miércoles, 20 de diciembre de 2017

SOL NEGRO, DEPRESION Y MELANCOLIA de Julia Kristeva


WunderKammer publica el texto de Kristeva treinta años después

De la tristeza y la melancolía


“Escribir sobre la melancolía no tendría sentido, para quienes la melancolía devasta, si lo escrito no proviene de la propia melancolía. Trato de hablarles de un abismo de tristeza, de dolor incomunicable que nos absorbe a veces, y a menudo duraderamente, hasta hacernos perder el gusto por cualquier palabra, cualquier acto, inclusive, el gusto por la vida”. Así comienza uno de los textos más intensos sobre la pesadumbre de estar vivo, que diría Darío, un texto que ahondaba en esos sucesos, recuerdos, hechos, que nos colocan en un lugar aciago para el ser, que apaga el latido y silencia el entusiasmo, que inyecta en las ganas, en el ánimo, la emboscada del abandono -en su acepción más trágica-.

domingo, 3 de diciembre de 2017

ENTREVISTA A HUGO MUJICA (II)


Hugo Mujica, poeta


La carne reclama su lugar en la vida.



‘Dionisos’ (‘El hilo de Ariadna’) es un ensayo en clave poética sobre el exceso, sobre la vida, sobre el aquí y el ahora (parámetros de lo real que siempre parecen escaparse), sobre lo vital, de la naturaleza y de la celebración del cuerpo. Su autor, Hugo Mujica (Avellaneda, Buenos Aires, 1942), poeta, religioso, labrador de grietas y zahorí de lo múltiple, camina tras los pasos del dios del vino y la miel haciendo hostería en reflexiones de textos órficos, Mirtida de Antedón, Hesíodo, Platón, Giovanni Pico della Mirandola o Ramón del Valle Inclán. Habla y todo acontece. Conversar con él, que reciba lo abierto de ciertas preguntas (“veo que sigues igual de loquita”) y que gesticule como si comprobara la temperatura del agua es la maravilla.

martes, 28 de noviembre de 2017

ANTONIO MÉNDEZ RUBIO


Antonio Méndez Rubio, poeta


El poema tiene la suerte, o incluso la obligación, 
de dejar sitio para que otro respire.



La poesía de Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, Badajoz, 1967) abre un espacio para que el poema emerja y trace vínculos, permite que el poema hable, y que sea su voz la que nos interpele. La voz del poeta escucha, y acaso nada haya más activo que la escucha, esa voz de Méndez Rubio que habita la escucha permitiendo que sean las cosas mismas las que se nombren y se convoquen. Acaba de publicar ‘Por nada del mundo’ (Vaso roto), un poemario que se incardina en un libro previo, ‘Va de verdad’, de la misma editorial. Dos poemarios que hablan desde la fragilidad, acaso una de las escasos territorios en los que incorporar al otro como otro, y aceptarlo sin confrontación sino acompasándolo en el paso para vivir. “Depositamos flores/oscuras a la entrada,/de viva voz,/descalzos. Volvemos/oliendo a humo./Bebemos agua”. La poesía como actitud de resistencia. La poesía como vencejo que nos sostiene.

jueves, 23 de noviembre de 2017

ENTREVISTA A EDURNE PORTELA

Edurne Portela, escritora

“Tal vez la violencia nace de la propia vulnerabilidad”


‘Mejor la ausencia’ (Galaxia Gutemberg) es una novela que habla sobre la violencia, que trata -como la buena literatura- de acercarse a una realidad que no se explica desde un único juicio de valor, mucho menos desde un argumento único y compacto. Los personajes, como las personas más allá del papel, tienen sus momentos (de crueldad, de ternura), escogen la maldad (y tratan de justificarse) o bondad (no en todo momento luminosa). Su autora, Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) creció en un entorno en el que la violencia -etarra, como la que marca la novela- dejaba trazas en cualquier resquicio. Acaso por ello lleva casi toda su vida tratando de entender cómo opera la violencia.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

ENTREVISTA A VICENTE LUIS MORA

Vicente Luis Mora, escritor


Me gusta que el lector no esté cómodo, 
que esté siempre a la intemperie.



Después de Picasso tuvimos un artista universal, capaz de ensanchar los límites del arte, conceptual y plásticamente. O no. Acaso fuera un completo farsante. Depredador o visionario. Puede que el lector sepa dilucidar y caer del lado exacto, si es que existe lo exacto, si es que importa. ‘Fred Cabeza de Vaca’ (Sexto Piso), de Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) es una novela autómata que reconstruye la biografía fragmentada de un mito… o de su representación. Atentos. 

En nuestra sociedad, ¿es más pertinente que nunca advertir al lector que se trata de ficción, dada la ínfima distancia entre ésta y la realidad o ya no importa que se confundan los límites? ¿Por qué lo recuerda con tanta vehemencia?

Es obvio que la realidad tiene que entrar en la ficción, pero el tratamiento y la visión que se da de la realidad y la irrealidad, porque en esta novela hay alguna escena deliberada de ciencia ficción, detecto un preocupante tendencia a confundir lo que aparece en una novela con la opinión de su autor; en este  caso en concreto, teniendo en cuenta la radicalidad del pensamiento de Fred y sus características personales, me quería curar en salud para que nadie me confundiera a mí con él o con su pensamiento. A pesar de ello, la advertencia es tan seria que incluso hay quien cree que es mentira. Hay hechos del pasado que no ocurrieron tal y como se cuentan, pistas para que el lector se dé cuenta de que está caminando sobre el borde de la ficción, un borde resbaladizo y delgado; en caso de duda, mejor pensar que es mentira. La función de una novela no es informar, sino proponer un criterio. Es un instrumento de análisis, pero no un instrumento realista de análisis.

lunes, 23 de octubre de 2017

ENTREVISTA A CHANTAL MAILLARD


CHANTAL MAILLARD:
HABITANTE DE HENDIDURAS


No hay palabra que no vele, 
que no enturbie,
que no oculte.



