domingo, 18 de marzo de 2018

Grupo Surrealista de Madrid (II): “Por lo general, al otro lado nos aguarda lo maravilloso”


Grupo Surrealista de Madrid (II)

 “Por lo general, al otro lado nos aguarda lo maravilloso”


Si en la primera entrega de este encuentro (en toda la extensión del territorio que convoca la palabra) hablábamos con el Grupo Surrealista de Madrid acerca de que el lugar propio del ser humano es la poesía, continuamos nuestra particular deriva para detenernos en aquellos puntos en los que conviene estar atentos, allí donde puede surgir el prodigio, brote éste del deseo, de lo oscuro, de la luz del mediodía o de una canción mal entendida.

Recuerden, los convocados son Lurdes Martínez, Ángel Zapata, Eugenio Castro, Jesús García, Julio Monteverde y José Manuel Rojo. No son todos los que están incluidos en la selección ‘Clavar limas en la tierra’ (La Torre magnética), pero se bastan.

¿Cuáles serían las líneas de fuga a través de las cuales encontrar lo maravilloso, el prodigio, la poesía?

Siguen estando donde han estado siempre, en realidad. Una fuga del presente para que el presente se haga más presente sería el enamoramiento. Por ejemplo.

Se me ocurren… los coches quemados de las revueltas de Cliché sous Bois, de 2005, en las que los marginados de los barrios de Francia se reconocieron como gente que no se correspondía con el retrato que se hacía de ellos; el Mohamed Bouazizi que se quemó a finales de 2010 y sus amigos, cuyas ascuas prendieron todo Oriente Medio y el Magreb y llegaron España; las feministas de Femen, que sabotean con sus pechos desnudos tanto una reunión de imanes musulmanes como un discurso de Donald Trump y Putin (y elijo conscientemente esas feministas); la acampada de Sol, el 15-M y lo que sucedió después; lugares como Nosaltres, donde se intenta revitalizar cierta vida colectiva; el Banco Ocupado de Lavapiés, con experimentos como ‘La canica’, que reivindican nuevas formas económicas; los juegos y las jornadas oníricas que se celebraron en Nosaltres, o las que realiza Emilio Santiago en Móstoles, con su grupo ‘Rompe el círculo’ o ‘Los huérfanos salvajes’, en las que se intenta recrear una cultura popular atravesada por la poesía y la imaginación, capaz de contestar al ocio programado de esta sociedad… En todas estas y otras iniciativas en las que se resiste, se niega y, tanteando, se intenta encontrar el sendero de vuelta a la utopía.

En el mural que se hizo en Sol, una obra colectiva, espontánea, anónima, ejemplo de una posible apertura al arte revolucionario, que fue algo que surgió sin voluntad de ser arte, pero que construyó unos elementos simbólicos potentísimos.

Una dimensión del surrealismo y del grupo para encontrar esos puntos de fuga es la intervención en lo cotidiano; es cierto, se puede hacer una lucha política convencional, participando en manifestaciones u otro tipo de luchas,  pero nuestro elemento específico está en incidir en la vida cotidiana, y en buscar aquellos ámbitos en los que, de alguna manera, se pueda romper con una sociedad basada en la razón instrumental, que mercantiliza absolutamente todo, productivista, que tiene como único objetivo la utilidad y que si ha conseguido arañar otros ámbitos -como el erotismo-, ha sido siempre para instrumentalizarlo y utilizarlo en función de sus beneficios y objetivos (siempre económicos). Todo lo que rompa con eso en nuestro hacer cotidiano es una manera de plantar cara al sistema: el amor, los encuentros, las derivas, el sueño, por supuesto, el erotismo...

