“Somos también con aquello que nos falta”
Menchu Gutiérrez, poeta
La poesía de Menchu Gutiérrez nos adentra en el terreno exacto de lo
impredecible: todo lo que parece queda trastocado por la propuesta de su verso.
En su último libro, ‘Lo extraño, la raíz’ (Vaso Roto) quiebra la línea de la
secuencia lógica para preguntarse por los bordes y su vigencia, por los límites
y su equívoco, por lo que somos, lo que creemos que somos, cuanto no sabemos
que somos y, sobre todo, por lo que estamos siendo. Magnífico el poema
inaugural, entusiasmado. Leyendo este
poemario, sutil, contundente en su incertidumbre, es imposible no acatar el
precepto: “No te resistas al peso de la
luz”.
El río, la escalera, el tren, la
nebulosa, incluso la montaña porque dicta... los capítulos –acaso
constelaciones- que componen el poemario imprimen movimiento. ¿Es posible o
necesario pararse en la vida, detener el poema?
Aunque la detención real no exista, y en la vida todo
participe de un movimiento constante, el poema actúa como una suerte de
cristalización que también forma parte de nosotros. El río se detiene para
preguntarse qué es el río, la escalera deja de ascenderse o descenderse para
preguntarse por la naturaleza de los peldaños.
¿Cuánto de lo extraño habitaba ya
en nosotros?
Desconocemos gran parte de lo que somos, entre otras cosas
porque nuestras herramientas de conocimiento son muy pobres. La poesía nos
ayuda en esa tarea.
“Somos tronco y somos ramas”,
también raíz. ¿Nos ocupamos más de esa parte externa que en nuestra esencia
rizomática? Y en el poema, ¿cómo se sabe qué ramas –llámense versos- han de
podarse?
Extendemos nuestras ramas, sí, a veces olvidando que otra
suerte de ramas, las raíces, crecen de manera inversa bajo tierra. Creo que
también eso forma parte de la vida: el olvido y el recuerdo.
Con respecto a las ramas-versos, se trata de escuchar la
savia interna del poema.
“¿Cómo me dijiste que te llamabas?
¿Cómo te llamas ahora? ¿Cómo te llamarás/ cuando recojan tu cuerpo de ahogado?”.
¿Qué es lo que conforma nuestra identidad?
La memoria.
Si su prosa siempre me ha parecido
más de brújula (escrita a partir de una intuición, sin destino premeditado), su
poesía me resulta un candil con la que caminar por un terreno conocido, como un
mapa que sitúa en un territorio concreto. No sé si está de acuerdo...
Quizá no podamos escapar del espacio físico real creado por
el libro en prosa o por el poema, y de ahí esa sensación de territorio. Me
resulta difícil contestar a esa pregunta, porque el poema, en general, me
produce una sensación de libertad mayor.
¿Siempre queda claro cuándo uno
baja o sube la escalera?
La escalera se mira de frente cuando se asciende y se le da
la espalda al descenderla; la poesía permite invertir esos movimientos o
intensificarlos de tal forma que, como en la teoría de la relatividad, no
podamos distinguir entre una aceleración ascendente y una caída.
“En el interior de la casa somos lo
que fuimos”. ¿Cuánto y de qué modo nos conforma el propio espacio?
El espacio que habitamos conserva nuestras huellas y parece
dotarse de una memoria propia. Entregamos al espacio parte de nosotros y éste
custodia la infancia o la juventud de nuestros sentimientos.
“Lo importante es lo que está al
otro lado de la montaña”. ¿Se alcanza a ver en algún momento, a atisbar
siquiera? ¿Qué se necesita para encaminarse hacia ese otro lado?
No
sé si vemos o creemos ver, lo creo que sí creo que es que “somos” también con aquello que nos falta.
Si “no importan cuántas veces te
desnudes, siempre llevas ropa”, si “no importa cuántas veces te vistas, siempre
estás desnudo”, ¿qué porción de libertad nos corresponde?
Me resulta igualmente difícil contestar a esta pregunta,
porque la libertad es casi siempre la ilusión de la libertad. De cualquier
forma, se producen en la vida esos maravillosos momentos en los que, como decía
Marina Tsvietaieva, el caballo se libera del jinete, ¡en este caso el caballo
seríamos nosotros!
Me lo pregunto en cada libro, y la respuesta está incluida en ellos.
¿Qué opina a propósito del
exabrupto de Chus Visor sobre la escasa calidad de la poesía femenina?
Nada
mejor que el silencio.
Esther Peñas.
Fotos de Javier Lorente.
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