Foto de Bernabé Fernández
Hace veinte años, la poeta Chantal Maillard (Bruselas, 1951) tomó distancia de la filósofa María Zambrano, a quien había habitado de una manera que la situó como una de las mejores conocedoras de la obra de la malacitana. Tomó distancia porque no bastaba la razón poética: ésta no podía decir, no puede participar del acontecimiento, queda fuera de él. Extramuros. Maillard cinceló ‘La razón estética’ (reeditado ahora por Galaxia Gutenberg), una propuesta para construir la realidad. Con el ritmo armonioso y frágil pero preciso como  baba de caracol, Maillard convoca las palabras exactas para componer su narración, al tiempo que lo conjuga con ese pulso instintivo, siembre lábil y poético, que en este texto se resume en un concepto: el gesto.  Revisado y con alguna adenda intercalada, ‘La razón estética’ nos habla de lo sublime, del héroe, de la libertad interior, del silencio, de la creación de mundo, del no pensarnos como ser sino como ser que sucede, del vértigo del hastío y de la propuesta de abestiarse. Nos habla de ella. Pero nos interpela.


Hace veinte años su propuesta resultaba, dentro de un cierto orden, más optimista que la que se advierte en esta revisión. Salvo para los aurigas del capitalismo, ¿estamos peor que en entonces?  

Han cambiado muchas cosas en veinte años. Para empezar, al inicio de los noventa no se había generalizado aún el uso de los ordenadores, tampoco existían los móviles. Estas tecnologías podrían haber mejorado la vida del planeta, pero ha pasado lo contrario. La especie humana ha proliferado y se ha extendido al modo en que lo hacen las plagas: destruyendo las formas de vida en las que se alojan hasta dejarlas exhaustas. Por supuesto, toda plaga perece con su huésped. La propuesta de una razón estética, perceptiva, sensorial (que no senti-mental) apuntaba a la recuperación de una anterioridad en la que poder situarse previamente al discurso. Pero ha primado lo discursivo, el dia-logos, y no hay diálogo sin diferencias, sin enfrentamiento.


¿Es pertinente hablar de progreso, en tanto que mejora colectiva de la calidad de vida, o más bien sería mejor hablar de desarrollo, en tanto que ‘mejora’ para unos pocos?

Ni una cosa ni otra. Progreso y desarrollo son conceptos que pertenecen a la historia de la industrialización y los inicios de la banca y del capitalismo. Hemos progresado desde entonces sobre millones de cadáveres. La idea del progreso está ligada a la idea del beneficio de unos pocos en detrimento de otros muchos. También la de desarrollo, por supuesto, pensada exclusivamente para la especie humana  en detrimento de las demás. Es este un punto de vista un tanto obtuso si nos paramos a considerar que nada en este mundo es independiente. Creo que este planeta ha sido demasiado generoso con el ser humano.    


“Los límites de lo observado están dibujados en la mente del observador antes de ver”. Si “ver es pensar”, como dice, ¿contemplar, templarse con lo mirado, sería dejarse afectar por lo mirado?

Cuando miramos, generalmente, recortamos un trozo de la realidad. Ver es delimitar, trazar un marco. De esta manera podemos nombrar, hacer diferencias, y hablar de ellas. No se puede hablar sin diferencias. Pero ocurre que generalmente, también, terminamos hablando de lo que otros recortaron anteriormente, y dejamos de ver la totalidad. Una vez establecidos los límites, la realidad toda entera queda fragmentada en sus recortes. A partir de ellos construimos un mundo. Los mundos, los construimos entre todos. Todo mundo construido obstruye la visión de aquello a partir de lo cual se ha construido. Como resultado, terminamos viendo lo que estaba pre-visto. No obstante, si nos situamos entre las cosas con una atención abierta, puede que eso que llamamos “realidad” nos dé sorpresas. Contemplar es es situarse entre y con todo lo demás. Situarse en el lugar donde la comprensión de la anterioridad que define todo lo viviente. Somos un punto más de entre todo aquello que va sucediendo, sucedemos al tiempo que observamos, y nos vamos transformando al tiempo que lo observado. Si uno se aquieta y deja que la realidad suceda dentro de sí al igual que sucede fuera, se averigua partícipe de esa realidad, de ese hacerse, de ese transformarse. No somos observadores independientes de lo observado, no hay un sujeto como punto fijo desvinculado de lo demás ni un yo que no esté en proceso.


Y para adentrarse en el lugar en el que suceden las cosas hay que aquietarse…

El aquietamiento es imprescindible para comprender la naturaleza de la mente, esa sucesión de imágenes que se traduce en sensaciones, emociones, ideas, etcétera. Pienso que el malestar de nuestras sociedades podría resolverse, al menos en parte, si fuésemos capaces de aquietarnos y tomar distancia de ese proceso – que incluye, por supuesto, nuestras opiniones y nuestras creencias, empezando por la de nuestro “yo”.  No se trata en realidad de una educación, sino de una des-educación. Un aprendizaje del silencio y de la observación de los procesos de conciencia. Esto es algo que la razón lógica ha desdeñado desde que –lo diré en términos zambranianos– “la razón se enseñoreó”.


La ignorancia, en tanto que posibilidad de descanso en lo que somos-siendo, ¿tiene que ver con ese vacío necesario que se requiere para poder recibir, con el despojarse?

La ignorancia o mejor, la conciencia de la ignorancia, en cuanto a la realidad se refiere, no es un punto de partida, más bien es un resultado. La conciencia de la ignorancia nos permite descansar de la responsabilidad de crearnos el mundo continuamente y de creérnoslo, la ignorancia es un descanso, sobre todo, de la creencia. Porque los mundos no son, los vamos construyendo, pero luego perdemos de vista el trayecto y empezamos a creer en el resultado como si hubiese existido siempre. Desvincularse de esa creencia es un alivio.


