jueves, 11 de febrero de 2016

Entrevista al filósofo Rafael Argullol


Rafael Argullol, filósofo


“Padecemos un cansancio que nos creemos muy productivo pero es abismal”



Poco se puede añadir sobre Rafael Argullol, uno de los pensadores más poliédricos patrios. Discreto, sereno, lúcido, poético. Su escritura, transversal, anómala en cualquier caso, funde los géneros y detona las lindes. Estimula. El también escritor y profesor Oriol Alonso ha querido homenajearle en un libro que reúne más de cuarenta intervenciones de distintos artistas que han seleccionado un texto del filósofo y una imagen que los sustente. El resultado, ‘Archipiélago. Retrato polifónico de Rafael Argullol’ (Edicones del Subsuelo).


¿Cuánto tiene de archipiélago Rafael Argullol?

Bastante. Tiendo a decir de mí que no hablo como un monólogo sino como una polifonía, no soy una isla sino muchas, es decir, no hay un solo yo en mí, sino un conjunto de yoes. La idea de archipiélago es simbólicamente atractiva porque reúne la unidad pero, al tiempo, una gran multiplicidad. Es acertado decir que soy un hombre archipiélago.


De todas estas selecciones personales que componen el  libro, ¿ha habido alguna en concreto que le haya sorprendido?

Varias, la gracia de este libro es que es un libro muy experimental sobre el cual sabía muy poco, lo he visto al final, pero no he conocido el proceso. Resulta sugerente plantear un hipotético retrato sobre mí, convirtiéndose, cada una de las aportaciones, en un autorretrato, a  su vez. Tiene mucho sentido los dos textos que han hecho dialogar cada uno de los autores, la imagen que han elegido. Como los participantes son muy variados, porque hay de todos los campos (fotógrafos, arquitectos, escritores...), en algún caso me ha chocado la imagen o la cita elegida. Creo que he tenido una especie de visión instantánea de muchos  de mis interlocutores a través de este libro.

Hay una querencia notoria por su obra ‘Visión desde el fondo del mar’. ¿Es el título con el que más se identifica?

Me identifico con todos los títulos, cada uno en su momento, lo que ocurre es que ‘Visión desde el fondo del mar’ es el título que abarca los otros títulos; siguiendo con la imagen de archipiélago, si los otros libros son isla, ‘Visión desde el fondo del mar’  es una visión del conjunto de esas islas, por eso ha sido tomado mayoritariamente como referencia.

Por cierto, ¿prefiere la polifonía al sonido dodecafónico?

La polifonía.



Un libro de homenaje, ¿invita a la despedida o es un acicate para persistir en la hendidura (del pensamiento)?

No es un libro de homenaje, no me lo he tomado así, sino como un libro de complicidad. Lo veo como un camino en el que me he ido encontrando a  interlocutores que he conocido a lo largo de estos años, que a veces me han acompañado unas horas, unos días, algunos años, que han aparecido, desaparecido... no lo tomo como un homenaje, me alegra que no haya textos sobre mí, es algo pesado hacer un libro de elogios, este es un libro de cruces de la vida, no es final de nada, ni tampoco el inicio de nada, sino una parada en el camino.

En general, ¿lo españoles somos más de acatar el razonamiento ajeno o de cincelar el propio?

Desde luego que la primera opción. En España, si se pudiera hablar de alma colectiva, cosa bien difícil, porque los universales, en cualquier caso, siempre son peligros, diríamos que el español tiene dos virtudes, cierta espontaneidad y la generosidad, pero también dos grandes defectos, ser cainita, el resentimiento, la envidia y, por otro, el gregarismo, que se manifiesta mucho en la maldita pasión española por gritar; el grito es la manifestación de ese espíritu gregario, con lo cual, demasiadas veces se espera al juicio del otro, a la opinión del otro, incluso para pedir un plato en el restaurante antes de dar la propia opinión, y esta falta de libertad propia es un gran defecto y fuente de muchos problemas.

Da la sensación de que pasamos de largo ante los acontecimientos, que vamos a un concierto y hacemos fotografía; a una exposición, y desfilamos por los pasillos, que en vez de leer engullimos los libros. ¿Qué ha ocurrido con nuestro modo de mirar?

