Grupo Surrealista de Madrid (II)
“Por lo general, al otro lado
nos aguarda lo maravilloso”
Si en la primera entrega de este
encuentro (en toda la extensión del territorio que convoca la palabra)
hablábamos con el Grupo Surrealista de Madrid acerca de que el lugar propio del
ser humano es la poesía, continuamos nuestra particular deriva para detenernos en
aquellos puntos en los que conviene estar atentos, allí donde puede surgir el
prodigio, brote éste del deseo, de lo oscuro, de la luz del mediodía o de una
canción mal entendida.
Recuerden, los convocados son
Lurdes Martínez, Ángel Zapata, Eugenio Castro, Jesús García, Julio Monteverde y
José Manuel Rojo. No son todos los que están incluidos en la selección ‘Clavar
limas en la tierra’ (La Torre magnética), pero se bastan.
¿Cuáles serían las líneas de fuga a través de las cuales encontrar lo
maravilloso, el prodigio, la poesía?
Siguen estando donde han estado
siempre, en realidad. Una fuga del presente para que el presente se haga más
presente sería el enamoramiento. Por ejemplo.
Se me ocurren… los coches
quemados de las revueltas de Cliché sous Bois, de 2005, en las que los
marginados de los barrios de Francia se reconocieron como gente que no se
correspondía con el retrato que se hacía de ellos; el Mohamed Bouazizi que se
quemó a finales de 2010 y sus amigos, cuyas ascuas prendieron todo Oriente
Medio y el Magreb y llegaron España; las feministas de Femen, que sabotean con
sus pechos desnudos tanto una reunión de imanes musulmanes como un discurso de
Donald Trump y Putin (y elijo conscientemente esas feministas); la acampada de
Sol, el 15-M y lo que sucedió después; lugares como Nosaltres, donde se intenta
revitalizar cierta vida colectiva; el Banco Ocupado de Lavapiés, con
experimentos como ‘La canica’, que reivindican nuevas formas económicas; los
juegos y las jornadas oníricas que se celebraron en Nosaltres, o las que
realiza Emilio Santiago en Móstoles, con su grupo ‘Rompe el círculo’ o ‘Los
huérfanos salvajes’, en las que se intenta recrear una cultura popular
atravesada por la poesía y la imaginación, capaz de contestar al ocio programado
de esta sociedad… En todas estas y otras iniciativas en las que se resiste, se
niega y, tanteando, se intenta encontrar el sendero de vuelta a la utopía.
En el mural que se hizo en Sol, una
obra colectiva, espontánea, anónima, ejemplo de una posible apertura al arte
revolucionario, que fue algo que surgió sin voluntad de ser arte, pero que
construyó unos elementos simbólicos potentísimos.
Una dimensión del surrealismo y del
grupo para encontrar esos puntos de fuga es la intervención en lo cotidiano; es
cierto, se puede hacer una lucha política convencional, participando en manifestaciones
u otro tipo de luchas, pero nuestro
elemento específico está en incidir en la vida cotidiana, y en buscar aquellos
ámbitos en los que, de alguna manera, se pueda romper con una sociedad basada
en la razón instrumental, que mercantiliza absolutamente todo, productivista,
que tiene como único objetivo la utilidad y que si ha conseguido arañar otros ámbitos
-como el erotismo-, ha sido siempre para instrumentalizarlo y utilizarlo en
función de sus beneficios y objetivos (siempre económicos). Todo lo que rompa
con eso en nuestro hacer cotidiano es una manera de plantar cara al sistema: el
amor, los encuentros, las derivas, el sueño, por supuesto, el erotismo...