Es que tiene tan mala prensa la ignorancia…

Uno de los últimos poemarios de Antonio Gamoneda se llama ‘No sé’. Cuando al final de su vida una persona es capaz de decir ‘no sé’ y repetirlo con tanta insistencia, me merece mucho respeto. Yo cada vez sé menos, y esto resulta incómodo cuando estás en el mundo de la palabra, donde te instan siempre a responder.


…lo siento…

Es difícil negar la palabra y mantenerse del lado del no sé. Sin embargo, me encuentro cada vez más ahí. No porque sea mejor o peor, sino porque uno va bajándose de todos los caballos sobre los que cabalgaba tan ufano, tan “creído”… en ambos sentidos.


El héroe moderno es capaz de dar la vida por una idea o un amor ideal, el postmoderno, que relativiza las ideas, se vive o se mata por una sensación. ¿En alguno de los dos casos merece la pena?

“Morir por una idea, de acuerdo, pero de muerte lenta”, cantaba Brassens... La del héroe es una figura trágica. En el libro analizo esa categoría y su periplo. Porque si bien las categorías estéticas (y sentimentales) son básicamente las mismas en todas las culturas y épocas, sus modalidades varían de una época a otra, que se transforman o retroceden de acuerdo con las fluctuaciones culturales. Es el caso de lo trágico que da lugar a lo sublime en el romanticismo, que a su vez da lugar al sentimentalismo a finales del XIX, para derivar finalmente en el kitsch de principios del XX. El héroe de los westerns, que tiene siempre un cigarrillo en el bolsillo para sacarlo en el último momento, cuando espera la bala que ha de darle muerte, era aún una figura trágica. Pero el sentimiento que el espectador experimenta ante esa escena se modifica en la posmodernidad cuando, por ejemplo, en la película de Lynch “Corazón salvaje”, la chica accidentada, con un agujero en la cabeza, se desploma y pide que le den su lápiz de labios. Ese sentimiento es el de una extraña ternura, algo que podía haber dado lugar a la compasión. Pero en general fuimos más bien por otro lado. No se muere ahora por ideas, tampoco ya por sensaciones. En las sociedades acomodadas se cambia ahora de ideas y de sensaciones como de ropa. Hay un mercado amplísimo de ideas y de sensaciones.         


Se muere por hastío…

A causa del hastío más bien. El hastío provocado por la insatisfacción. Lo que los mercados nos ofrecen no satisface y ésa es la idea. El mercado ha de mantener la tasa adecuada de insatisfacción necesaria para que se quiera seguir consumiendo, no le interesa la satisfacción del consumidor, lo que le interesa es perpetuar su insatisfacción, su ansia. A la larga, esto puede provocar hastío. Porque se termina intuyendo que lo que realmente se necesita es otra cosa, algo que no está al alcance de la mano, que ni te van a vender ni te van a proporcionar los medios para alcanzarlo. Lo que se necesita tiene más que ver con la recuperación de una interioridad que está dañada por todos lados.


No es posible, sin silencio, saber qué necesita, qué quiere uno. ¿Sólo el silencio romper la inercia de uno mismo y acalla los estímulos externos que nos dicen qué somos y qué queremos?

No creo que sea posible de otro modo, creo que es necesario aquietarse. Es imprescindible alejarse de los ruidos, del ruido, y hemos aumentado los decibelios en todos los aspectos hasta cotas insoportables. El animal humano es ante todo un “aumentador”, un “au(c)tor”.  Necesita aumentar la realidad. El animal no humano no la aumenta. La realidad, si entendemos que esta palabra designa lo anterior a las representaciones, es aquello en lo que cualquier animal se mueve. El humano la aumenta a través del lenguaje, del arte… la interpreta, la re-presenta. El cúmulo de aumentos en el que hemos convertido nuestra realidad ha creado un ruido absolutamente innecesario y ensordecedor, padecemos una sordera múltiple y común, comunitaria. Por eso, entre otras cosas, nos resulta tan difícil aquietarnos, aquietar la mente.

Uno de los modos de ser, explica, es la capacidad de acción.  Acaso, ¿la escucha no es el colmo de la acción? ¿No se reduce, de alguna manera, toda la vida en la capacidad de escucha?

No escuchamos tan fácilmente como oímos. Cuando oímos ruidos, estos nos atraviesan, y lo hacen formando imágenes; esas imágenes se encadenan apelando a emociones que luego se convierten en sentimientos que a su vez dan lugar a ideas, que darán lugar a acciones, las cuales darán lugar a nuevas emociones y así sucesivamente, un proceso continuo. Ese es el hilo mental. Los ruidos forman parte de ese proceso por cuanto que forman imágenes. La escucha es otra cosa. La escucha es situarse frente a ese proceso como si fuese algo que no te pertenece y verlo y observarlo, o escucharlo. Ahí sería lo mismo el ver que el escuchar. La escucha es parte de la observación del mismo modo que el contemplar que mencionaba al inicio: estar delante de, un poco como al acecho.


Como los animales…

Sí, al acecho, la mente como presa. Las imágenes como presas.


Propone recuperar la conciencia pre-reflexiva, acaso la animal. Habla de la necesidad de abestiarse, utilizando el término de Montaigne. Me pregunto si aquel que sea capaz de abestiarseno será finalmente integrado en el sistema y, por tanto, modificado en su naturaleza abestiada para ser lo que era antes. 
  