Hay un gran desequilibrio entre la cantidad y la calidad, recibimos muchísima información. Hace 2.500 años, Heráclito, en uno de los pocos fragmentos que nos han quedado de él, decía que no la mucha información procura la comprensión. ¡Hace 2.500 años! Y eso se puede trasladar al mundo de las palabras, pero también al mundo de la imagen, tenemos acumulación inmensa de las imágenes, pero la calidad de la mirada, como usted dice, es muy discutible, por eso hay un gran desequilibrio; miles de millones de turistas visitan los museos, pero eso no significa nada. Vivimos en una especie de vértigo inmóvil, continuamente nos da la impresión de que vamos rapidísimo, de que hacemos muchísimas cosas, pero muchas veces alrededor de una especie de inmovilidad. Recuerdo algo que me dijo un estudiante de Bellas Artes muy joven, en Guadalajara, México: “han logrado (no sé a quién se refería) que estemos continuamente cansados”. En efecto, estamos como sin fuerzas para leer con calma un libro, para mirar con calma un crepúsculo, y es un cansancio que nos creemos muy productivo pero es muy abismal.

¿La ética lleva implícita siempre la mejor de las estéticas posibles?

En mi acaso van bastante juntas, para un artista, la ética es la propia estética, y la ética quiere decir la verdad interior de lo que está expresando. Este es un tema que me preocupa mucho, el tema de la libertad interior que afecta a todos los ciudadanos y la verdad interior, que también afecta a todos, pero en especial al artista. Eso no quiere decir la verdad con mayúsculas, sino que uno ha de aprender a expresarse a partir de la valentía de su verdad. Esto se echa a faltar en nuestros días, en los que tantos se instalan en una cierta duda, en la que parece estar esperando más cuál es la ley de la oferta de la demanda, qué se pide, qué está de moda, qué produce impacto, qué es lo espectacular, antes de atender a su propia verdad, y así no se puede construir una obra artística.


Los intelectuales de este país, ¿tienen predicamento? Pienso en Kristeva, en Francia, en Küns en Alemania, en Eco en Italia y siento envidia porque, al menos lo parece, ellos siguen gozando por lo menos del respeto de la escucha.

Hay una cierta decadencia. Hubo un momento esperanzador, en los años 80 y 90, que parecía que España pasaba, por fin, por un proceso modernizador, ilustrado, en el que la cultura tenía un peso en la sociedad, pero en los últimos dos decenios se ha ido dispersando de manera alarmante. La cultura tiene poco peso porque la sociedad quiere, no es cuestión única de los políticos o de los maestros. Si la sociedad respetara la cultura ésta tendría peso, y los políticos se verían obligados a atenderla. Pero cono no se le otorga este peso, así estamos.

¿Por qué somos incapaces de integrar (teoría y práctica, contemplación/acción, entre mirar y dejar empapar por lo mirado) y tendemos siempre a escindir?

Toda mi vida ha sido un constante intentar integrar los dos elementos, es una de las características de mi escritura, transversal, el intento de unir pensamiento e imagen, sensaciones y conceptos. No hay una parte del cuerpo y otra del espíritu, sino que se presentan juntos. También he tratado de que la vida y el arte vayan unidos, con lo cual, he sido un hombre que en parte ha mirado con  un ojo a la contemplación y, con el otro, a la acción. Defiendo la unidad, aunque no siempre es fácil. Uno ha de estar dispuesto a estar alerta, a no estar de vuelta como tantas veces dice la gente. Ha de ir en el tren de ida, con los ojos abiertos, el contemplativo y el activo.

¿Qué le parece la propuesta de Marina de que parte del sueldo del profesorado sea evaluable?


En teoría no está mal, he estado muchos años en la universidad y es una injusticia que el profesor bueno y el malo sean tratados con ese igualitarismo a la baja tan español. A mí me gusta la igualdad pero a la alta, supongo que es una propuesta que va en esa dirección, la de Marina. Ahora, es difícil que sea aplicable, deberíamos primero, toda la sociedad española, valorar la excelencia, el proyecto ilustrado, pero como no es así, lo veo difícilmente aplicable, aunque sea razonable, e interesante como provocación. Me gusta la idea de la igualdad de la excelencia, y no la igualdad de la pereza, la apatía y la indolencia.



Esther Peñas



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