Estas líneas de fuga, si somos
capaces de adivinarlas, igual que se van a centrar sobre una serie de prácticas
políticas ya mencionadas, se destacarán de un modo singular y específico en las
intervenciones que tenemos sobre lo sensible. Estamos hablando desde el punto
de vista colectivo pero, como hemos dicho antes, el individuo dentro del
colectivo señala una pautas con las que el colectivo también se nutre. En los
últimos tiempos ha habido al menos una que voy a citar, por las que nos duele
la cabeza y nos erotiza: la cuestión de la exterioridad, porque en nuestro caso
concreto puede ser una línea de fuga del presente, para hacer que el presente
sea más absoluto, más surrealista. De pronto nos damos cuenta de que hemos sido
cada vez más sensibles para distinguir eso que llamamos exterioridad que se
sucede en distintos ámbitos, la naturaleza por un lado, la ciudad, por otro, y
las afueras de la ciudad. Cómo distinguir esa cosa que llamamos exterioridad y
que tenga la virtud de ejercer como línea de fuga del presente y alimentar la
vida interior de cada uno de nosotros. Otra cuestión que no deberíamos dejar de
señalar, crucial en el tiempo que nos ha tocado vivir, es que, en el marco del
surrealismo nos hemos reivindicado en la pereza; es importante como hecho radicalmente
contrario al productivismo de la sociedad en la que estamos instalados. ¿Seremos
capaces de ralentizar nuestra vida, de demorarnos? Es necesaria la demora, la contemplación
en un ámbito en el que estamos asediados por una velocidad endiablada que nos
neurotiza. Hay pequeños puntos o fisuras en el presente por donde se cuelan
propuestas de libertad y donde la libertad no ha sido por completo vencida. Y el
principio de libertad sin límites es crucial para nuestra existencia.
En esta línea de encarnar lo negativo,
quiero romper una lanza por el pesimismo surrealista, muy importante en este
momento en el que todos los mensajes que se difunden desde el ámbito de lo cultural
pueden ser críticos pero finalmente desembocan en un “pero hay que seguir
adelante”. No, no hay que seguir adelante, hay que ir en otra dirección.
¿Existe esa libertad sin límites?
No (unánime y en cadena, como
jauría de fichas de dominó dejándose caer)
Vaya, qué ronda más rápida y contundente…
No, no existe, pero por eso la buscamos…
… es un horizonte que
perseguimos…
… pero eso tiene parte buena y
que ninguna libertad que nos ofrezca ningún sistema político nos va a
convencer.
¿Cuánto tiene de deriva el poema?
En mi opinión, poco o muy poco. En
mi caso, en el poema interviene un factor irremediable, por fortuna, el
automático; la cuestión del inconsciente no va a desaparecer nunca. ¿Cuántos
poemas se han podido escribir a partir del vislumbre, del destello de aquello
que se nos escapa y ha de escapársenos? Hay algo de irreparable en ello y que
no tenemos que reparar. Ahora bien, a la hora de escribir el poema me
retrotraería a algo que has preguntado antes, la cuestión del estilo, del que descreo.
No debería de haber estilo en la escritura del poema. Otra cosa es que toda una
serie de constantes puedan aparecer y reaparecer en el modo de escribir que tenemos.
Para que exista el estilo en el poema debes estar pensando de modo casi constante
en la escritura de un libro de poemas, que en mi caso es inexistente. Puedo
plantearme escribir algo que tendrá forma de poema y que igual eso, en un
momento determinado, constituya un libro de poemas, pero de antemano, de ningún
modo. En mi caso, salvo en la escritura automática, que he practicado mucho, y
colectivamente, casi todos los poemas han sido trabajos muy elaborados,
partiendo de elementos automáticos e incorporando elementos espontáneos y
automáticos, pero nunca he dejado la elaboración lado, trabajo que considero por
completo necesaria y fértil.
Cuando utilizas el término deriva habría que matizar, porque el
termino deriva está cargado del
sentido situacionista, que trata de eliminar el azar del paseo o reducirlo a su
mínima expresión mediante una serie de normas; un surrealista no puede aceptar
del todo esto. Cuando los surrealistas utilizamos la escritura automática no
podríamos entender ciertas reglas que eliminasen los elementos azarosos. Qué
hay de azaroso o de libre deambular en la escritura del poema es un enunciado
con el que nos sentimos más cómodos. En todo caso, asumiendo esa diferencia,
hay cierta analogía entre una deriva y el poema. Cierto sustrato común de intención
de búsqueda.
Yo, en vez del poema como deriva,
hablaría del poema como desencadenamiento.