La palabra bête, de la que Montaigne hace uso con el verbo s’abêtir (“abestiarse”), tiene en francés dos acepciones, una, la que se traduce comúnmente como “bestia”, aunque no tenga el sentido de ferocidad y salvajismo que el castellano le atribuye, la otra, la de tonto, estúpido. De manera que cuando habla de la necesidad de “abestiarse” (s’abêtir) Montaigne alude a la necesidad de acercarse a la inocencia y al saber del animal, recuperar aquel estado anterior al uso desmedido de la razón lógica que nubla nuestra capacidad de empatía y de respuesta al medio. Abestiarse significa abandonar nuestra prepotencia, ser un poco más humildes. Desocupar la mente de sus saberes. Desaprender lo con-sabido. Y de esta manera, acceder al principio de indefinición de todo individuo (su anterioridad) sin cuyo conocimiento cualquier tratado de convivencia resulta insostenible.


Una de las pocas alternativas que tenemos para ‘ser’ de un modo pleno es conocernos a nosotros mismos. ¿Cómo es posible que parezca que nada nos concierne (los inmigrantes hacinados en Turquía, el tráfico de armas del que participan nuestros gobiernos ‘democráticos’, etc.?

Este es un tema que me preocupa, y mucho. Parece que solamente nos concierne lo próximo. Sin embargo, en la sociedad global que hemos montado, resulta que todo lo que ocurre en “otro lado” sí que nos concierne. Si familias de yemeníes mueren por las armas que les enviamos a Arabia Saudí, evidentemente nos concierne. Si el móvil o el ordenador que hemos utilizado termina en las playas de Ghana contaminando los peces de los que se alimentaba la población, nos concierne. ¿Y de verdad creemos que no tenemos nada que ver con la guerra en Siria? Pero no salimos a manifestarnos por tales cosas. Parecen menos importante que nuestras banderas.  

Si he creído que era pertinente que La razón estética se volviese a editar es porque sigo pensando que una educación de la sensibilidad es, ahora más que nunca, necesaria. Cuando el mundo se ha vuelto todo entero representación, es urgente que sepamos distinguir qué tipo de emociones son las que guían nuestro entendimiento. En la representación cualquier acontecimiento, sea éste de la naturaleza que sea, se recibe con una tasa de placer que viene a sumarse a la variante emocional que entra en juego. Ese es el poder de la ficción. Cuando asistimos a los acontecimientos “como si” fuesen un espectáculo porque se nos re-transmiten por los mismos canales y en el mismo formato que la ficción, nos llegan con ese plus de placer que caracteriza todo espectáculo. Los noticiarios se convierten entonces en capítulos de series televisivas y las historias de corrupción o el seguimiento del éxodo de las poblaciones, en sendos culebrones que se reanudan a diario a la hora prevista y que reconocemos por el titular: “Crisis de refugiados”, “Ataques terroristas”, “Proceso catalán”, etcétera.  

Es importante aprender a tomar conciencia de cómo los movimientos reactivos (o emociones) se ensamblan con los valores inculcados, dando lugar a lo que llamamos sentimientos y de cómo les añadimos automáticamente la creencia de que son “nuestros”. “Yo siento”, decimos, sin darnos cuenta de que ese “yo” se ha ido fabricando exclusivamente en el proceso, de que “se”  siente lo que “se” piensa, y que el “se” es siempre cualquier cosa salvo la decisión de una mente libre. Y así salimos a la calle cargados con una bomba de relojería que puede estallar en cuanto sean activados los estímulos pertinentes.         


En sus ensayos siempre zurce aquello que quiere contar con la palabra precisa, al borde de lo real, y al tiempo emplea para ello una imagen poética que hilvana el texto, mucho más lábil, en este caso ‘gesto’, esa  inflexión cósmica. ¿Podría ahondar en este concepto?

El “gesto” no es el signo, es una trayectoria. Un “gesto” es por ejemplo aquello que hacemos cuando movemos simplemente el brazo desde un lugar en el que estaba parado al lugar en el que irá a pararse de nuevo. Aquel simple gesto es una trayectoria que deja una estela a su paso. Cada detención un punto. Así todo. Un individuo es una trayectoria. Todo en la naturaleza está en movimiento. Infinitas trayectorias que convergen y salen disparadas. El universo es el complejo entramado de todas las estelas.  


Esto tiene que ver con que no somos, sucedemos, tan importante en ‘La razón estética’…

No somos, sucedemos. En efecto. Desde hace unos pocos siglos, el pensamiento occidental ha entendido la realidad en términos de “ser”. El “ser” es uno de esos conceptos que pertenecen al léxico último: de ellos no podemos dar razón, por lo que sus definiciones no pueden ser más que puras redundancias.  No es indispensable pensar en esos términos. Otras culturas no han pensado así. Si pensamos el mundo y los individuos como sucesos en vez de como entes, obtendremos un espacio de transformación en vez de un territorio de discordia. En ese espacio, todo viene a serlo todo, incluido el observador, claro está. La realidad, entonces, no es un algo que está hecho sino un hacerse. La cuestión es comprender que formamos parte de ese hacerse.  


No somos, sucedemos, Nada sucede, todo acontece, es decir, todo tiene que ser contado. Pero quizás lo más importante de esta conversación que estamos teniendo no pueda contarse nunca. ¿Por qué esa necesidad de capturar, de aprehender, de enjaular todo con palabras, como si de otro modo no existiera?

Por necesidad de representación: lo propio de lo humano es aumentar aquello en lo que está. Contar forma parte del aumento. El animal no humano no necesita contarse, tiene otro tipo de saber que es el que precisamente hemos olvidado. Si la propuesta de una razón estética es pertinente aún hoy en día es, entre otras cosas, por su intento de recuperar ese conocimiento perceptivo que une, que no diferencia, que nos enseña que no somos sino que sucedemos entre. Y con. Es curioso ver cómo terminamos creyendo en los cuentos que nos contamos. La Historia es el cuento sesgado sobre el que volvemos una y otra vez. Una serie de guerras, de victorias, todo los demás pasando inadvertido. Escogemos una sola trayectoria de entre las trayectorias posibles, que son incontables, infinitas.