Estas líneas de fuga, si somos capaces de adivinarlas, igual que se van a centrar sobre una serie de prácticas políticas ya mencionadas, se destacarán de un modo singular y específico en las intervenciones que tenemos sobre lo sensible. Estamos hablando desde el punto de vista colectivo pero, como hemos dicho antes, el individuo dentro del colectivo señala una pautas con las que el colectivo también se nutre. En los últimos tiempos ha habido al menos una que voy a citar, por las que nos duele la cabeza y nos erotiza: la cuestión de la exterioridad, porque en nuestro caso concreto puede ser una línea de fuga del presente, para hacer que el presente sea más absoluto, más surrealista. De pronto nos damos cuenta de que hemos sido cada vez más sensibles para distinguir eso que llamamos exterioridad que se sucede en distintos ámbitos, la naturaleza por un lado, la ciudad, por otro, y las afueras de la ciudad. Cómo distinguir esa cosa que llamamos exterioridad y que tenga la virtud de ejercer como línea de fuga del presente y alimentar la vida interior de cada uno de nosotros. Otra cuestión que no deberíamos dejar de señalar, crucial en el tiempo que nos ha tocado vivir, es que, en el marco del surrealismo nos hemos reivindicado en la pereza; es importante como hecho radicalmente contrario al productivismo de la sociedad en la que estamos instalados. ¿Seremos capaces de ralentizar nuestra vida, de demorarnos? Es necesaria la demora, la contemplación en un ámbito en el que estamos asediados por una velocidad endiablada que nos neurotiza. Hay pequeños puntos o fisuras en el presente por donde se cuelan propuestas de libertad y donde la libertad no ha sido por completo vencida. Y el principio de libertad sin límites es crucial para nuestra existencia.

En esta línea de encarnar lo negativo, quiero romper una lanza por el pesimismo surrealista, muy importante en este momento en el que todos los mensajes que se difunden desde el ámbito de lo cultural pueden ser críticos pero finalmente desembocan en un “pero hay que seguir adelante”. No, no hay que seguir adelante, hay que ir en otra dirección.

¿Existe esa libertad sin límites?

No (unánime y en cadena, como jauría de fichas de dominó dejándose caer)

Vaya, qué ronda más rápida y contundente…

No, no existe, pero por eso la buscamos…

… es un horizonte que perseguimos…

… pero eso tiene parte buena y que ninguna libertad que nos ofrezca ningún sistema político nos va a convencer.

¿Cuánto tiene de deriva el poema?
En mi opinión, poco o muy poco. En mi caso, en el poema interviene un factor irremediable, por fortuna, el automático; la cuestión del inconsciente no va a desaparecer nunca. ¿Cuántos poemas se han podido escribir a partir del vislumbre, del destello de aquello que se nos escapa y ha de escapársenos? Hay algo de irreparable en ello y que no tenemos que reparar. Ahora bien, a la hora de escribir el poema me retrotraería a algo que has preguntado antes, la cuestión del estilo, del que descreo. No debería de haber estilo en la escritura del poema. Otra cosa es que toda una serie de constantes puedan aparecer y reaparecer en el modo de escribir que tenemos. Para que exista el estilo en el poema debes estar pensando de modo casi constante en la escritura de un libro de poemas, que en mi caso es inexistente. Puedo plantearme escribir algo que tendrá forma de poema y que igual eso, en un momento determinado, constituya un libro de poemas, pero de antemano, de ningún modo. En mi caso, salvo en la escritura automática, que he practicado mucho, y colectivamente, casi todos los poemas han sido trabajos muy elaborados, partiendo de elementos automáticos e incorporando elementos espontáneos y automáticos, pero nunca he dejado la elaboración lado, trabajo que considero por completo necesaria y fértil.

Cuando utilizas el término deriva habría que matizar, porque el termino deriva está cargado del sentido situacionista, que trata de eliminar el azar del paseo o reducirlo a su mínima expresión mediante una serie de normas; un surrealista no puede aceptar del todo esto. Cuando los surrealistas utilizamos la escritura automática no podríamos entender ciertas reglas que eliminasen los elementos azarosos. Qué hay de azaroso o de libre deambular en la escritura del poema es un enunciado con el que nos sentimos más cómodos. En todo caso, asumiendo esa diferencia, hay cierta analogía entre una deriva y el poema. Cierto sustrato común de intención de búsqueda.

Yo, en vez del poema como deriva, hablaría del poema como desencadenamiento.