Sí, el poema tiene mucho de
deriva tal y como la entendemos nosotros. El libro ‘André Bretón y los datos
fundamentales del surrealismo’, de Michel Carrouges, que tradujo Ángel, establecía
una analogía entre la práctica de la escritura automática y los paseos de
Breton y otros surrealistas por la ciudad de París, por cuanto los preparaba en
la capacidad magnética para el encuentro con lo maravilloso. En ese sentido,
sí. Para mí el poema no sólo es escritura automática, sino que conectas el pasado
con el presente, arrastras tu cultura, la última noticia que has leído, la canción
que estás escuchando… todo eso llama a la puerta de lo desconocido. Desde ahí,
sí es una deriva, aunque incluso en ese momento en que estás escribiendo
quieras citar un verso, porque la conexión de ese poema que empieza como un
fogonazo y al que le incorporas una cita
guarda una conexión desconocida con eso. ¿Qué te ha llevado a emerger esa cita?
Eso no se puede razonar. Me interesan los chispazos de saltos mentales, de
tiempos, lugares, películas… ahí se establece una alquimia que no solamente es
verbal. Al retocar el poema soy consciente de que hay un proceso onírico por otros medios.
No tengo muy claro si existe el
punto de deriva en el poema, pero desde luego sí sé que el Surrealismo ha hecho
de la deriva poesía.
Para mí, sí, el poema es deriva
en el sentido de pérdida de referencia. Para el Surrealismo la poesía también sucede
por otros medios porque no entendemos la vida parcelada en compartimentos estancos,
sino como vasos comunicantes.
Para esto que dices, el ejemplo
perfecto sería nuestro amigo Javier Gálvez, a quien se le ocurren los versos
cuando está paseando.
Por insistir un poco más en esto
que he dicho antes, me planteo la escritura del poema también como un trabajo
sobre la palabra y el lenguaje, y creo que para ello tengo que incorporar
elementos conscientes. Sin eliminar todo lo que es irreparable, pero eso ya
está ahí, se me va a imponer por sí mismo y lo dejo aflorar, al tiempo pienso
que una de las preocupaciones que deberíamos de tener es, a la hora de la escritura
del poema, en la medida de lo posible, además de que sea lo menos narrativo
posible, así como perseguimos la liberación del lenguaje, a veces hay que forzar
al lenguaje a liberarse, trabajarlo para restarle el sentido que se le quiere
conferir, que el lenguaje deje de tener ese sentido dictado sentido, que las palabras
dejen de tener sentido en el sentido que habitualmente se lo concedemos e incorporar
un factor crucial, hacer que la palabra se atraviese de la mayor intensidad
posible, y eso se persigue de un modo más deliberado y consciente. Pero yo ya
no establezco una dicotomía entre este experimento y la búsqueda y la entrega a
la escritura automática, que a mí me ha procurado un placer descomunal y
momentos sublimes. El trabajo con la palabra requiere otro tipo de
consideración que no se queda solo, para mí, en lo espontáneo, en el deslumbre,
también es posible que yo necesite deslumbrarme a través del trabajo que he
hecho con esas palabras.
¿A qué sonaría este libro, qué músicas podríais en vuestros poemas, los
que aquí se recogen?
No es fácil…
Últimamente he descubierto una
música de John Cage, ‘Green’, una cosa maravillosa…
… un poco intelectual…
… yo también escogería una música
muy minimalista, experimental, cerebral, Alvin Lucier, por ejemplo, algo muy mínimo,
que no haría demasiado ruido con el texto leído.
En mi caso, algunos están escritos
con música… Lou Red, The
Smiths, Sioux and the Banshees, Los Planetas, Bowie… también The Organ…
… y, aparte de John Cage, Stereolab.
En mi caso sería algo muy melancólico
y dramático, como Nico…
… yo soy muy rígida, musicalmente
hablando…
… por ejemplo, se me ocurre, para
estos poemas del libro, Stockhausen, algo muy oscuro…
A mí se me hace muy difícil
imaginar la conjunción lectura y música al mismo tiempo, me parece que se
produce una interferencia entre las dos cosas al mismo tiempo de manera
importante, si es posible evitarlo lo evitaría; los poemas o los textos
automáticos, incluso cuando los he escrito en bares como ‘El Automático’, los
he escrito abstraído del ambiente. Recuerdo haber estado escribiendo en ‘La Plaza’,
en el mostrador, a las cinco de la mañana, con todo el ruido, peor sin oír
nada. Me congratulo a ser indiferente a la música cuando estoy escribiendo.