Me gustaría que explicase un poco el hecho de que proponga, a propósito de su reflexión sobre Zambrano, aquietarse en el claro del bosque “no para obtener una revelación, sino para producirla”.

Se trata de la diferencia entre el modelo de revelación y el de construcción, la diferencia entre un realismo mistérico (la realidad ha de desvelarse en el claro, ha de hacerse la luz en la oscuridad, etc.) y un constructivismo (la realidad no se descubre, se hace)… Si todo sucede y nada es sino que está-siendo, no podemos hablar de la realidad como de algo que está oculto y que haya de descubrirse o revelarse sino de que lo que hay para nosotros son mundos y que los mundos se construyen. Va por ahí la cosa. Por otra parte, la palabra “revelación” habla por sí misma: toda revelación es una re-velación, una vuelta a velar, es decir, que el lenguaje siempre vuelve a ocultar aquello que señala. El decir es un movimiento de velación, no hay palabra que no vele, que no enturbie, que no oculte. Aquello que está-siendo, esa trayectoria anterior a la palabra que la fragmenta y la de-termina, jamás podrá ser atrapada en la palabra que la nombra, sólo podrá ser re-velada. De ahí que de ello lo único que podamos tener son representaciones. Entre representaciones y escenarios anda el juego.


































jueves, 12 de octubre de 2017

ENTREVISTA A PABLO ROJAS: DADAÍSMO Y POESÍA



Pablo Rojas, crítico literario y profesor


Hemos heredado del Dadá ese cierto espíritu de rebelión, 
de encaminarse hacia lo aciago.


Simplificando hasta el esqueleto, el dadaísmo es un movimiento artístico alumbrado en 1916 en el ‘Cabaret Voltaire’, que abrió sus hendiduras (llámense puertas) en Zúrich. Como padre, Hugo Ball; como sacerdotes, Tristan Tzara y Picabia. Embistió la razón positivista. Duchamp, Mina Loy, Apollinaire y otros son nombres asociados a esta escuela pero ¿qué hay de esta irreverencia artística, anímica, en nuestro país? El experto Pablo Rojas, gran conocedor de uno de los auténticos dadístas bizarros, Guillermo de la Torre, acaba de publicar ‘Poetas de las nada. Huellas del Dadá en España’ (Renacimiento).

lunes, 2 de octubre de 2017

LISPECTOR O LA ERRANCIA DE LA PALABRA


Lispector o la errancia de la palabra

Siruela publica su biografía, ‘Por qué este mundo’, 
por Benjamin Moser 


¿Por qué sentimos querencia absoluta por algunos autores? ¿Por qué volvemos a ellos, nos entregamos a ellos, nos alumbramos en sus imágenes, su atmósfera, sus reflexiones, sus historias? ¿Por qué su tono, su manera de mirar se hace nuestra? ¿Por qué ellos y no otros?  Nos traspasan, nos colocan en el ángulo exacto del desconcierto,  nos ensanchan. Pienso en María Negroni, en Chantal Maillard, en Menchu Gutiérrez, en Gabriela Llansol, en Martín Gaite, por ejemplo. Mujeres cuyo confín es la línea en blanco, inagotable, del horizonte. Conmueven. No con-mueven. Son murmullo incesante en nuestro paso.

lunes, 18 de septiembre de 2017

FELISBERTO HERNÁNDEZ O EL ÁNGULO INAUDITO DE LAS COSAS


La editorial Sitara publica ‘Mosaicos’

Felisberto Hernández o el ángulo inaudito de las cosas


Del mismo modo que no se puede entender a Borges sin haber leído a Macedonio Fernández, Cortázar no sería el escritor que fue sin un precedente insólito en las letras en castellano: Felisberto Hérnández (Montevideo, 1902-1964). Antes de escritor, fue pianista. Y pasó de una vocación a otra. En 1940 (la fecha es orientativa) abandona la práctica profesional del instrumento y esgrime la tinta con una armonía nueva hasta entonces. Porque el estilo de este uruguayo de padre canario es reconocible como rastro de carbón en la nieve.

Dos son sus obsesiones, diseminadas de manera obscena o sutil en sus composiciones, la inconsistencia del sujeto y la fragilidad del lenguaje como acceso pleno a lo real. En sus relatos, los objetos se personalizan, los sujetos se desvanecen. No hay amarre, apenas encontramos lugar concreto, tiempo exacto, causalidad pespuntada. Todo en su microcosmo es inquietante, espita del desasosiego, lumbre de lo incierto. Es puro extrañamiento. E irregularidad sintáctica.

lunes, 4 de septiembre de 2017

ENTREVISTA A ALBANO CRUZ

Albano Cruz, pensador


“Lo importante siempre tiene algo
que no solemos decir en el lenguaje: el para qué



De Albano Cruz pueden decirse algunas atribuciones, casi todas ellas insólitas: pensador desolacionista de los medios y los fines. Postsituacionista, aceleracionista. Entusiasta de Tiqqun y, por tanto, del Comité Invisible. En cualquier caso, es un conversador endiabladamente delicioso, que maneja la lógica con la precisión de quien disecciona una tormenta. Acaba de publicar ‘Fenomenología de la imago’ (Enclave de libros), un texto fascinante en su propuesta: ¿qué es lo que podemos saber realmente del mundo?