Sí, el poema tiene mucho de deriva tal y como la entendemos nosotros. El libro ‘André Bretón y los datos fundamentales del surrealismo’, de Michel Carrouges, que tradujo Ángel, establecía una analogía entre la práctica de la escritura automática y los paseos de Breton y otros surrealistas por la ciudad de París, por cuanto los preparaba en la capacidad magnética para el encuentro con lo maravilloso. En ese sentido, sí. Para mí el poema no sólo es escritura automática, sino que conectas el pasado con el presente, arrastras tu cultura, la última noticia que has leído, la canción que estás escuchando… todo eso llama a la puerta de lo desconocido. Desde ahí, sí es una deriva, aunque incluso en ese momento en que estás escribiendo quieras citar un verso, porque la conexión de ese poema que empieza como un fogonazo y al  que le incorporas una cita guarda una conexión desconocida con eso. ¿Qué te ha llevado a emerger esa cita? Eso no se puede razonar. Me interesan los chispazos de saltos mentales, de tiempos, lugares, películas… ahí se establece una alquimia que no solamente es verbal. Al retocar el poema soy consciente de que hay un proceso onírico por otros medios.

No tengo muy claro si existe el punto de deriva en el poema, pero desde luego sí sé que el Surrealismo ha hecho de la deriva poesía.

Para mí, sí, el poema es deriva en el sentido de pérdida de referencia. Para el Surrealismo la poesía también sucede por otros medios porque no entendemos la vida parcelada en compartimentos estancos, sino como vasos comunicantes.

Para esto que dices, el ejemplo perfecto sería nuestro amigo Javier Gálvez, a quien se le ocurren los versos cuando está paseando.

Por insistir un poco más en esto que he dicho antes, me planteo la escritura del poema también como un trabajo sobre la palabra y el lenguaje, y creo que para ello tengo que incorporar elementos conscientes. Sin eliminar todo lo que es irreparable, pero eso ya está ahí, se me va a imponer por sí mismo y lo dejo aflorar, al tiempo pienso que una de las preocupaciones que deberíamos de tener es, a la hora de la escritura del poema, en la medida de lo posible, además de que sea lo menos narrativo posible, así como perseguimos la liberación del lenguaje, a veces hay que forzar al lenguaje a liberarse, trabajarlo para restarle el sentido que se le quiere conferir, que el lenguaje deje de tener ese sentido dictado sentido, que las palabras dejen de tener sentido en el sentido que habitualmente se lo concedemos e incorporar un factor crucial, hacer que la palabra se atraviese de la mayor intensidad posible, y eso se persigue de un modo más deliberado y consciente. Pero yo ya no establezco una dicotomía entre este experimento y la búsqueda y la entrega a la escritura automática, que a mí me ha procurado un placer descomunal y momentos sublimes. El trabajo con la palabra requiere otro tipo de consideración que no se queda solo, para mí, en lo espontáneo, en el deslumbre, también es posible que yo necesite deslumbrarme a través del trabajo que he hecho con esas palabras.

¿A qué sonaría este libro, qué músicas podríais en vuestros poemas, los que aquí se recogen?

No es fácil…

Últimamente he descubierto una música de John Cage, ‘Green’, una cosa maravillosa…

… un poco intelectual…

… yo también escogería una música muy minimalista, experimental, cerebral, Alvin Lucier, por ejemplo, algo muy mínimo, que no haría demasiado ruido con el texto leído.

En mi caso, algunos están escritos con música… Lou Red, The Smiths, Sioux and the Banshees, Los Planetas, Bowie… también The Organ…

… y, aparte de John Cage, Stereolab.

En mi caso sería algo muy melancólico y dramático, como Nico…

… yo soy muy rígida, musicalmente hablando…

… por ejemplo, se me ocurre, para estos poemas del libro, Stockhausen, algo muy oscuro…

A mí se me hace muy difícil imaginar la conjunción lectura y música al mismo tiempo, me parece que se produce una interferencia entre las dos cosas al mismo tiempo de manera importante, si es posible evitarlo lo evitaría; los poemas o los textos automáticos, incluso cuando los he escrito en bares como ‘El Automático’, los he escrito abstraído del ambiente. Recuerdo haber estado escribiendo en ‘La Plaza’, en el mostrador, a las cinco de la mañana, con todo el ruido, peor sin oír nada. Me congratulo a ser indiferente a la música cuando estoy escribiendo.