La música despierta estados
emocionales muy potentes que puede o no tener que ver con el poema…
En mi caso fue muy importante
entender mal las canciones que me gustaban, porque lo que pensaba que decían, en
muchas ocasiones, era más interesante lo que pensabas que decía…
… placeres que la generación
bilingüe ha perdido…
… recuerdo una canción de Elvis
Costelo cuya traducción era ‘Ocurrirán accidentes’, y que yo entendía en su
traducción literal, cuando era una frase hecha que no tenía nada que ver...
… como ‘Slap happy’, cuya
traducción directa era ‘bofetada feliz’, pero que, en realidad, era una
expresión que significaba ‘chapucero’...
… el sentimiento de la música, de
lo que las canciones significan para ti es una primera salida, ahí es desde donde
sales disparado…
… una llamada a la sensibilidad…
…y luego te vas decantando por
una cosa u otras. Hoy en día no sé cómo funciona, pero en nuestro caso fue así.
La música precipitó algo que ya
existía en nosotros…
…malinterpretar las canciones
tiene que ver con eso, con encontrar un verso precioso en algo que es banal…
…lo que te podía sugerir la música
y la letra sin entender nada…
¿La noche ejerce mayor fascinación que lo diurno para vosotros?
En el inicio de los himnos de la
noche, Novales asegura que todo ser prefiere la luz. Pero, ¿qué pasa? que la
luz no es suficiente. El día es bello, pero la noche, sublime, que decía Kant.
En mi caso vinculo el territorio
de la noche a lo oscuro, a lo no claro, y eso siempre fascina más que esa luz
cenital que cae sobre nosotros y que ilumina todo, da menos pie a la
interpretación que el territorio pantanoso de la noche, el de los sueños, lo fantasmagórico,
lo maravillo… aparte de que la noche tiene su lectura surrealista en el mundo
del inconsciente, y es ahí donde se da un campo mayor de libertad, tanto para
imaginar como para desear, para transitar… lo cual no quiere decir que el día
no tenga sus placeres.
Yo no lo reduciría a si la noche
fascina más que el día. Puede ejercer más fascinación, por ejemplo, en mí, al
menos durante larguísimos años, e incluso esto me ha ahondado, pero también he
encontrado en el día momentos y grados de exaltación y voluptuosidad distinta
pero que se pueden asociar a la oscuridad, a la experiencia de nocturnidad.
Para mí, momentos como las tres o tres y media de la tarde, mi mediodía, porque
soy un privilegiado, es la hora de los espíritus, el momento en que el sol está
más alto, produce una ceguera y la sombra está debajo justo de nuestros pies.
En ese momento penetramos en nuestras sobra, nuestra sombra nos sostiene, se
produce un hoyo de sombra que se cava debajo de nosotros y en ese momento el
grado de ahondamiento es análogo al que se produce en la noche pero con un grado
de exaltación mayor por su componente voluptuoso y sensual. Hablo de luz del
día muy específica, de nueve blanca, gorda, con viento, preferiblemente, y con
un sol radiante; la suelo encontrar en el Atlántico, aunque hace una semana, en
mi pueblo, volví a encontrarme con ella. No sería capaz de decidir si es más
fascinante la noche que el día.
La cultura occidental nos ha
puesto en el centro la luz, la esencia la forma, estamos en la cultura de lo
apolíneo; lo que aporta el romanticismo es lo dionisiaco y la noche. Me reclamo
de esa tradición.
¿Os importa ahondar un poco en vuestra concepción de la poesía por
otros medios, la poesía más allá del verso?
Para empezar, es esencial, para
entender la poesía por otros medios, aquello que explicó Dalmau de que el poema
es solo una de las manifestaciones posibles de la poesía, una manifestación
irrenunciable, incontestable, importantísima, pero una de las posibles, no la
única.
¿Qué es lo que hay en el poema?