La fenomenología de la imago aborda, todo el texto, el problema de la transitividad, es decir, de relación entre cosas, simplificando…
Es muy interesante observar cuándo funciona la transitividad y cuándo deja de funcionar. Eso permite que, en un determinado momento, yo te cuente cualquier cosa para justificarte por qué estamos aquí, por qué el sol está en lo alto, etc.; cuando entiendes que eso es una necesidad de la aceptación a través de la comunicación resulta todo más fácil. Estoy aquí porque me da la gana. Esta es una razón tan válida como cualquier otra. Da lo mismo. No da lo mismo cuando uno quiere hacer cosas, hechos, cuando quieres cambiar el mundo, pero si lo que quiero es que tú aceptes lo que yo digo, construir causalidades y justificaciones es siempre una labor de comunicación con el otro, no es una propiedad del mundo.

martes, 29 de agosto de 2017

JULES VERNES DESDE LOS CUATRO ELEMENTOS


Graphiclassic publica un segundo volumen dedicado al escritor francés Jules Vernes observado desde los cuatro elementos


Nadie como él para ensanchar la imaginación del lector. Su estilo preciso, casi exacto, ágil; sus atmósferas trazadas con la exquisitez de lo sencillo; las tramas, urdimbres a las que resulta imposible no entregarse en un disfrute intenso; los personajes diligentes, entrevistos, comedidos. Todo ello construye una catedral literaria, inagotable e inalterable a la que volver tantas veces se desee porque, tantas veces como uno se aproxime a ella, recibirá la ungida lectura que reconforta. Hablamos de Julio Verne (Nantes, 1828–Amiens, 1905).

Es imposible no asomarse siquiera a cualquiera de sus Viajes extraordinarios y no quedarse prendado. ‘Cinco semanas en globo’, ‘Viaje al centro de la Tierra’, ‘Los hijos del capitán Grant’, ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, ‘La vuelta al mundo en 80 días’, ‘Miguel Strogoff’… Los entusiastas del francés se extienden por todos los continentes; de hecho, es el autor más traducido del mundo después de Agatha Christie.

martes, 22 de agosto de 2017

ENTREVISTA A NOELIA ILLÁN


Noelia Illán, poeta


Lo que tiene que tener un poeta es una visión especial del universo que nos rodea


Es difícil no quedar fascinado por el descaro, la ternura, la fiereza, la sabiduría y el humor de esta poeta, por su registro, cualquiera que sea. Su reciente poemario, ‘Verbos por dentelladas’ (Ravenswood Books Editorial) es la versión hecha palabra de ella misma. Porque el lenguaje, finalmente, es un paisaje, y cada vez que se escribe se convoca. Noelia Illán (Cartagena, 1983), además de poeta (cuando escribe y cuando no) está al frente de ‘La Galla Ciencia’, un reino lírico libérrimo, asombroso, fascinante e intenso.

Los verbos, ¿son la clase de palabras más parecidas a una dentellada?
Depende del verbo, claro. “Verbum” en latín es “palabra”, en general. No sólo pienso en acciones cuando hablo de “verbo”, sino más bien en cualquier concepto que tenga una transcripción escrita, porque además no todo lo que uno quiere expresar tiene una representación gráfica, por lo que el tema es más complicado de lo que parece. Pero esto son disertaciones estúpidas de un profesor de Latín… En definitiva, hay palabras que hieren, hay palabras que revitalizan, hay palabras que excitan…, y todo eso se podría resumir en “dentellada”, porque al final si no deja los dientes marcados no es un buen bocado.

¿Qué ha de tener la vida de un poeta del siglo XXI para no echar de menos la vida de un poeta?
Realmente hay poetas en el mundo que no escriben y hay escritores de poesía que no son poetas. Puedo poner algunos ejemplos cercanos. Esto, claro, tiene que ver con lo de “qué es poesía”, pero yo no me atrevo a dar una definición. Lo que sí tiene que tener un poeta (escriba o no poesía) es una visión “especial” del universo que nos rodea. Decía uno de mis profesores de Religión que había que ver algo más que leña en un bosque, y estoy de acuerdo si lo aplicamos a la Literatura. ¿Y cómo ver la luz entre tanta basura? Pues afinando el ojo, y si la vida te proporcionara momentos de absoluta contemplación todo sería más fácil, creo. Esto es: tiempo.

Hay un deseo constante de ciudades (Budapest, Roma Venecia, Alejandría…) ¿se alumbra mejor la poesía en la calle?
Para mí los viajes siempre han sido momentos de inspiración, pero no creo que sólo sea por la belleza de esas ciudades (cómo no inspirarse en el Rialto, o en el atardecer de Buda, o tomando té en la subida a la kasbah…), sino más bien por eso que digo: el tiempo. Si uno está viajando por placer, significa que tiene tiempo de pararse a mirar. A veces un detalle aparentemente insignificante; otras, una puesta de sol o una playa o unos árboles al viento. Todo es cuestión de pararse. Hay que “pararse”.

Hay un constante mirar hacia atrás en el tiempo y su tono, ¿más cargado de melancolía o de resignación?
Ambas. Melancolía de algo que a veces no he vivido siquiera. Lo he leído, o lo he sentido en una película… Me sorprendo a menudo sintiendo melancolía de cosas que no he vivido, de sitios donde no he estado, de luces que no me han rozado la cara. Resignación porque todo pasado fue mejor, dicen. Hay días en que uno piensa “bueno, es lo que hay: nos quedan los libros, el vino o la música”. Hay otros en que te apetece salir a la calle con una katana a luchar por tus ideales. Depende de lo dura que haya sido la noche… Pero sí: ambas casi en igual proporción.

¿Qué evita “que no nos volemos la cabeza”?
La curiosidad. ¿Qué pasará? ¿Cómo acabará esto?

“No me busques aquí. No soy”. ¿Dónde no puede/debe estar el poeta?
En lo tóxico, en lo dañino, en la maldad hacia el prójimo, en la trivialidad (y esta palabra no es “la naturalidad”, que sí debe ser territorio del poeta), en lo falso, en la hipocresía, en lo artificioso.

¿Qué nutre más el verso, lo que se repugna o lo que se adora?
En mi caso, lo que adoro, lo que admiro como algo único en el mundo. Lo concreto, lo animal, lo hermoso.

