘Primavera sombría’, en esta misma editorial...

Sí, un texto emocionante... ella decía en uno de sus cuentos que necesitaba las telarañas para pensar, porque era escritora. ¿En cuántas de nuestras casas permitirían construir una tela de araña? En nuestras casas asépticas, impolutas... no hay sitio para la araña. Muchas personas no soportan el misterio y otras lo encuentran excitante... en cualquier caso no hay elección, el misterio está ahí, te guste o no.

¿Siempre la magia, la intensidad, ha de tener una vida limitada?

(...) depende de cuánto uno se entregue al misterio, depende del compromiso de cada cual con esa intensidad, depende de qué magia y de qué intensidad hablemos. No se puede rehuir la magia, el misterio, nos persigue una y otra vez. Hay acontecimientos luminosos que nos acompañan de por vida pero no todo el mundo está dispuesto a entregarse a ellos. 


De la profusión de animales que transitan estas páginas, ¿por cuál siente querencia?

Protestaba de la frase de Gaston Bachelard, que me parece maravillosa, y es esa misma pregunta la que espero que surja en el lector, esa ambigüedad, la del escalofrío, ni calor ni frío... todos estos vértigos de la poesía. Protesto pero me gusta esta frase. Aunque me sitúo en espacios intermedios, desde luego tengo una debilidad por la cabra... me apasiona este animal, también la oveja, pero soy más fiel a la cabra, no lo sé... ningún animal viene  a nuestra vida solo, limpiamente, sin memoria, están los cuentos, asociados al bien, al mal, a la excelencia, a la sabiduría, ¿qué tiene de sabio el búho? La verdad es que me atraen prácticamente todos los animales...


ESTHER PEÑAS


 *Todas las imágenes pertenecen a Javier Lorente.

 

miércoles, 22 de octubre de 2014

ENTREVISTA A ELOY TIZÓN




“No hay vidas grises, sino modos de mirar
más o menos distantes”




 © Carmen Sayago



Hablar de Eloy Tizón (Madrid, 1964) es convocar un lirismo prudente columpiándose en cada línea de sus relatos. Son historias por momentos suspendidas, que caminan con un ritmo acorde a. Su pálpito. ‘Técnicas de iluminación’ (Páginas de espuma) reúne diez historias en las que el protagonista en enclavija en la zona de penumbra vital. Todo es posible entonces, la sombra absoluta, el resplandor. La caída, la ascensión.


Por comenzar de algún modo, destaca la parsimonia con la que publica (su último libro, ‘Parpadeos’, data de 2006)... ¿porque es muy exigente, perezoso o porque la inspiración es volátil?
Pereza no, no soy nada perezoso; ten en cuenta que son cuentos bastantes trabajados, y el relato necesita un tiempo de maduración, no están escritos del tirón ni de manera apresurada, sino que han ido creciendo casi de manera biológica; en eso tengo la paciencia de que crezca, de ver por qué camino va, pero eso requiere cierto tiempo. ‘Alrededor de la boda’ es un cuento dedicado a una pareja que, cuando se publicó, habían dejado de serlo. ¡Fíjate si suceden cosas mientras un cuento adquiere cuerpo!

La iluminación como decisión última de no claudicar...
Sí, ésa es una interpretación valida, pero la luz no como el optimismo tontorrón de qué bonito y luminoso es todo, sino la luz que surge en medio de las cosas dolorosas. Por eso los personajes, que sufren pérdidas, cuando encuentran esa zona de luz no quieren dejarla, se aferran a ella y mantienen su voluntad de seguir caminando.

También la iluminación como punto de no retorno. En la vida, ¿qué cosas no son enmendables?
Todo lo que tiene que ver con las pérdidas, bien por muertes o por separaciones; lo que ocurre es que  esas rupturas, que anímicamente son muy dolorosas, en cambio son terrenos muy fértiles para lo literario, porque cuando sucede la tragedia, o el drama, no caben disimulos, el personaje tiene que romperse o abrirse y es entonces cuando vemos de qué está hecho. Sólo entonces, cuando lo exprimimos, podemos, como lectores, comprobar qué tipo de zumo da el personaje.

Y asimismo la iluminación como traspasar un límite. En literatura, ¿qué límites conviene respetar?
La literatura es un territorio de exploración, de búsqueda y de libertad,  lo que nos obliga a ser valientes, arrojados, debemos de traspasar los límites. Sí, la iluminación como transgresión al límite, muy bien observado, sí, es así, una buena metáfora del escritor. Dar ese paso que nos da miedo pero al que estamos obligados.

De las posibles técnicas de iluminación contempladas en el libro, el camino, la muerte, la evasión, ¿cuál es la que más le interesa?
Todo lo que tiene que ver con el arte, que es la dimensión poética de la existencia; intento que el mundo material, el de las obligaciones materiales, no se coma todo, sino que haya respiraderos para sentir esa belleza, esa emoción, esa compasión.

Salvo algún matiz, son personajes perdedores. ¿Por qué interesa más a la literatura lo personajes que lindan con la exclusión?
Desde el punto de vista literario, son más atractivos; dicho esto creo que mis personajes, más que perdedores, son grises, son gentes cuyas vidas en apariencias son insignificantes pero que, si las miramos de cerca, con atención, desde el ángulo correcto, se convierten en atractivas, luego hay una cierta reivindicación de que no hay vidas grises, sino modos de mirar más o menos distantes. Por eso siempre trato de ser noble con ellos, con mis personajes, y no les juzgo, sino que dejo que se expliquen, que hablen.

