Miguel Albero, escritor
“Nuestra vida está marcada por la espera desde todo
punto de vista”
Bergamín, que era un poeta afilado e impertinente, incomodaba siempre dándole la vuelta a las cosas, más por incordiar y zarandear al que lee. Pero con retranca. Decía, por ejemplo: “el valor espera; el miedo va a buscar”. Justo la antítesis que sostiene en su libro Miguel Alberto (Madrid, 1967) ‘Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera’ (Páginas de espuma), VII Premio Málaga de Ensayo, en el que se recrea en la espera etimológica, literaria, existencial, metafísica, prosaica... Al fin y al cabo, estos de esperar es fieramente humano, y mientras vive, el hombre todo puede esperar.
¿Se ha desesperado mucho
escribiendo este ensayo?
No, como una de las fórmulas que hay para combatir
la espera es hacer algo creativo...
... en el momento en uno se ocupa
en otra cosa, desaparece la espera.
Exacto, dejas de esperar.
Para los no creativos, ¿cuál es el mejor
remedio para entretener la espera?
La pueden entretener con algo práctico, un
pasatiempo, por ejemplo. Spinoza, que se dedicó a hacer lentes, asegura que hay
que trasladar la espera a algo práctico, un puzzle, la lectura de un libro...
¿Cómo surge la idea de escribir
este tratado, ensayo o vademécum de la espera?
El origen, como en el libro ‘Instrucciones para
fracasar mejor’, es etimológico, me divierte y me interesa mucho la etimología,
de hecho, puse de mi lista de bodas el diccionario de Corominas... el español
es el único idioma en el que esperar de aguardar y esperar de anhelar usa el
mismo verbo; primero empecé con un libro de poemas, ‘Listas de espera’, y, como
soy de naturaleza un poco obsesiva, comencé a acumular información y decidí
escribir este ensayo.
¿Qué consecuencia tiene el que una
misma palabra, esperar, contenga y no la esperanza?
Terribles porque nos hace pasivos. Pero no siempre
fue así, en el ‘’Diálogo de la Lengua’, Juan Valdés ya lo anuncia, y Corominas
lo recoge, existía el verbo ‘asperar’, para referirnos a esa espera sin
esperanza, pero fonéticamente eran tan parecidos que se terminaron confundiendo.
Que se emplee el mismo verbo nos hace seres pasivos, en vez de ir a por las
cosas esperamos esperando.
Es decir, que esperar tiene más de
resignación que de contentamiento...
Sí, es la parte peor de esa confusión... nunca sabes
si como somos precede al idioma o es al revés... la espera, en su parte pasiva,
no tiene límite, en su parte activa puedes dejar de esperar y, en este caso, en
el que aguardamos a que las cosas ocurran (la revolución, la venida del
Espíritu Santo o de tu novia), nos volvemos pasivos.
¿Cuando hay esperanza no hay
espera?
Hay una espera esperanzada, la amorosa, la de
Penélope, una espera asociada a la esperanza; su contrapunto es la angustiosa.
La espera esperanzada incluye la
mesiánica, la amorosa y la utópica. Su contrapunto, la angustiosa, la sin
esperanza. La más terrible es la espera de la nada, la existencial, pero la
espera esperanzada puede ir o no unida a la actividad.
¿A Penélope le mereció la pena la
espera?
No lo sé... duró mucho... igual que Godot es la
espera existencial, ella representa la espera amorosa, otra cosa muy machista,
porque se supone que la mujer espera y el hombre, que es cazador, viaja y tiene
un amor en cada puerto. Esto, que parece muy antiguo, no lo es tanto. Hace
poco, estuve viendo una exposición en Centroamérica llamada ‘Penélopes’, sobre
estas mujeres centroamericanas cuyos maridos han emigrado a Estados Unidos, y a
los que les toca, a pesar de todo, esperar.
Quizás por la espera de los nueves
meses...
Esperamos desde que nacemos, “esperamos” gemelos y,
hasta cuando morimos, los familiares han de esperar veinticuatro horas para
enterrarnos. Entre esos dos momentos, toda la vida es espera.
¿Esperan mejor ellas o ellos?
Para Roland Barthes, que estudió el mito de
Penélope, ellas, lo cual no es bueno, es machista, porque el poder no espera,
el poder hace esperar, y si estás acostumbrado a esperar es que no tienes
poder.
¿La más dura es la espera de la
muerte?
Desde luego, es la más angustiosa. En el libro recojo
el caso de Iwao Hakamada, que ostenta el record guiness de espera angustiosa:
48 años en el corredor de la muerte, con una espera de la muerte cierta, levantándose
todas las mañanas sin saber si ese sería el día. Se volvió loco, como no pudo
ser de otra manera. La muerte es lo único que hace que dejemos de esperar
porque uno de los elementos de la espera es la consciencia y la muerte implica
falta de consciencia.
¿Qué tal se nos da esto de esperar
a los españoles?
Buena pregunta... no sé, Cernuda, en ‘Variaciones
para un tema mejicano’, aseguraba que los mejicanos estaban más capacitados
para reposar, posiblemente tiene que ver con el clima; los pueblos sajones son
cazadores, están acostumbrados a hacer cosas... no sé los españoles... En
cualquier caso, estamos en periodo de espera político...Jejeje... esperan todos... a que se muevan los demás... y ese esperar hace que las cosas no se solucionen. Ojalá dejaran de esperar y fueran más activos.
La espera, ¿es un asunto
metafísico, mundano, administrativo, metafórico?