La música despierta estados emocionales muy potentes que puede o no tener que ver con el poema…

En mi caso fue muy importante entender mal las canciones que me gustaban, porque lo que pensaba que decían, en muchas ocasiones, era más interesante lo que pensabas que decía…

… placeres que la generación bilingüe ha perdido…

… recuerdo una canción de Elvis Costelo cuya traducción era ‘Ocurrirán accidentes’, y que yo entendía en su traducción literal, cuando era una frase hecha que no tenía nada que ver...

… como ‘Slap happy’, cuya traducción directa era ‘bofetada feliz’, pero que, en realidad, era una expresión que significaba ‘chapucero’...

… el sentimiento de la música, de lo que las canciones significan para ti es una primera salida, ahí es desde donde sales disparado…

… una llamada a la sensibilidad…
…y luego te vas decantando por una cosa u otras. Hoy en día no sé cómo funciona, pero en nuestro caso fue así.

La música precipitó algo que ya existía en nosotros…

…malinterpretar las canciones tiene que ver con eso, con encontrar un verso precioso en algo que es banal…

…lo que te podía sugerir la música y la letra sin entender nada…

¿La noche ejerce mayor fascinación que lo diurno para vosotros?

En el inicio de los himnos de la noche, Novales asegura que todo ser prefiere la luz. Pero, ¿qué pasa? que la luz no es suficiente. El día es bello, pero la noche, sublime, que decía Kant.

En mi caso vinculo el territorio de la noche a lo oscuro, a lo no claro, y eso siempre fascina más que esa luz cenital que cae sobre nosotros y que ilumina todo, da menos pie a la interpretación que el territorio pantanoso de la noche, el de los sueños, lo fantasmagórico, lo maravillo… aparte de que la noche tiene su lectura surrealista en el mundo del inconsciente, y es ahí donde se da un campo mayor de libertad, tanto para imaginar como para desear, para transitar… lo cual no quiere decir que el día no tenga sus placeres.

Yo no lo reduciría a si la noche fascina más que el día. Puede ejercer más fascinación, por ejemplo, en mí, al menos durante larguísimos años, e incluso esto me ha ahondado, pero también he encontrado en el día momentos y grados de exaltación y voluptuosidad distinta pero que se pueden asociar a la oscuridad, a la experiencia de nocturnidad. Para mí, momentos como las tres o tres y media de la tarde, mi mediodía, porque soy un privilegiado, es la hora de los espíritus, el momento en que el sol está más alto, produce una ceguera y la sombra está debajo justo de nuestros pies. En ese momento penetramos en nuestras sobra, nuestra sombra nos sostiene, se produce un hoyo de sombra que se cava debajo de nosotros y en ese momento el grado de ahondamiento es análogo al que se produce en la noche pero con un grado de exaltación mayor por su componente voluptuoso y sensual. Hablo de luz del día muy específica, de nueve blanca, gorda, con viento, preferiblemente, y con un sol radiante; la suelo encontrar en el Atlántico, aunque hace una semana, en mi pueblo, volví a encontrarme con ella. No sería capaz de decidir si es más fascinante la noche que el día.

La cultura occidental nos ha puesto en el centro la luz, la esencia la forma, estamos en la cultura de lo apolíneo; lo que aporta el romanticismo es lo dionisiaco y la noche. Me reclamo de esa tradición.

¿Os importa ahondar un poco en vuestra concepción de la poesía por otros medios, la poesía más allá del verso?
Para empezar, es esencial, para entender la poesía por otros medios, aquello que explicó Dalmau de que el poema es solo una de las manifestaciones posibles de la poesía, una manifestación irrenunciable, incontestable, importantísima, pero una de las posibles, no la única.