En ‘La calidad del aire’, hay un momento precioso que habla de la conjunción de dos mundos, el del primer empleado del día con su tartera y el del último juerguista de la noche con una rosa teñida. ¿Cuál le interesa a usted más?
La superposición de ambos. La literatura trabaja en esos intersticios, cuando no es de noche ni de día, cuando algo va más allá de la amistad pero no es aún amor... en esos territorios ambiguos, sin etiqueta clara.



 © Carmen Sayago


Eugenio d’Ors defendía que todo es participado, es decir, no hay nada en estado puro, ni conviene que así sea.
Es más cómodo, desde el punto de vista real, movernos en códigos de pureza, etiquetar con bueno y malos,  eso nos tranquiliza porque la inquietud siempre llega del matiz, el matiz nos obliga a pensar, compromete. Pero la literatura está obligada a trabajado en la complejidad y, por tanto, no debe ser simplista.

En el cuento, ¿qué es más importante un comienzo sugerente, un meollo atractivo o un final bien rematado?
El principio tiene que ver con la música, necesito oír cierta cadencia musical; los finales me cuestan más porque huyo siempre del efecto sorpresa y me gusta dejar el cuento en un punto en el que sin cerrarse del todo, quede recogido e invite al lector a completarlo.

¿Cuáles son los ingredientes del cuento?
En mi caso, realismo, cierta dimensión poética, algunos elementos de humor, sutiles, pero que contrarrestan la gravedad de algunas escenas, un punto de ternura y algunos rasgos de drama.

La dimensión poética es un marchamo que le hace inconfundible...
Necesito ese punto de electricidad verbal a la hora de escribir.

Por cierto, salvando las distancias, en alguno de sus cuentos aparece el terror al modo de Fernández Cubas, un terror cotidiano, como la contrariedad de que la voz que anuncia las estaciones no se corresponda con las paradas en cuestión.
Es muy curioso  lo que dices porque no me interesa como escritor el terror digamos de serie B, los vampiros, los zombis adolescentes, lo que le pase a Lobezno, pero sí lo que has subrayado, esos momentos de terror que pueden surgir a la vuelta de la esquina. En la vida, lo que da miedo no es que te ataque el hombre lobo, sino lo que sucede en el seno familiar, en el entorno más cercano.

¿Cómo se sabe cuándo está cerrado un relato?
Cuando llega el equilibrio inestable de todos esos elementos que te he comentado antes. Cuando el humor, la poesía, el drama están colocados de manera que la pieza respire lo suficiente, la doy por terminada.

Dice el protagonista de la ‘calidad del aire’, que a la hora de la verdad, se encoge. ¿De miedo, la verdad?
Sí, Eliot decía que sólo podemos soportar un grado de realidad determinado, más allá del cual  nos rompemos; el libro plantea cómo dialogamos cuando ocurre lo fatal, en ese momento en que no puedes esquivar la mirada pero la mente se busca recursos para rodear el abismo en vez de mirarlo de frente, pero no es una cuestión de falta de valentía sino de imposibilidad humana.

¿Y dónde se coloca el justo medio entre el exhibicionismo requerido por el oficio de escritor y el pudor de quien escribe?
Es un equilibrio difícil; exhibicionista soy nada, pero cuando publicas, en efecto, pasas a serlo, un poco, de alguna manera; por fortuna, mis relaciones con los lectores son buenas, de bastante complicidad y eso me facilita todo mucho.



 © Carmen Sayago


¿El último libro que le emocionado..?
‘Proyectos de pasado’, de Ana Blandiana , publicado en Periférica; son los suyos relatos con muchísima fuerza, relatos largos, casi nouvelles, donde lo real se confunde con lo fantasmagórico.

Los españoles, ¿somos buenos lectores de cuentos?
Hay un grupo pequeño muy defensor del cuento, aunque en general se tiende a leer más novela que cuento, aunque va ganando cierto espacio. El escritor de cuentos era como los personajes de la casa tomada de Cortázar, en la que los habitantes eran invadidos, expulsados...

Pero habría, quizás, menos intrusismo...
El cuento está metido en un cierto microclima, lo cual ha sido beneficioso porque, en efecto, se ha salvaguardado del intrusismo.

Y a día de hoy, se ha desembarazado del estigma del género chico...
Para el gran público, no lo sé pero, desde luego, para los que amamos el relato es un género mayor; esa pregunta se plantea en España pero es impensable hacérsela en Norteamérica o Latinoamérica, sobre todo a partir de Borges, por ejemplo, el mejor prosista en español del XX, que nunca escribió novelas. A partir de Borges no podemos menospreciar el cuento, el solo nombre de Borges coloca la discusión en su punto justo.

¿Qué relato le recomendamos al lector que está leyéndonos ahora mismo?
Diría que el primero, ‘Fotosíntesis’, no porque sea el mejor, sino porque le dará una idea aproximada de lo que va a encontrar; en él, seguimos el recorrido divagatorio de una voz, tiznada de un cierto lirismo. Estoy ahí como escritor.



Esther Peñas