Es todo eso, la administración es una buena forma de
espera, la manera que tiene el poder de hacerte esperar, el “vuelva usted
mañana”, “acostúmbrese a que las cosas no van a ser fáciles”... también es metafísico,
la existencial, la de Godot, que da título al libro... nuestra vida está
marcada por la espera desde todo punto de vista.
Es curioso, a veces el lenguaje nos
depara paradojas, como cuando uno ‘hace tiempo’ (como si el tiempo fuera
ganchillo) mientras espera...
Es una expresión preciosa, la espera está hecha de
tiempo, más psicológico que cronológico, ‘hacer tiempo’ es metáfora de esperar
muy bonita, del tiempo psicológico, del que se percibe, de ese reloj de arena,
instrumento perfecto para medir la
espera porque no te cuenta la hora en la que estás sino simplemente lo que te
falta. Por cierto que hubo una época en la que las cenizas de los muertos se
guardaban en relojes de arena.
Parece un cuadro de Valdés Leal...
Fíjate, ni muerto uno puede descansar a veces...
¿Cuál es la espera que menos nos cuesta
y la que más desasosiego produce?
La que más nos desespera es la angustiosa, la espera
de algo malo, la incertidumbre es lo que más te desespera; la espera más grata
es la espera cierta, cuando sabes que esperas dos minutos más y serás atendido,
esa se soporta mucho mejor.
¿Cómo nos llevamos con los lugares
de tránsito, las salas de espera, las colas..?
Probablemente, si hiciéramos cola en la calle la
gente se apuntaría sin saber muy bien para qué... los instrumentos para albergar
la espera que tienen un lado muy bonito y literario, las estaciones de
ferrocarril, y otros más frío, el aeropuerto, en el que te pasas todo el día
esperando. Andrés Newman me contó una anécdota muy bonita sobre su abuela argentina
quien, sentada en un aeropuerto mirando los paneles de los vuelos, perdió el
suyo. ¿La espera también produce cierto placer en ocasiones?
Sí, en la espera se puede generar placer en la medida en que puedas asumirla.
De todos los autores visitados, ¿cuál cree que trata el asunto de la espera con mayor hondura?
Me asombra el texto de Beckett, me resulta muy curiosa la obra y el hecho de que se siga representando, sobre todo sabiendo que no viene Godot; eligió el teatro porque no quería hablar de la espera sino construir espera.
¿Cómo saber en qué momento dejar de
esperar y pasar a la acción?
Cuando intentamos evitar la espera o cuando la
nuestra es una espera esperanzada, cuando queremos que las cosas sucedan.
¿Toda espera lleva impaciencia
implícita?
Sí, la paciencia es un remedio terrible para la
espera, porque viene del latín patere,
sufrir pasivo, y es como decirle a un hambriento que ayune. Si no te queda
otra...
¿Requiere cierta disposición de
ánimo, la espera?
Como es inevitable en muchos casos, la sufrimos
igual con o sin disposición, cuando no somos conscientes de esa espera es
cuando mejor la pasamos. Cuando estás en una sala de espera y te encuentra a un
amigo, por ejemplo.
Y la espera contemplativa, ¿tiene
un punto de masoquista?
Sí, salvo que se consiga el auténtico propósito de
la espera contemplativa de los budistas o los monjes, eliminar la tendencia, no
querer, no desear, no necesitar. Si todo eso se da, se extirpa la espera.
¿El deseo es la causa principal de
la espera?
Sí, el deseo entendido de forma más laxa como la
tendencia, la idea de que tendemos a movernos, a querer cosas, y por eso nos
desespera, quiero esto y no sucede; si actuamos se nos hace más corto, el deseo
es el componente que hace que esperes.
Los niños, ¿llevan peor la espera?
Claro, como todavía no están domesticados son pura
tendencia, todo el que ha tenido un niño sabes que el niño no para quieto y su
tendencia es que estén menos preparado para esperar; luego la vida la experiencia
y los años te hacen aprenden.
Por contra, ¿los ancianos esperan
mejor?
Sí, lo cual es terrible porque indica que son más
sumisos, que están más domesticados.
En esta sociedad actual, en la que todo es vertiginoso, ¿qué papel cumple la espera?
Hemos concebido un mundo vertiginoso en el que nos
da miedo pararnos y solo cuando nos paramos pensamos. Esa es su función,
permitirnos pensar.
Puede utilizarse como un recursos narrativo, el suspense, eso es pura espera; está la propia coma, que cada vez utilizamos con menos frecuencia...
¿Es Miguel Albero un hombre paciente?
Como soy mayor, estoy acostumbrado a esperar; además
tengo la manía de la puntualidad pero vivo en Latinoamérica, donde esa no es
una virtud...
Kavafis también esperó una
eternidad a que vinieran los bárbaros, da cuenta en su hermoso poema...
Sí, la espera del otro, del enemigo que me justifica,
el otro que me hace ser yo, es un poema precioso que habla de los que nunca
llegan.
Del otro, ¿qué conviene esperar?
Creo que estás usando la espera esperanzada para
hacer esta pregunta... conviene esperar todo, pero no que el otro sea quien te
justifique, no identificarnos solo en lo que somos por el otro. En cualquier caso, hay que esperar del otro lo
mejor.
¿Vendrá Godot, en algún momento?
Para mí llegó en forma de premio, y de libro. Pero
tengo malas noticias: estamos condenados a esperar.
Esther Peñas
*Fotografías de Javier Lorente.
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