“Quizás ese anciano lleva años/sin ver algo tan hermoso”. ¿Qué es la belleza para Noelia?
Lo extraordinario, pero que a veces está en lo cotidiano. Por esos miles de incordios de la vida ésta ajetreada, a veces no vemos lo bello que nos rodea. Una mujer recogiéndose el pelo, un perro lamiendo a su cachorro, un rayo de luz que entra por la ventana y justo toca los zapatos que has elegido para esa noche, un anciano sonriéndote en un paso de peatones… La belleza está ahí.

Citas de poetas clásicos y contemporáneos, pero mucha música. ¿Qué banda sonora acompañaría a este poemario?
Mucha música clásica (los “Nocturnos” de Chopin son una constante, o Mahler o Shostakóvich), pero también Bunbury, Bebe, Héroes del Silencio, Bowie, Lou Reed o Pink Floyd. La música no puede faltar. Como decía aquel anuncio de no sé qué producto, “sería terrible vivir sin música”, ¿no?


“Si te das cuenta/todo es la versión de otra cosa”. ¿Cómo se reconoce la autenticidad de un poema?
Eso es muy difícil de explicar. Estoy segura de que tú sabes cuándo un poema es bueno y cuándo es malo. Y a veces sabes que es bueno pero no te “araña”, no te da esa “dentellada”. Está claro que no todos los poemas de un libro van a dar una hostia (¡cómo aguantarlo!), pero a veces llega ese “verso” que te deja k.o., que sabes que está es la lista de “versosqueteacompañaránsiempre”. Por ejemplo, ese “oigo los hierros de la Ilíada”, o aquel “voy a empezar contigo el desayuno”, o “cuando ingiero famélico tu lodo”. A veces ya da igual quién lo dijo, pero te persigue como el coyote por donde vayas.

¿Cuándo uno busca algo de amor y cuándo un poco de estruendo?
Amor supongo que siempre, aunque no sea ese amor de pareja que uno asocia a las películas americanas. Amor de las personas, de tus amigos y tu familia (sanguínea o no). Estruendo quizá no tantas veces, porque al final el trueno siempre pasa y lo que queda es el suelo mojado por la lluvia. Yo personalmente prefiero una mezcla de ambos: la vida debe agitarnos un poco, porque si no, ¡qué aburrimiento! ¿No? Y sí: estamos hablando de sexo, por si dudan los lectores.

Los clásicos, no solo en las citas, presiden el poemario en tanto que manera de mirar el mundo. ¿Qué nos enseñaron ellos?
Todo. Para bien y para mal. La cultura grecolatina es la base de la nuestra, con otros tantos aderezos más o menos potentes, como los árabes o el bombardeo que hoy sufrimos de los yanquis, jejeje. Somos un “mezclete” de varias cosas, pero los clásicos, los autores como Catulo, Tácito o Safo ya lo dijeron casi todo. Y si uno los lee con atención lo ve claramente. El pasado te explica el presente, eso es así.

El vino tinto, “como la sangre de Héctor”, ¿sana tanto o más que la poesía?

Ese verso le gusta mucho a un poeta que yo adoro, y cuando lo leo me pongo a mover el rabo como un cachorro al que le hacen carantoñas… “In vino veritas”, decían los romanos. El vino puede ser altamente recomendable en ciertos momentos (a mí me sienta muy bien el alcohol física y mentalmente hablando), pero siempre hay que llevar cuidado. No por esa basura que nos dicen ahora de “vida sana, no fumes, sal a correr y evita el aceite de palma”, sino que a veces el vino y sus hermanos sacan a la luz cosas que no nos gustan. Decían los griegos que era un dilatador de miembros (no va en el sentido sexual), y yo creo firmemente que sus efectos pueden llevarte a ese estado placentero de “todo se relaja y la sangre fluye mejor, por tanto, pienso mejor”, pero eso puede llevarnos a rincones que no queremos visitar a diario. Como decía el poeta, todos tenemos nuestros fantasmas -que se dan por culo unos a otros- en nuestra cabeza.


domingo, 13 de agosto de 2017

ENTREVISTA A VICTORIA CIRLOT


Victoria Cirlot, catedrática de Filología románica en la Universidad de Pompeu Fabra


El espacio interior es un lugar de conflicto en muchas ocasiones



Cada propuesta de Victoria Cirlot (Barcelona, 1955) es un acontecimiento (íntimo, pero también compartido). En todo el esplendor del concepto. Acaba de coordinar, junto a Blanca Garí, ‘El monasterio interior’ (Fragmenta editorial), un ramillete de reflexiones sobre ese territorio de crecimiento propio, de indagación espiritual, sobre el vínculo entre persona y lugar. Entre persona y zona común. Desde los mandalas, pasando por iconos de la arquitectura casi mística, el símbolo de la cabaña, a los diagramas, el recorrido del texto nos propone distintos altos desde donde contemplar (nos).


miércoles, 12 de julio de 2017

ENTREVISTA A ISABEL GONZÁLEZ



Isabel González 


La confianza es lo único que puede establecer
algún canal de comunicación


Hay novelas de curso legal, de correcto oficio, novelas que se olvidan como tardes anestesiadas por fiebre endémica, novelas que se degluten (no llevan gluten, ni azúcares, tampoco aditamentos químicos, son inocuas, completamente). Pero también novelas que bordean el prodigio, que traspasan, que nos convocan como amantes en una cita de la que uno no regresa indemne. Novelas-fulgor que nos hablan desde el ángulo exacto, porque el centro está en cada una de las líneas que la componen. ‘Mil mamíferos ciegos’ (Dos Bigotes), de Isabel González. Excede, desborda, proclama. Es poesía e imagen, narración y salmo, dolor, dentellada. Inmensa, irreductible. Yago, habitante del bosque. Eva y Santi, inclasificables urbanitas. Dos encuadres, tres dimensiones en el mirar. Lo que estalla.