Lo que nos mueve, lo que nos afecta, imaginación, sorpresa, descubrimiento,
estados muy potentes de ánimo, capacidad creativa, etc. Esas fuerzas y energías
no se limitan a acto de escribir sino que también se dan en actos cotidianos.
El sueño es la experiencia más obvia. En general, cuando se habla un poco más
en serio, raro es que alguien no haya
tenido un sueño que haya sido muy significativo para él. Esa es la potencialidad
de la poesía, de la poesía hecha por todos, que no tiene por qué ser pintar o escribir
sino ejercer esa energía y fuerza que se dan en una obra artística y que pueden
expresarse en otros campos de la vida.
Todos los que estamos aquí
sabemos que hay poemas en los que la poesía está ausente, son ‘malos’ poemas. La
poesía en sí, por tanto, no asegura de por sí el fenómeno poético e implica que
el fenómeno poético es independiente del poema. ¿Dónde puede darse? En miradas,
caricias, sueños, analogías, azares…
Precisamente eso es lo que hace
que todas esas experiencias que incluimos dentro de la poesía por otros medios
tengan dentro la semilla de lo común, porque son experiencias comunes, no hay
separación ni especialización. Un sueño es poético, y los sueños son comunes a
todos. No todo el mundo escribe pero sí se encuentra azarosamente con algo, con
alguien, sueña…
El hecho de que muchas personas
se pongan a escribir poemas cuando están enamorados explica que se produce
primero la sensación de poesía, vía amor en este caso, y luego tratar de
explicar ese maravillamiento.
Hay poetas que son meros escribidores
de versos…
…de líneas que no llegan al final…
…de líneas que no llegan al final,
hablo de los profesionales, de quienes realizan un trabajo administrativo con
el lenguaje, un trabajo reproductivo y especializado, sin que haya el menor
asomo de poesía; eso es vomitivo, y lo rechazamos.
Y lo más perturbador es cuando
hay una brillante simulación de la poesía por medios retóricos.
Hoy se produce también en el ámbito
de la poesía y el arte, hay quien trabaja por catálogo, para ello basta con saber
lo que existe, cómo se escribe en cada uno de los apartados y uno va y vierte
su genio en el mero plagio, en la reproducción, en algo inane, sin brío y sin
nervio. Al tiempo, se ha dicho algo de gran importancia, no vamos a enseñar a
nadie lo que es la poesía, no somos maestros ni profesores y, sin embargo, cuántas
veces ha ocurrido que me he encontrado con personas que nos han dicho que, al
leernos, al escucharnos, la poesía ha cobrado para ellos una dimensión nueva, conociendo.
Hay un componente al que nos habíamos negado hasta ahora pero que, quizás,
habría que reivindicar, y que es ejercer una suerte de pedagogía surrealista, y
cuando digo esto intento, por un lado, que operemos por contagio, no por
adherencia, y, por otro, si hablo de la pedagogía, me refiero a mi experiencia,
a lo ha sucedido en estos dos años con las actividades del juego surrealista y del
sueño surrealista en Nosaltres; para mí tenía un componente pedagógico, nada
negativo, y eso ha influido decisivamente en la comprensión de la gente sobre lo
que el Surrealismo es, en la apertura, en la eliminación mayor del yo que
pudiera existir como colectivo hacia una dispersión de ese yo en comunicación con
toda aquella gente en la que latía esas sensaciones, esas experiencias, que las
había vivido pero sin saber darles nombre, confiriéndoles una sensación de
seres inspirados, más enriquecidos.
En mi caso eso no supone
pedagogía, sino activismo político…
…intervención…
La poesía, tal y como se ha
entendido, es básicamente esa capacidad y estado en el que la realidad toma un
giro inesperado, se abre otra dimensión que no conocíamos se produce una…
¿Hendidura? Así lo llamo yo…
Sí, una hendidura, una ruptura, una
grieta, placentera o inquietante, del tipo que sea; eso sucede en diferentes
formas, escribiendo pero también por otros medos. Es ahí donde está el fondo
político, cuando uno es capaz de abrir esos agujeros o hendiduras, que dices
tú, que permiten una vía por la que adentrarse y ver qué hay por ahí. Porque,
por lo general, al otra lado siempre nos aguarda lo maravilloso.
Esther Peñas
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