¿Qué es lo que hay en el poema? Lo que nos mueve, lo que nos afecta, imaginación, sorpresa, descubrimiento, estados muy potentes de ánimo, capacidad creativa, etc. Esas fuerzas y energías no se limitan a acto de escribir sino que también se dan en actos cotidianos. El sueño es la experiencia más obvia. En general, cuando se habla un poco más en serio, raro es que alguien  no haya tenido un sueño que haya sido muy significativo para él. Esa es la potencialidad de la poesía, de la poesía hecha por todos, que no tiene por qué ser pintar o escribir sino ejercer esa energía y fuerza que se dan en una obra artística y que pueden expresarse en otros campos de la vida.

Todos los que estamos aquí sabemos que hay poemas en los que la poesía está ausente, son ‘malos’ poemas. La poesía en sí, por tanto, no asegura de por sí el fenómeno poético e implica que el fenómeno poético es independiente del poema. ¿Dónde puede darse? En miradas, caricias, sueños, analogías, azares…

Precisamente eso es lo que hace que todas esas experiencias que incluimos dentro de la poesía por otros medios tengan dentro la semilla de lo común, porque son experiencias comunes, no hay separación ni especialización. Un sueño es poético, y los sueños son comunes a todos. No todo el mundo escribe pero sí se encuentra azarosamente con algo, con alguien, sueña…

El hecho de que muchas personas se pongan a escribir poemas cuando están enamorados explica que se produce primero la sensación de poesía, vía amor en este caso, y luego tratar de explicar ese maravillamiento.

Hay poetas que son meros escribidores de versos…

…de líneas que no llegan al final…

…de líneas que no llegan al final, hablo de los profesionales, de quienes realizan un trabajo administrativo con el lenguaje, un trabajo reproductivo y especializado, sin que haya el menor asomo de poesía; eso es vomitivo, y lo rechazamos.

Y lo más perturbador es cuando hay una brillante simulación de la poesía por medios retóricos.

Hoy se produce también en el ámbito de la poesía y el arte, hay quien trabaja por catálogo, para ello basta con saber lo que existe, cómo se escribe en cada uno de los apartados y uno va y vierte su genio en el mero plagio, en la reproducción, en algo inane, sin brío y sin nervio. Al tiempo, se ha dicho algo de gran importancia, no vamos a enseñar a nadie lo que es la poesía, no somos maestros ni profesores y, sin embargo, cuántas veces ha ocurrido que me he encontrado con personas que nos han dicho que, al leernos, al escucharnos, la poesía ha cobrado para ellos una dimensión nueva, conociendo. Hay un componente al que nos habíamos negado hasta ahora pero que, quizás, habría que reivindicar, y que es ejercer una suerte de pedagogía surrealista, y cuando digo esto intento, por un lado, que operemos por contagio, no por adherencia, y, por otro, si hablo de la pedagogía, me refiero a mi experiencia, a lo ha sucedido en estos dos años con las actividades del juego surrealista y del sueño surrealista en Nosaltres; para mí tenía un componente pedagógico, nada negativo, y eso ha influido decisivamente en la comprensión de la gente sobre lo que el Surrealismo es, en la apertura, en la eliminación mayor del yo que pudiera existir como colectivo hacia una dispersión de ese yo en comunicación con toda aquella gente en la que latía esas sensaciones, esas experiencias, que las había vivido pero sin saber darles nombre, confiriéndoles una sensación de seres inspirados, más enriquecidos.

En mi caso eso no supone pedagogía, sino activismo político…

…intervención…

La poesía, tal y como se ha entendido, es básicamente esa capacidad y estado en el que la realidad toma un giro inesperado, se abre otra dimensión que no conocíamos se produce una…

¿Hendidura? Así lo llamo yo…

Sí, una hendidura, una ruptura, una grieta, placentera o inquietante, del tipo que sea; eso sucede en diferentes formas, escribiendo pero también por otros medos. Es ahí donde está el fondo político, cuando uno es capaz de abrir esos agujeros o hendiduras, que dices tú, que permiten una vía por la que adentrarse y ver qué hay por ahí. Porque, por lo general, al otra lado siempre nos aguarda lo maravilloso.


Esther Peñas





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