¿Cómo cruzarse con un Yago en la vida, cómo convocarlo? ¿Hay un Yago? ¿Cómo no amarlo si se encuentra?
¿Cómo cruzarse? Huye.
¿Hay un Yago? Mil. Tú misma enfebrecida. Lo que pasa es que no suelen salir del bosque.
¿Cómo no amarlo? Por supervivencia.

“Una vez lo imposible fue”. Parece que hablara el narrador de esta novela, que estalla límites y que convoca la irreparable sensación de lo que se impregna…
Puede que el narrador hable de lo imposible como oposición a lo posible en tanto que lo posible es concebido como real y lo imposible como irreal. Se tergiversan los términos por protección. Y es lógico, ya que la posibilidad máxima es la irrealidad de la muerte. Lo imposible es la vida. “Una vez estuve vivo”. Y te impregnas, sí, vaya que sí.

¿Cómo se alumbra ‘Mil mamíferos ciegos’?
Con millares de coitos. Con cientos de partos errados. Con una madre precursora que renegó de ellos y otra incauta que la usurpó. Con personas que existen inventadas y con personas inventadas que ahora existen. Se alumbra con mucha oscuridad. Se trata de una historia basada en hechos reales tergiversada por hechos más reales todavía.

“Demasiada sensatez reduce eficacia”. ‘Mil mamíferos ciegos’ parece estar escrito desde una región mucho más próxima al sueño, a lo visionario, al abajo inconsciente, que a la rigurosidad de un discurso premeditado. ¿Es así?
Sí. Está escrita como parte de una experiencia vital. He intentado actuar como un vaso comunicante entre lo oscuro y lo palpable. Dejarme llevar y traducir lo que discurre de eterno y de efímero por las ridículas y magníficas vidas particulares. Somos miles y somos uno. Suena esotérico, pero qué le vamos a hacer. A veces comemos mortadela y a veces esto: comemos mortadela en el universo.

“La complejidad reducida un verbo”. ¿Cuál?
Morir. Morir como perder la vida y morir como deseo violento de algo. Siempre en primera persona, claro está.

Cuando “ni los genitales hacen falta para masturbarse”, ¿el deseo se ha desbordado, sublimado o está desubicado?
Todo va junto, ¿no?. El caudal se desborda y anega los huertos, las casas, arrastra vehículos, no se puede hablar de otra cosa que de la inundación, del desastre. La fuerza de la naturaleza. Aunque también cabe preguntarse si no se edificó en el cauce y se le puso un nombre santo a la población.

“Lo que no se va cuando se marcha”, ¿nos condena a amarlo de por siempre?
Somos unos amantes. Estamos condenados siempre.

El bosque como escenario (Zambrano, Jünger, Matute, Calvino…) frente a la ciudad como declive, como desmoronamiento… ¿Una reivindicación de la naturaleza?
No exactamente. El bosque donde vive Yago es un paisaje exterior y un paisaje interior. Un lugar primigenio a diez kilómetros del pueblo, el sitio donde abandonan a los inocentes en los cuentos infantiles, el comienzo del viaje. El antropólogoVladimir Propp dice: “el niño moría y resucitaba como un hombre nuevo (simulado por el ser engullido y vomitado por un animal). Para ello, se construía cabañas en un bosque (o espesura) donde se producían las pruebas y el aprendizaje”. Lo leo y me sobrecojo y corroboro (porque me ha pasado) la existencia de un inconsciente colectivo, de un sustrato simbológico común que atraviesa a la humanidad desde el principio de los tiempos. Lo sabemos todo aunque no suele asomar porque el saber aprendidos e lo impide. Suele suceder cuando se despega del suelo o nos hundimos en él, que es más frecuente.

“Nos hacemos viejos si con unas palabras ocultamos otras”. ¿Es posible contarnos, decirnos sin máscaras  sobrevivir sin que laminen el corazón?
No podemos comunicarnos bien. Siempre estamos solos y la confianza es lo único que puede establecer algún canal de comunicación. Pero hay que ser muy fuerte y muy frágil. Porque vas a ir sin escudos y te herirán.

“La mentira es lo que vivo sin ti”. ¿Qué nos mantiene vivo ante una ausencia?
Lo de siempre. El aire, la comida, la respiración pulmonar, los actos reflejos. Luego se aprende todo de nuevo. Luego se olvida. Y entonces se está vivo otra vez.

¿Cómo se somete a lo que nunca llega?
No se puede someter. Esa es la grandeza de la esperanza. Lo malo es que si esperas mucho el palacio se expande tanto que la decepción está asegurada. Basta a veces con una tienda de campaña de Decathlon. Son muy majas.

¿No crees que la niña atada a la piedra merece que cuenten su historia?
¿La niña atada a la piedra es la fe o es la ignorancia? Qué destruye Yago. Contaremos su historia en la segunda parte de ‘Mil mamíferos ciegos’. ‘Mil dos mamíferos ciegos’.

¿Cómo se convive con el hombre pegado a nuestra espalda?
Cantando. Y sacándolo a pasear de vez en cuando para hacer sus necesidades.

Uno siempre quiere dar caza al lobo (sombra, monstruo, etc.) que lleva dentro, pero los ‘otros’ (algunos) siempre quieren dar caza al ser puro/poeta/tarado que somos. ¿Por qué crees que sucede esto?
No entiendo muy bien si dar caza se refiere a atraparlo para atesorarlo o a matarlo para acabar con ello. En todo caso, ‘los otros’ también somos nosotros. Así que actuamos de las dos formas. Quizá porque queremos ser únicos.

Yago, Santi, Eva. ¿De quién tiene más Isabel González?
De un híbrido de los tres con un jabalí y una cría humana sucia y obediente. Podría contestarte lo que quisiera. Inventármelo todo. ¿Lo ves? No nos podemos comunicar bien. Mejor, dilo tú.


Isabel González presentará ‘Mil mamíferos ciegos’ en La casa de fieras (dónde si no), este jueves, 18 de mayo, a las 19 horas.